Aunque tiene doce años al servicio de la Cruz Roja Mexicana, Francisco Gabriel Ponce Lara, paramédico especialista en desastres, aseguró que la explosión en el Centro Receptor de Gas de Pemex ha sido la peor tragedia que le ha tocado presenciar.
A pesar de su experiencia, señaló que es difícil ante un siniestro de esta magnitud, aislar los sentimientos y controlar el temor para brindar la mejor atención a los heridos.
Recordó que el 18 de septiembre todo transcurría con normalidad en las instalaciones de la Cruz Roja. Alrededor de las 10:50 horas comenzaron a recibir mensajes a través de las redes sociales preguntando por la columna de fuego y humo que se podía observar en el kilómetro 19 de la carretera Reynosa-Monterrey.
Hasta ese momento no se había recibido ningún llamado de auxilio. Mientras se investigaban los hechos, 15 elementos de la benemérita institución preparaban los equipos y las unidades para ir al rescate de los posibles lesionados.
Minutos más tarde, cuando les confirmaron que la cantidad de trabajadores de Pemex y compañías contratistas con quemaduras era considerable, se trasladaron al lugar de los hechos.
En el trayecto al lugar del desastre, los elementos de Cruz Roja, iban organizando y delegando las funciones que cada uno iba a efectuar; al mismo tiempo se mentalizaban para enfrentarse a un siniestro catastrófico.
“En diez minutos establecimos la coordinación de cómo se clasificarían a los heridos con la finalidad de atenderlos y trasladarlos de forma inmediata a los centros médicos. Sin embargo, jamás nos imaginábamos la magnitud de la explosión. En ese momento había que controlar los sentimientos ante la contingencia que estábamos viviendo.
“En un segundo el panorama cambio y la visión fue diferente, comenzamos a prepararnos para lo peor. Por ejemplo ver escenas fuertes de empleados con quemaduras fuertes y cuerpos carbonizados”, detalló.
“En esta profesión –comentó Francisco– tratamos de enfocarnos a lo que vamos hacer. No nos puede ganar la desesperación o el pánico. Aunque somos seres humanos y también sentimos miedo, tenemos que actuar para brindar la mejor atención a las personas que lo requieren”.
A pesar de que no tenían acceso directo al lugar del accidente, comenzaron a recibir a los trabajadores lastimados y a transportarlos a los hospitales que estaban disponibles.
“La gran mayoría nos decían que eran de compañías contratista, por tal motivo –lamentablemente– no nos permitían llevarlos al Hospital de Pemex. El Hospital Materno Infantil ya estaba saturado, por lo que se determinó llevarlos hasta el Seguro Social”, dijo.
Un problema al que se enfrentaron los cuerpos de rescate fue la falta de cultura vial que existe en Reynosa.
“Nuestro propósito era llevarlos de forma inmediata a los nosocomios para que recibieran la atención que necesitaban, sin embargo en los trayectos los automovilistas se nos atravesaban y no nos permitían el libre tránsito, lo que retardaba las llegadas de los heridos para que recibieran atención médica mayormente enfocada. Esa lentitud nos desesperó, pues sabíamos que era primordial la rapidez para salvar vidas”, dijo.
Al atender a los heridos en el lugar del siniestro, algunos de ellos les mencionaban que muchos habían brincado las bardas perimetrales en la parte posterior del Centro Receptor de Gas, por lo que un grupo de paramédicos se dirigió a las brechas para buscar más heridos.
A pesar del riesgo de una nueva explosión –hubo un momento en que sintieron que el piso temblaba–, los paramédicos recorrieron el área y lograron rescatar a tres personas con quemaduras graves, además del cuerpo de un trabajador fallecido.
“Sentíamos un gran temor pues decían que en cualquier momento podría explotar de nuevo. El calor era intenso, el olor a gas combinado con los cuerpos quemados, el constante retumbar del piso, y el sonido de los ductos tronando era impresionante, pero teníamos que mantenernos serenos y alertas, al mismo tiempo para rescatar a las personas y salvarles la vida.
“En ese instante era imposible no recordar a los compañeros de Guadalajara que fallecieron mientras rescataban a unas personas tras una segunda explosión”, describió Francisco.
Ponce Lara aseguró que en la ciudad los cuerpos de rescate no están preparados para una emergencia de esas dimensiones.
Tras la tragedia en Pemex, hubo un verdadero descontrol entre las corporaciones, al no saber cómo actuar y responder ante un siniestro de este tipo.
“Se podrán hacer un sinfín de simulacros y prácticas, pero para una explosión de esta magnitud se requiere mayor capacitación y trabajar más en coordinación entre los cuerpos de emergencia”,
sentenció.