
Desde el pasado 18 de septiembre María de la Luz es abatida por el sufrimiento como madre, esposa y hermana.
Lo que jamás imaginó esta mujer es que el estallido en el Centro Procesador de Gas le arrebataría la vida a sus seres más queridos: su esposo Angel Rafael, su hermano Felipe de Jesús y su hijo Angel Carlos.
La familia originaria de Papantla, Veracruz, velaba los restos del Angel Rafael Marie Velázquez, el pasado 21 de septiembre, en una de las pequeñas capillas de la funeraria Valle de la Paz. Mientras que los de su hijo y hermano le fueron entregados hasta el 26 de septiembre, ocho días después del accidente.
Radicando desde hace diez años en Reynosa, llegaron a esta frontera con la ilusión de mejorar la situación económica familiar, después de residir varios años en Cuernavaca, Morelos.
Buscando mejores oportunidades de trabajo desde que arribaron a la ciudad, su esposo, hijo y hermano siempre laboraron en compañías que contrataba Pemex.
“Jamás nos imaginamos que pasaría una tragedia de esta magnitud. Supimos en la mañana por las noticias que había un incendio en una refinería, pero nunca pensamos que nuestros familiares estaba ahí.
“Mi hijo pequeño me comentó: ‘mamá hay una explosión en una refinería’. Le contesté que apagara la televisión porque no me gusta ver ese tipo de noticias, ya que me angustia observar a las familias que están sufriendo por sus seres queridos, pero nunca pensé que esta vez sería mi familia la que estaba involucrada”, recordó.
Conforme avanzaban las manecillas del reloj el ambiente en la casa se invadió de preocupación, por lo que pidió a su nuera marcara a su hijo al radio, pero no contestó. Insistió y tampoco hubo respuesta.
María de la Luz Morales Pérez todavía tenía la esperanza de que el hecho fuera en otro lugar y no el área de trabajo de sus familiares.
“Mis hermanas comenzaron a llamarme pues estaban preocupadas. Me insistían que le marcara a mi hijo para saber que estaban bien, sin embargo, seguían sin responder”, narró.
En todo momento trataba de calmar a su nuera Leslie, diciéndole que no les había pasado nada y que más tarde llegarían de trabajar como siempre.
“Le decía: ‘vamos a esperar que den las seis de la tarde, que es la hora en la que siempre llegaban ellos aquí’”, mencionó.
Ambas mujeres estuvieron esperando, sin embargo, con el avance de las horas la angustia iba en aumento al no tener noticias sobre ellos.
La desesperación las invadió y observando continuamente el reloj dieron las seis de la tarde. Así avanzaron las horas sin tener razón de sus familiares.
Fue cerca de las nueve de la noche cuando llegaron unos amigos de su hijo y le preguntaron por él, ya que ellos sabían que Angel Carlos estaba en donde se registró el siniestro.
Se apresuraron para salir de casa con la finalidad de buscarlos. Los familiares y amigos se dividieron en grupos para averiguar en los hospitales pero no les daban respuesta alguna.
Más tarde acudieron al Servicio Médico Forense; deseaban obtener noticias y saber si los cuerpos de los tres habían sido trasladados a ese lugar. Pero los encargados solamente le dijeron que hasta el siguiente día la PGR les daría información.
Catorce horas habían transcurrido y no había respuestas. En la madrugada ella y su nuera fueron hasta las instalaciones del accidente.
“Un amigo de mi hijo nos hizo el favor de llevarnos, pues no estábamos conformes. Deseábamos encontrarlos entre el monte y las brechas. Intentamos buscarlos pero no nos permitían meternos al área de la explosión”, señaló.
Dejaron pasar unas horas. Cuando amaneció fueron a la PGR para solicitar información. Ahí le mostraron fotos de los fallecidos y pudieron identificar a su esposo.
“Afortunadamente a él puede identificarlo gracias a que aún portaba su gafete y a que su rostro no sufrió quemaduras severas. Tenía intacta su cara, porque era muy blanco, y el resto del cuerpo sí tenía lesiones”, relató.
Con todo y el sufrimiento de saber que había perdido a su esposo, María de Luz creyó que al identificar a su marido también reconocería los restos de su hermano y su hijo. No obstante, el panorama fue distinto. Sus otros seres queridos no se encontraban en ese grupo de cadáveres.
Embargada de dolor por esta pérdida, el viacrucis continuó. Diariamente acudían a solicitar información a la PGR y al Semefo pero fue hasta después de ocho días que le hicieron entrega de los restos de sus dos familiares.
“Estoy molesta porque a las autoridades se les hace poco la situación que estamos padeciendo. Ojalá nunca estén en nuestro lugar. Deberían de poner más atención por el sufrimiento de todas las familias no solamente la mía, por los cadáveres que están descomponiéndose y que no han sido entregados a sus familias para que puedan estar más tranquilas. A estas alturas ya no se reconocen sus rostros”, reveló.
Angel Rafael, su esposo
Angel Rafael Marie Velázquez, padre de Carlos Angel y un pequeño de 13 años, tenía trabajando para la empresa Apollo apenas cinco semanas.
El hombre de 56 años, desde hace años se dedicaba a laborar en compañías que eran contratadas por Petróleos Mexicanos para desarrollar diversas actividades de mantenimiento.
María de la Luz describió a su esposo como un hombre muy trabajador y hogareño.
“A pesar de que era muy callado y reservado, siempre fue bondadoso con sus padres, hijos y su familia”, rememoró.
“Los últimos días que convivimos en la casa, mi esposo me decía que quería irse con su familia a Papantla, en Veracruz, por ello después de esta tragedia enviamos sus cenizas para allá con sus padres. Era muy apegado a su familia y añoraba estar cerca de ellos, por eso le cumplí su deseo y su última voluntad de regresar a su tierra con sus familiares”, refirió.
Recordó que, de joven, fue deportista, practicaba beisbol, pero al paso de los años dejó de hacerlo.
Ultimamente se apasionó por el futbol, aunque no lo practicaba. Le iba al Cruz Azul. Cada vez que había partido se reunían en familia, hacían carne asada y disfrutaban vitoreando los goles que anotaba la Máquina Cementera.
Felipe de Jesus, su hermano
Siendo el único varón de siete hermanos, Felipe de Jesús Morales Pérez tenía 39 años de edad. Hace diez emigró a la frontera de Reynosa con la idea de conseguir trabajo, pues en su lugar de origen estaba muy escaso y la vida era complicada económicamente.
Felipe de Jesús era soltero y no tenía hijos. Vivía en casa de una de sus hermanas.
María de la Luz recordó que su hermano disfrutaba mucho el estar en su casa con sus sobrinos y su cuñado.
“Era muy hogareño y trabajador. Le gustaba hacer carne asada los fines de semana y estar en casa conviviendo con ella, su cuñado y sus sobrinos, además de su sobrino nieto de diez meses de edad”, contó.
Siendo el sexto de siete hermanas, gustaba practicar el softbol y beisbol, incluso pertenecía a un equipo donde entrenaba.
Los restos de su hermano le fueron entregados el pasado 26 de septiembre y sus cenizas fueron trasladadas a Veracruz.
La preocupación de María de la Luz es que su padre, de 83 años, es una persona enferma y mayor y está sufriendo inmensamente la pérdida de su hijo.
El señor se encuentra en mal estado de salud y con esta lamentable noticia se ha mantenido estable, pero la familia tiene el temor de que pueda recaer.
“Es una persona de la tercera edad y ha sido un golpe muy fuerte. En la explosión perdió a su único hijo varón, a su nieto y a su yerno. Le pedimos a Dios que tenga fortaleza para superar esta tragedia”, indicó.
Angel Carlos, su hijo
Su hijo, Angel Carlos Marie Morales, no alcanzó a cumplir los 26 años. El 21 de septiembre celebraría un aniversario más de vida, sin embargo, falleció tres días antes.
Con apenas cinco semanas trabajando en ese lugar, jamás imaginaron que la tragedia enlutaría por partida triple a la familia originaria de Veracruz.
Días antes de la explosión, Angel Carlos le platicaba a su esposa Leslie y a su madre María de la Luz que había olor a gas a causa de una fuga y que este había sido reportado a sus superiores, y creen que esa situación provocó el accidente.
“Ya se había dicho que olía a gas. Yo no sé cómo Pemex o las otras compañías contratistas le den mantenimiento al equipo y las instalaciones, lo único que se es que esa tragedia pudo evitarse”, manifestó Leslie Elizabeth Flores Zavala.
La esposa de Angel Carlos recordó que ese mañana del accidente no se levantó con muchas ganas de ir al trabajo porque no se sentía bien de salud. Sin embargo, su responsabilidad lo llevó hasta el Centro Procesador de Gas.
“Si no hubiera ido a trabajar ese día, él y otros cuatro compañeros no hubieran fallecido en la explosión. El iba todas las mañanas por ellos a sus casas para irse juntos en la camioneta del trabajo”, mencionó desconsolada.
Antes de salir de casa le pidió a Leslie que le preparara una sopa con champiñones y pollo en mole, para la comida de ese martes trágico. Su esposa recordó que se quedó en casa esperándolo para que llegara. Y nunca regresó.
Leslie Elizabeth y Angel Carlos se casaron el 17 de abril en la parroquia de la Asunción de Papantla. A los pocos meses se embarazaron y nació “Junior”, quien ahora tiene diez meses de nacido.
La joven de 23 años no podía creer que su hijo tan pequeño se quedó sin su papá.
Por su cumpleaños el joven tenía pensado festejarse el sábado 22 de septiembre junto con otros dos amigos. Incluso ya habían comprado varias cosas para la fiesta; planeaban rentar una rockola y asar carne.
No obstante, en lugar de ser un fin de semana para celebrar, su esposa sufrió la pérdida de su marido, y la lentitud de las autoridades para entregarles sus restos ocho días después.
Aunque también estaba preocupado por las pláticas para el bautizo de su hijo que casualmente eran ese mismo día por la tarde. Por eso la joven pareja decidió acudir primeramente a la iglesia y más tarde festejarían un aniversario más de vida de Angel Carlos.
Su hijo, de apenas diez meses, sería bautizado el 3 de noviembre, por lo que Leslie y Carlos se preparaban para acudir a las pláticas de preparación.
“La idea de los dos era festejarle su primer cumpleaños a nuestro hijo (2 de noviembre) y el día 3 bautizarlo; ya había comprado algunas cosas para esa fecha y separamos un salón pequeño para el festejo”, detalló.
El joven trabajador era un excelente deportista, su pasión era el futbol. Era fanático del equipo del Atlante.
Meses atrás escaseó el trabajo y Angel Carlos tuvo una corta temporada sin laborar; había renunciado a su anterior empleo debido a que tenía que viajar constantemente y se quedaba de 20 a 30 días fuera de su hogar, trabajando.
Su madre, María de la Luz, recordó que desde temprana edad su hijo comenzó a trabajar en compañías de ese tipo. Y cuando nació “Junior” deseaba estar más tiempo con su bebé y su esposa. Por eso decidió cambiar de trabajo y buscar algo más cercano.
Buscó trabajo en varias compañías, inútilmente. Y los que encontraba pagaban muy poco. Meses después conoció a un ingeniero de la compañía Apollo y lo contrataron. En la empresa había trabajo para más personas, por eso recomendó a su papá y a su tío. Los tres laboraban juntos desde hacía un mes y una semana.
A pesar de que estudió una carrera técnica en Informática, nunca ejerció, ya que le apasionaba todo lo referente al ramo del gas y el petróleo. Y aunque no estaba titulado como ingeniero, tenía muchos conocimientos y gran experiencia en el ramo.
“Era muy inteligente, lo mandaban a cursos y fue aprendiendo. Tenía mucha iniciativa y gustaba de instruirse en cosas nuevas. Llegaba a la casa y me platicaba todo lo que hacía en el trabajo, y los nuevos conocimientos que iba adquiriendo.
“Me explicaba y traía fotos de donde trabajaba y qué hacía. Le gustaba su actividad y por eso buscó algo que tuviera que ver con Pemex. Deseaba ganar bien para pagar la casa que habían sacado a crédito”, contó su viuda, abrazando a su bebé.
Su madre relató que desde pequeño Angel Carlos era muy hiperactivo y empezó a trabajar en las compañías petroleras, donde fue aprendiendo los procedimientos de gas y petróleo.
Ambas mujeres recordaron que siempre decía que su sueño, si Dios le daba vida, era estudiar la carrera de Ingeniero Químico o Ingeniero Petrolero.
Un sueño que se quedara en el olvido. El joven de 25 años perdió la vida en la explosión el martes 18 de septiembre.