Con sus lentes obscuros, ayudado con su bastón y del brazo de su madre, Gerardo espera el transporte público que lo recogerá en punto de las 9:00 horas. Quince minutos después, su reloj parlante le indica que va retrasado para sus clases por lo que le hace la parada a un taxi que suena el claxon frente a él.
Los casi 70 pesos que el ruletero le cobra a Gerardo por el traslado de la colonia Rosalinda Guerrero a la Aquiles Serdán –donde se encuentra el Centro de Rehabilitación Integral–, no son mucho para él, pues aunque no le sobra al dinero, la clase de invidentes donde aprende a leer, escribir y a desenvolverse por sí mismo, le es invaluable.
Para Gerardo Rodríguez Vázquez, de 55 años de edad, aprender a vivir con ceguera no ha sido fácil pues los últimos tres los ha vivido en la más completa oscuridad a consecuencia de la diabetes, que paulatinamente le fue quitando la luz de sus ojos y ni siquiera la operación en las retinas pudo hacerle recobrar la vista. Fue entonces cuando pensó que sería el fin de su vida.
“Cuando perdí la vista pensé mil cosas horribles, fue muy duro porque yo estaba acostumbrado a ver todo y ahora no alcanzo a ver nada… es muy triste, muy duro porque te conviertes en un bebé, vives esperanzado a la ayuda que te brinden porque no puedes hacer nada”, reflexiona.
Como muchas personas que han nacido con sus cinco sentidos, el enfrentarse a una discapacidad significó caer en una depresión que lo mantuvo encerrado en su casa casi un año entero.
“Gerry” –como le gusta que lo llamen–, se desplaza ayudado por su bastón y los barandales colocados en las paredes de la estancia del CRIT hacia su salón, donde sabe que su maestra “Zory” lo está esperándolo con la lección del día.
Mientras camina al salón de clases, relata con añoranza cómo antes de su ceguera era administrador de un prominente restaurante en la ciudad, un empleo que tuvo que abandonar.
De su antiguo trabajo le quedó el gusto por la música, que se convirtió en su único consuelo después de la operación con la que, sin éxito, buscaron detenerle su ceguera.
Fue gracias al radio que se enteró del programa “No veo pero aprendo”, desarrollado por el Sistema DIF-Reynosa en el Centro de Rehabilitación Integral de esta localidad.
Dejando su bastón de lado, el entrevistado se ofrece a mostrar un poco de lo que ha aprendido en el programa “No veo pero aprendo”, por lo que su maestra le acerca la malla utilizada para la escritura en blanco y negro, un sistema donde el invidente utiliza un cuadro negro con renglones y una plataforma con relieve para escribir en letra molde.
Con ánimo, Gerry aseguró que gracias al programa del DIF ha aprendido a realizar labores domésticas y desenvolverse en las calles de la ciudad.
“Se me abrió una puerta al mundo. He aprendido que sí puedo, que puedo hacer todo lo que yo quiera. Me han inyectado ánimo me hacen sentir que estoy vivo”, indicó.
Y aunque su salud no es muy buena debido a la diabetes, no desea ser una carga para sus familiares, por lo que una vez a la semana acude al Seguro Social para someterse a un tratamiento de Hemodiálisis, además de que está tomando clases para convertirse en masajista.
“SALI ADELANTE”: NORMA
“Tengo ceguera de nacimiento, no sé por qué sólo sé que así nací”, dice Norma Herrera Martínez, mientras se acomoda en una silla en el patio de la casa de su tía, con quien vive desde hace tres años.
Al juzgar por los movimientos de esta mujer de 26 años de edad, (lentos, pero seguros) no parece que tuviera una discapacidad pues, contrario a otros ciegos, no usa lentes oscuros o bastón y aún así camina confiadamente.
La joven de complexión delgada aseguró que gracias al programa “No veo pero aprendo” realizó su sueño: trabajar y valerse por sí misma.
“Yo nunca fui a la escuela hasta ahora que soy adulta. De pequeña me llevaron a vivir con unos tíos a Ciudad Valles, San Luis Potosí, donde estuve hasta los 23 años, pero lo único que me enseñaron fue trabajar en la casa y a puros malos tratos. Mi madre desde muy chiquita no quería saber de mi, pero eso ya se quedó atrás, yo ya estoy trabajando no necesito apoyo, ya salí adelante”, aseguró.
Con entusiasmo, Norma enumera todo lo que ha aprendido: leer y a escribir en braille, utilizar una computadora parlante y hasta hacer las labores domésticas.
“En el área donde estamos limpiamos, cocinamos y hacemos todo por nosotros mismos, somos independientes, la maestra nos dice cómo hacer las cosas y nosotros las hacemos. A mí me gustaría aprender más de cocina, porque es ahí donde vamos a batallar cuando nuestra familia ya no esté”, comenta.
Y aunque ha aprendido mucho, su mayor logro fue conseguir trabajo en la maquiladora Pointer Water donde ya tiene dos años laborando.
“Yo me siento completa, sólo me falta la vista, pero me he adaptado. Yo puedo distinguir si hay una persona al lado mío, aunque no hable, mi tía dice que yo sabía quien venía sólo con escuchar sus pasos”, dice sonriente.
Y aunque no vea con sus ojos puede percibir los sentimientos que los demás expresan hacia ella.
“Ni yo me lo explico pero yo reconozco quien se me acerca sin que hable o hasta cuando alguien se me queda viendo mal, hay algunos de mis compañeros ciegos que no pueden hacer eso”, presumió
Sus sentidos se han agudizado a tal grado que incluso en la maquiladora donde trabaja se les hace difícil creer que no tenga nada de visión.
“En mi trabajo mis compañeros dicen ‘Norma si ve’, porque mis ojos están normales, por eso les digo que mis ojos no tienen nada, que no me enfermé, simplemente nací así.
Norma admite que por su seguridad no la dejan andar sola en la calle, pero eso no le ha impedido desarrollarse en su trabajo y en “el núcleo”, un grupo formado por personas con capacidades diferentes dedicado a hacer manualidades y dulces que luego venden.
El deseo de salir adelante es lo que la motiva para seguir aprendiendo, pues esta joven ha descubierto que no hay un límite para superarse.
“Me han platicado que hay personas que también están ciegos y los han invitado al programa y no quieren ir porque piensan que no van a aprender o porque se sienten inútiles y no es así. Yo les digo que me los presenten para platicar con ellos, y que tomen el ejemplo de nosotros, que aunque no vemos estamos trabajando y estudiando”, finalizó.
UN PROGRAMA INOVADOR
A partir del año 2006, el Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia ha puesto en marcha el programa “No veo pero aprendo”, enfocado a ciegos y débiles visuales cuyo objetivo es capacitarlos para valerse por sí mismos e integrarse a la sociedad.
Reyna Arjona de Alexandre, coordinadora del Centro de Rehabilitación Integral, señaló que el programa ha sido un éxito.
“Actualmente tenemos 20 alumnos a quienes les enseñamos cómo realizar las actividades diarias en su casa a la vez que aprenden un oficio como: masajes, reflexología, aromaterapia o manualidades para que sean independientes”, comentó.
Estas clases son proporcionadas de manera gratuita e incluso los participantes tienen el beneficio del transporte en el camión de “la ruta sin barreras”, como se le llama al vehículo propiedad del DIF-Reynosa adecuado especialmente para las personas con capacidades diferentes.
Reyna Arjona, explicó que una buena parte del programa se enfoca a que el paciente aprenda a realizar sus labores domésticas, lo cual les ayuda a saber que pueden valerse por sí mismos y evita que caigan en la depresión.
“Tratamos de que se sientan a gusto, que aprendan a conducirse en su área y para eso tenemos una pequeña casita donde ellos aprenden desde tender una cama hasta cocinar, luego viene lo didáctico que es escribir en braille y aprender a usar la computadora parlante, lo que les ayuda a que se sientan seguros en lo que están haciendo, y toman confianza para saber que a pesar de su discapacidad pueden lograr muchas cosas”, señaló.
La coordinadora del CRI lamentó que los ciegos no reciban el apoyo que merecen de la sociedad.
“Tenemos muchas situaciones donde se margina a los ciegos, por ejemplo en el transporte público, los muchachos se quejan que no les dan tiempo de buscar un asiento o simplemente las rutas no los levantan porque saben que van a perder el tiempo con ellos”, comentó.
Una víctima de esta discriminación fue Gerry, quien en una ocasión se fracturó la mano intentando subir al transporte público e incluso ha sido víctima de robos.
“En una ocasión cuando subía a tomar la pesera me robaron el radio y el dinero que traía en la bolsa. Mi único consuelo fue que si roban a los que pueden ver ¡con mayor razón a los que no vemos!”, lamentó.
Sin embargo, nada de esto ha sido un obstáculo para que Gerardo y Norma cumplan sus metas pues ambos aseguran sentirse completos y competentes para cualquier meta que se propongan.