Su autosuficiencia, su felicidad, sus sueños, su hambre y sed de fortuna, todo lo perdió en un abrir y cerrar de ojos, al intentar subirse al tren que lo llevaría a Nuevo Laredo, donde cruzaría la frontera a Estados Unidos.
La noche del 7 de julio Paulino Gómez López, originario de La Mesilla, Guatemala, no logró sujetarse del vagón que transitaba frente a la vieja estación ferroviaria de Reynosa, causando que una pierna y dedos de la mano diestra se estrellaran contra la poderosa rueda de metal, que se los machacó.
Tendido sobre los rieles, el turbado jornalero pensó que moriría desangrado, pero minutos después fue trasladado a la enfermería, aunque en estado delicado. En el trayecto apenas logró dar el número telefónico de sus familiares antes de perder el conocimiento.
Cuenta: “Fue mucho el dolor que sentí. La gente me decía que le echara ganas. Yo le respondí que no podía más y comenzaba a mirar color verde las cosas.
Mi extremidad estaba completamente molida porque pasó entre las vías. Nada más quedó entero el pie. Me amarraron con una camisa que traía de reserva y esa misma noche me operaron”.
Al día siguiente Paulino abrió los ojos queriendo despertar de su pesadilla, pero por desgracia era el inicio:
Su pierna derecha ya no estaba en el lugar de siempre, tampoco tres de sus dedos. La sorpresa trajo consigo horas de llanto y tragos amargos en su cuarto de hospital.
“Cuando desperté ya no me dolía, pero al mirarme me di cuenta que estaba mutilado ¡Fue traumático!”, relató visiblemente desconcertado.
SENTENCIA MALDITA
Para este hombre que pronuncia un español trompicado, el infierno de su vida tuvo comienzo hace más de tres meses, cuando se dirigía a su trabajo en una granja del Norte de Carolina. Fue arrestado por no tener licencia, encarcelado y posteriormente –tras purgar 12 semanas de condena– remitido ante las autoridades de migración. Apenas le había comunicado a su esposa Mari que estaba a punto de volver a Guatemala.
“Con sacrificios me compré una ‘troquita’ Toyota 84 que quería llevarme a mi país, mas (las autoridades estadounidenses) no me dieron chance. Mi deseo fue irme por ella para no llegar con las manos vacías, quise intentarlo (cruzar ilegalmente) otra vez, pero el tren me chin… la pierna”, agregó frustrado.
Paulino había sido enviado en un vuelo no comercial hacia la frontera tamaulipeca, junto con otros ilegales expulsados de la Unión Americana.
Recién deportado se alojó un par de días en la Casa del Migrante de Reynosa, donde unos chiapanecos lo persuadieron a retomar juntos el camino al norte, a regresar por lo que era suyo.
“Yo ya me iba a mi tierra, pero me aconsejaron: ‘Vamos a dar el brinco otra vez, al fin y al cabo ya estamos aquí cerca’. ‘¡Volvamos y echémosle ganas!’; eso se me metió en la cabeza”, describió.
Así, después de dos años de no mirar a su familia, este guatemalteco prefirió emprender de nueva cuenta el viaje a Estados Unidos, viaje del que no saldría bien librado.
En un primer intento Paulino y sus acompañantes notaron que les era imposible surcar el río Bravo bajo la extrema vigilancia de la Patrulla Fronteriza y un muro de concreto que los aguardaba. Decidieron cambiar de ruta. Nuevo Laredo les dijeron: “Por allá la migra está más calmada”.
Mal comido y desaseado, al chapín le urgía una entrada de dinero. Insuficientes se le hacían los 50 o 100 pesos obtenidos a cambio de un día de trabajo del lado mexicano, pues estaba acostumbrado a ganar 20 veces más en suelo estadounidense.
El martes 7 de julio a las 10:30 de la noche, el ensordecedor silbido de la locomotora fue la señal de que debían de partir. Según recuerda, torrentes de adrenalina –como arañas– treparon sobre su cuerpo, confundido entre la oscuridad.
Los chiapanecos quienes iban con él pudieron abordar con éxito un tren que, a decir de Paulino “iba demasiado fuerte”. Quizá porque es el horario en el cual eligen subir las personas que no pagan coste.
En su mente estaba no arriesgarse tanto y esperar mejor el último furgón, pero a la mera hora su salto no fue certero:
“Cuando se colgaron mis compañeros yo me quedé parado, dije: ‘me voy a agarrar del último’ y fue cuando intenté montar el tren y ahí me quedé. No fui capaz de subirme bien”, reiteró apesadumbrado Paulino, quien recientemente cumplió 40 años de edad.
Sobre un viejo sofá de automóvil, el ahora discapacitado comentó que sus acompañantes jamás se dieron cuenta del incidente. Les deseó suerte.
SENTENCIA CRIMINAL
Para Rebeca Rodríguez, directora del Centro de Estudios Fronterizos y de Promoción a los Derechos Humanos (Cefprodhac), las historias de muerte y sufrimiento al pretender internarse a Estados Unidos son recurrentes.
“Desafortunadamente no es el primer caso que nos toca atender en estas circunstancias. Para nosotros es muy difícil porque ellos (las víctimas del fenómeno migratorio) requieren medicamentos, un lugar donde permanecer y atención psicológica.
En ese contexto, el Centro de Estudios tiene más de 19 años apoyando a la población migrante”, destacó.
La activista detalló que por desgracia, cada vez son más los migrantes quienes se exponen a peligros como el de la “mole de hierro”, como es conocido el ferrocarril.
Comenta: “Desafortunadamente hay muchos Paulinos que constantemente arriesgan el pellejo y muchos no regresan a casa completos o vivos. Según reportes de prensa en lo que va del año (tan sólo en el río Bravo) han fallecido 33 personas producto de la migración hacia Estados Unidos”.
La especialista en derechos humanos reprobó que por otro lado en cancillerías centroamericanas son desoídas muchas súplicas de sus connacionales.
“Ahorita en la actualidad sabemos que Paulino, por ejemplo, requiere una prótesis, pero eso representa dinero. A la brevedad posible nosotros giraremos su caso a la embajada de su país. No es la primera vez que hacemos algo parecido, pero nunca hemos obtenido respuesta. Ojalá que esta ocasión sí haya apoyo para Paulino”, solicitó Rodríguez.
Dijo que en su caso particular han entablado contacto con sus familiares para comunicarles que perdió una pierna y varios dedos de la mano derecha.
“Ahorita en estas circunstancias no es recomendable que Paulino sea devuelto a su lugar de origen. A nosotros nos llama mucho la atención que está muy fuerte y tiene mucha entereza, porque desea sacar adelante a sus hijos, que son su razón de vivir”, apreció la directora del Cefprodhac.
MISERIA, MIGRACION Y EXILIO
Hoy las cosas ya no volverán a ser iguales para este hombre, quien no se basta por sí solo. En su rostro se dibuja el dolor y el desacierto de un sueño truncado. De vez en cuando se lleva una mano al cabello y se rasca como lamentándose. Sabe que su futuro es incierto.
Mientras tanto en Guatemala sus seis hijos: Felisa, Felipe, Elsa, Bruno, Eduardo y Jairo lo esperan con ansias. Agradecen a Dios que al menos le haya preservado la vida.
“Mi familia me dijo que lo bueno es que todavía existo, porque accidentes le suceden a muchas personas y no la cuentan.
“Yo ya perdí mi pierna; no me la pudieron pegar, pero le doy gracias a Dios por haberme dado otra oportunidad de vivir, porque (como se presentó el percance) era más fácil que me hubiera quitado la vida. Mi oración todo el tiempo es pedirle fortaleza. El sabe por que nos deja otro tiempo más”, manifestó Paulino.
Sostenido de un par de muletas este migrante no se acostumbra a su nuevo estilo de vida. Su movilidad es casi nula.
Por lo pronto se recupera en un refugio para indocumentados y recibe ayuda del organismo social Cefprodhac, con el que estudia la manera de volver a su lugar de origen.
Para soslayar la depresión que le origina haberse quedado en desvalidez Paulino comentó que se aferra al recuerdo de su familia.
“Pienso en mis hijos, quiero estar con ellos y quiero ya olvidar lo que me pasó. Si tengo la oportunidad de conseguirme otra pierna, aunque no va a ser igual, estoy dispuesto y a suplicar la atención de Dios para seguir adelante. Hay otros que están más jodidos, yo al menos me puedo ir gateando”, ponderó.
Para quienes salen en busca del llamado “sueño americano” este hombre articuló las más profundas de sus palabras:
“Me gustaría decirles amigos que no intenten viajar en el tren porque está muy difícil. Les animo a agarrar una visa y les suplico que lo piensen bien antes de querer ir a Estados Unidos. Espero que mi experiencia pueda servirles.
“Yo veía a los otros albañiles de mi país que iban y volvían con su ‘troquita’ y levantaban sus casas, mientras yo pegaba block y no salía de 50 quetzales (unos 84 pesos) por jornal. Yo quería hacer lo mismo pero no se pudo y me da tristeza. Ahora voy a salir adelante con lo que tengo”, dijo resignado.
Paulino se sabe en buenas manos. Mencionó que en Reynosa le han proporcionado medicinas y la manera de comunicarse con sus seres queridos.
Agradeció que se apiaden de él, acción que mencionó no olvidará jamás. En pocos días estará quizá dejando la frontera para siempre y regresará al sitio de donde asegura nunca debió de haber salido: “porque un cinco no vale la vida, ni una pierna”, “daría lo que fuera para volver a ser el de antes”, ultimó el entrevistado.
Si lo que usted desea apoyar a Paulino y contrarrestar su discapacidad, favor de llamar al 00502 45341304 con su esposa María Felipe Morales, dirigirse al Centro de Estudios Fronterizos y de Promoción a los Derechos Humanos (Cefprodhac) o comunicarse al teléfono de Hora Cero: 929 7585.
Un cruel fenómeno
:: Se calcula que entre 750 mil y un millón de indocumentados de habla hispana ingresan cada año a Estados Unidos.
:: Las autoridades mexicanas señalan que de los latinos que radican en la Unión Americana el 65 por ciento son de origen azteca.
:: Según estudios del Instituto Politécnico Nacional (IPN) las principales entidades federativas expulsoras de migrantes son Durango, Zacatecas y Guanajuato.
:: Entre las adversidades y peligros a los que se enfrentan los migrantes de origen centroamericano destacan la selva, las pandillas, el tren, la extorsión de las mismas autoridades, el hambre, el río Bravo y el desierto estadounidense.
:: En Estados Unidos las autoridades involucradas en atropellos las encabezan policías locales, la oficina de Inmigración y Naturalización así como la Patrulla Fronteriza.