Detrás de los imponentes muros del Centro de Ejecución de Sanciones (Cedes) de Reynosa diariamente se pone en práctica la palabra educación, con más de un centenar de personas que toman clases sentadas debidamente en sus pupitres, observando el clásico pizarrón escolar que solo funciona a base de gis empuñado por la mano del maestro.
El docente habla y anota en la pizarra, los estudiantes escuchan y apuntan en la libreta, ambos actores son similares y a la vez distintos: los aprendices son convictos, los profesores también, la única diferencia es que los que encabezan la enseñanza en el centro son egresados de reconocidas universidades y han optado por compartir sus conocimientos con sus “compañeros de infortunio”, como suelen referirse entre ellos con afecto.
Las clases las imparten uniformados igual que los alumnos, portan un conjunto gris con una sudadera que en la espalda tiene estampado en letras mayúsculas negras la palabra “Interno”.
A pesar de ello, dirigen al grupo de personas que enfocan su atención en cada una de las lecciones que les habrán de servir para superar los exámenes e ir avanzando en los niveles educativos llámese primaria, secundaria o preparatoria.
No son docentes de vocación pero sí de convicción. Son cuatro los internos que actualmente participan como maestros en los servicios educativos que se ofrecen a los reclusos como parte del proceso de readaptación social. Por la mañana son asesores del Instituto Tamaulipeco de Educación para Adultos (Itea) y por la tarde de la preparatoria abierta que se abrió hace algunos años en el lugar.
Estos profesionistas, forjados como profesores en las celdas, por años se han desempeñado en el área educativa en donde han adquirido experiencias que jamás se imaginaron cuando gozaban de libertad absoluta, lo que es algo positivo de su condena.
‘ARMARLOS’ DE CONOCIMIENTOS
La escuela del Cedes es igual a cualquier institución educativa del país; tiene carencias de todo tipo con deserciones, ausentismo, pero también hay historias de éxito que se han logrado por el esfuerzo que directivos docentes y alumnos, han hecho.
En ese lugar los reos tienen la libertad de estudiar para regresar a las calles armados de conocimientos, con pensamientos distintos y, de esta manera, tener la oportunidad de acceder a un empleo digno que les permita estabilizarse en el plano social.
“Entre más van a aprendiendo empiezan a ver las cosas diferentes, se les dan las armas para que vean algo diferente y puedan dedicarse a algo cuando salgan”, pronuncia Rubén Rodrigo Sarabia Prieto, quien a los dos meses de haber ingresado al Cedes se le sentenció a dar clases y ahora cuenta con siete años 10 meses de servicio.
Licenciado en Sistemas Computacionales por la Universidad de Atemajac en Guadalajara, Jalisco, Sarabia Prieto, de 48 años de edad y originario de la Ciudad de México, imparte cursos de computación hasta donde lo permiten los equipos con los que se cuentan. Además es asesor del Itea y maestro de la preparatoria.
Comenta que tuvo oportunidad de ejercer como maestro un una academia, sin embargo, omitió la propuesta sin imaginarse que algún día sería el conductor de conocimientos en el Cedes.
El entrevistado enuncia que los docentes son de tiempo completo, enseñan en el Aula de Usos Múltiples, en las celdas, en los pasillos del centro de readaptación social, en donde haya un recluso-alumno que tenga alguna duda. Desde que amanece hasta el último minuto que tienen de libertad antes de volver a sus habitaciones, educan.
“Hay gente que no tiene la posibilidad de venir a estudiar porque trabaja en los talleres o en hace otras actividades, muchos de ellos estudian en su celda y luego vienen a preguntarnos y los atendemos”, dice.
Enseñar tiene su chiste y por ello es que toman los cursos que se les dan para lograr aprendizajes significativos en los alumnos brindándoles a todos la misma oportunidad de desarrollarse.
“Mucha gente me pregunta que si soy profesor de vocación les digo que aquí aprendí a dar clases, el método que utiliza es jugar con ellos y enseñarles a la vez, así es como van aprendiendo”, comentó.
‘TODOS PODEMOS APRENDER’
Algunos reclusos son presos de la idea de pensar que no son aptos para aprender, pero al adentrarse en los estudios descubren que cuentan con la inteligencia para desenvolverse en la lectura, la escritura o en el manejo de una computadora.
Arturo Jaime, originario de Monterrey, Nuevo León y egresado de la UANL en la carrera de Ingeniería Química, es otro de los maestros con una experiencia de nueve años.
A diferencia de sus demás compañeros maestros, él estuvo enrolado en las actividades pedagógicas como laboratorista de la institución pública donde culminó su preparación académica. Además de las clases que imparte también encabeza cursos de soldadura, medición y electrónica.
“Una de las cosas que tratamos es de que nuestros alumnos entiendan es que todos podemos acceder a la educación y que todos tenemos la capacidad para tenerla. Aquí tenemos un lema: todos podemos aprender”, dice el hombre de 60 años que ha estado recluido en ese sitio más de una década.
Agrega que los alumnos vienen y van pero los que realmente tienen en claro que su bienestar depende del grado de estudios que tenga no abandona los libros y se esfuerza por completar los esquemas educativos que ahí se ofertan.
Arturo Jaime dice que en su trayectoria ha constatado que la respuesta a las problemáticas sociales es la educación, el sujeto como alumno y como maestro cambia su actitud, descubre sus valores y su valor como individuo.
“Cuando uno entra aquí ya no es exactamente la misma persona es más cultivada, más educada. Hay compañeros que llegan muy ariscos y con el trato diario cambian su comportamiento; la educación nos ayuda bastante, a todos nos ayuda”, expresa.
Como todo maestro esta consiente de las necesidades del ramo en el que se desenvuelve, una de ellas es la falta de un área educativa equiparada ya que actualmente se imparten clases en el salón de usos múltiples, por lo cual incidiría positivamente que se destinara la inversión para concretarla.
EDUCAR RECONFORTA
Si los reclusos han encontrado en el estudio una manera de aligerar sus días en la prisión, los maestros han hallado en el educar un modo de revaloración de sus vidas apoyando a sus compañeros en las actividades académicas.
Y es que unos y otros, presos por diversas razones, saben que algún día habrán de recobrar su libertad, pero mientras eso sucede procuran dejar una estela de buenos recuerdos en su estadía en el centro de readaptación.
Los internos que actualmente se desempeñan como docentes buscaron la manera de enlistarse en esa área para aportar sus conocimientos y ser parte importante del soporte de los proyectos educativos que se despliegan al interior del Cedes.
“Me acerque para poder reintegrarme fue la inquietud de apoyar a la gente que no había concluido su primaria o su secundaria”, comenta Juan Carlos Tinoco Montelongo, quien es licenciado en Comercialización por parte de la Universidad Autónoma de Nuevo León .
El entrevistado comenta que se requiere de tiempo y ganas para asesorar a los estudiantes. En el lustro que ha impartido la enseñanza ha sido testigo de personas que se despojaron de su analfabetismo y ahora cursan otros grados de nivel básico, lo cual es reconfortante.
“Servir a los demás es reconfortante, te ayuda a salir adelante, cuando estas afuera no tomas en cuenta muchas cosas pero cuando llegas aquí valoras lo que sabes y lo compartes”, señala.
El mayor reconocimiento que han tenido estos maestros, equivalente al de un profesor que se le entrega una manzana, es que los reos que han salido libres regresan a dar las gracias porque el apoyo que recibieron les sirvió para elevar su nivel de estudio y han tenido la oportunidad de encontrar un empleo.
Tinoco Montelongo coincide con sus demás compañeros que solo dejarán la enseñanza en ese lugar cuando salgan por la puerta principal del reclusorio, esa será su jubilación, en tanto se mantendrán al pie del pizarrón dirigiendo hacia el conocimiento al batallón.
“Me siento muy augusto y estoy bien, todo el tiempo que vaya a estar aquí voy a estar trabajando en ayudar a más gente. Hay gente que salido libre y regresa de visita para recodar los buenos momentos no todo es tristeza en este lugar”, comenta.
LA LIBERTAD DE ESTUDIAR
Cuando Celso García Hernández ingresó al Cedes de Reynosa hace siete años, no contaba con ningún nivel educativo, ahora después de algunos años de dedicación ha concluido su educación primaria y secundaria mediante el Itea. Ese logro no le bastó, ahora cursa el segundo semestre de la preparatoria.
Originario de Tuxpan, Veracruz, pero radicado en Reynosa desde el año de 1990, este hombre de 57 años es un ejemplo para los jóvenes de la penitenciaria por su constancia en sus estudios.
Cuenta que al ser remitido a este lugar imaginó que sus días transcurrirían encerrado en una celda sin la posibilidad de realizar alguna actividad, sin embargo, estaba equivocado: la libertad consiste en el estudio.
“Estamos privados de la libertad, de andar libres afuera, pero aquí estamos libres y podemos estudiar y superarnos con los medios que tengamos”, dice.
Comenta que la asignatura que más se le dificulta es inglés pero que las Ciencias Sociales son su materia predilecta. Reconoce la capacidad y el empeño de sus maestros en los aprendizajes que ha adquirido junto con sus compañeros.
Asegura que su meta es terminar la preparatoria ya sea dentro de las instalaciones del Cedes o fuera de ellas si recobra su libertad, pero que no va dejar inconcluso algo que comenzó y que no había tenido oportunidad de hacerlo en el otro periodo de su vida.
“Si Dios me presta vida y el tiempo que nos falta estar aquí si podemos terminar la preparatoria la terminamos y si no afuera la concluimos. Para mí sería un orgullo, para mi familia también y creo que para la juventud sería un ejemplo”, pronunció
EL SIGUIENTE ESCALON
Datos proporcionados por la dirección del Cedes Reynosa, revelan que 103 personas cursan los diversos niveles educativos que se ofertan como medida para lograr la readaptación integral de los internos.
El área educativa es operada por el Departamento de Educación Cultura y Deporte, al que le concierne realizar diversas actividades diseñadas a manera que la población recluida, la cual sobrepasa los mil 500 reos, pueda participar en alguna de ellas.
En entrevista para Hora Cero, el director del centro, Inocencio Almazán Monroy, expone que se han tenido aciertos en esta área pero que requieren ampliarla para fortalecer la oferta educativa.
“En el área educativa tenemos hasta preparatoria pero hay internos que tienen este nivel, vamos a tratar de implementar una carrera profesional. Tenemos que hacer varias gestiones pero esperamos tener una respuesta positiva”, dice.
Comenta que no hay certeza del tiempo que pueda transcurrir para poder lograr el objetivo, sin embargo, reitera que se hará la propuesta ante los órganos rectores para conseguirlo y de esta manera incrementar la educación que se imparte detrás de los muros del Cedes.