
A los 15 años Rolando inició su agonía a causa de su adicción a los solventes, la marihuana y el alcohol. La depresión provocada por un problema de salud y la amputación de su pierna lo llevaron a buscar equivocadamente un consuelo entre las drogas.
Al enterarse de que su extremidad derecha sería amputada por un tumor cancerígeno, se sintió una persona desahuciada y encontró un refugio en la drogadicción.
“Estaba muy frustrado porque ya no podría practicar deporte ni ser una persona normal. Pudiera decir que fue una fuga para mi problema de salud y la depresión, ya que era muy difícil aceptar que me cortarían la pierna desde la rodilla.
“Estaba tan abrumado que rechazaba cualquier ayuda, incluso no quería utilizar la prótesis ni tomar los tratamientos médicos porque sentía que mi vida no valía nada”, narró el joven de ahora 29 años.
Sin embargo, las sustancias ilegales que consumía lo fueron hundiendo en un laberinto de conflictos, que en lugar de ayudarle a olvidar sus problemas los resaltaban haciendo cada vez más grande el daño que se hacía a sí mismo y que le generaba a su familia.
“Lo que inhalaba o fumaba no me ayudó a olvidarme de mi situación, incluso fue mucho peor porque las drogas me estaban afectando física y psicológicamente, además de que también perturbaba a las personas que me rodeaban”, indicó.
Rolando compartió que las adicciones lo alejaron de sus padres, hermanos y amigos que intentaban constantemente separarlo de los vicios.
“Un día mi familia se cansó de rogarme y de proporcionarme su ayuda. Era muy rebelde y quise hacer mi vida como creía que estaba bien. Siempre andaba metido en problemas, robando, mintiendo y buscando drogas en la calle, sin importar lo que tuviera que hacer para conseguirlo”, recordó.
Un ‘despertar’
Durante siete años estuvo refugiado en los vicios y mendigando en las calles de Coahuila hasta convertirse en vagabundo que pedía dinero para seguir consumiendo marihuana, solventes y alcohol.
“Soy nacido en el Estado de Puebla, pero crecí en Coahuila a donde me llevaron mis padres desde chico. Sin embargo, la drogadicción me trajo hasta la frontera convertido en un pordiosero que dormía en las calles, sin importar la ciudad y el lugar; si era de día o de noche, ya que solamente buscaba a personas que me pudieran dar drogas”, relató.
Rolando se quedó solo a causa de su adicción y las malas decisiones en su vida que lo llevaron a perderlo todo. Fue necesario que tocara fondo y resintiera la soledad para aceptar que requería del apoyo de un grupo especializado.
Desde hace seis años fue internado en el Drogadictos Anónimos Grupo Despertar de Reynosa, a donde llegó prácticamente muerto, sin ninguna ilusión de vivir y menos de rehabilitarse.
“Tan afectado estaba que no quería saber nada de la vida. No aceptaba que necesitaba ayuda porque como todo drogadicto sentía que podía controlarlas y que las drogas no me perturbaban”, refirió.
Recordó que los primeros días de internamiento fueron complicados ya que difícilmente un drogadicto admite que tiene problemas de adicciones.
“No es fácil comprender que tienes una adicción y más, aceptar que necesitas apoyo profesional. También te perturba el hecho de reconocer que hiciste daño a tus seres queridos y ver como vas perdiendo tu la familia. A los 22 años llegué al centro de apoyo convertido en una piltrafa humana para someterme a la rehabilitación que tanto necesitaba”, recordó.
Al encontrarse con personas que como él se refugiaron en las drogas y escuchar de sus experiencias vividas por la drogadicción, le ayudaron a Rolando a intentar comenzar una vida nueva.
“Aquí me enseñaron a recuperarme. Encontré ayuda con personas que habían pasado por las mismas circunstancias que también padecí, además me daban consejos para mejorar mi vida”, comentó.
Después de los tres meses de rehabilitación, el joven decidió quedarse internado para buscar cambiar su forma de actuar y pensar, además para mantenerse alejado de los vicios.
“Comencé a darme cuenta que mi realidad era la soledad y que las drogas solamente me hicieron daño, que yo mismo me estaba destruyendo en vida”, narró.
Dentro del Grupo Despertar, ubicado en la colonia Narciso Mendoza de esta frontera, conoció otro tipo de vida donde podía sobrevivir sin drogas.
Al paso de los meses y de los años fue cambiando su forma de ser para poco a poco transformarse en una mejor persona que ahora busca ayudar a los jóvenes que llegan con el mismo problema que tuvo tiempo atrás.
“Me han enseñado que puedo lograr muchas cosas. Me apoyaron a estudiar la secundaria y la preparatoria.
Principalmente es que cambies tu forma de pensar y aunque lleva su tiempo, si se puede”, mencionó.
Actualmente sirve como ayudante de la oficina en el grupo y se encarga de recibir a los nuevos integrantes y brindar información a las personas interesadas.
“Es muy satisfactorio ser un testimonio viviente de que se puede cambiar la vida de un drogadicto. Algunos compañeros llegan renuentes y esa también es una labor importante el convencerlos de quedarse a fin de que logren cambiar su estilo de vida”, comentó.
Hace dos meses Rolando concluyó su educación preparatoria y su deseo es continuar estudiando una carrera universitaria en Diseño Gráfico.
Al igual que él, tres compañeros más están por culminar sus estudios de bachillerato y también se encuentran entusiasmados por continuar su preparación universitaria.
“Aquí me han apoyado a mí y a todas las personas que lo desean a salir adelante y prepararse académicamente. Además llevamos un taller de panadería y otros oficios que les permiten trabajar por si mismos o en algunas empresas al salir rehabilitados del centro”, compartió.
En carne propia
Iván Palomares, como sus compañeros del Grupo Despertar, se involucró en el mundo de las drogas desde los 15 años de edad inducido por supuestos amigos en León, Guanajuato.
“Había personas que me invitaban drogas y al no acceder me tildaban de marica y me hacían burla. Con tal de sentirme ‘integrado’ y parte de este grupo de amigos, inicié el consumo. Al principio por juego y curiosidad porque me decían que probara un cigarro de marihuana vería elefantes rosas y se me olvidarían los problemas”, indicó.
Sin embargo, dijo, es totalmente falso porque al paso del tiempo se cae en la cuenta de que todo es una mentira y que los problemas ahí siguen, además del remordimiento de los momentos amargos que provoqué a mis padres y a mi familia.
La desesperación de su madre al observar que su hijo se consumía con el paso de los días hizo que lo llevara con psicólogos, doctores y a centros de integración; incluso lo internaron en un centro psiquiátrico a los 16 años pero nada funcionaba.
“La droga despoja de la voluntad de los sentimientos y estás muerto en vida. Llegué a grado de defender mi drogadicción hasta la locura. Nos convertimos en chantajistas, mentirosos y egoístas hasta que solamente ocupas un lugar en el mundo con el objetivo de consumir sustancias; prácticamente eres un muerto viviente”, indicó.
Y aunque su madre siempre lo aconsejaba, al verlo sufrir caía en sus chantajes y conseguía dinero que utilizaba para comprar enervantes.
Su padre, al contrario, deseaba que agotara su capacidad de sufrimiento y desesperación para que reconociera su problema.
“Ellos deseaban que despertara de esa pesadilla y aceptara la ayuda”, recordó.
A los 17 años, después de consumir a diario marihuana y pastillas, fue internado en el Drogadictos Anónimos Grupo Despertar, A.C. en Reynosa y en la Ciudad de México donde recibió atención por dos años y logró dejar las adicciones.
“A la gente que no consumía drogas los veía como tontos porque no sabían de la vida. Toda mi actividad y mi vida era alrededor de la misma adicción.
“Nunca entendí el dolor de mi madre al verla sufriendo por mis actos y encontrarla cada noche con el rosario en la mano rezando por su hijo. Fue una situación muy desagradable que después de mucho tiempo comprendí”, indicó.
Al concluir su rehabilitación llegó a Reynosa a los 20 años para refugiarse en Drogadictos Anónimos Grupo Despertar, A.C. en Reynosa y actualmente sigue en rehabilitación y es voluntario.
“Hoy en día por agradecimiento estoy sirviendo en el albergue porque estaba muerto en vida. Nunca imaginé que iba a poder sobrevivir y valorar lo que actualmente tengo: mi vida, una familia y amigos”, señaló.
Drogadicción, ¿una enfermedad?
El presidente del Drogadictos Anónimos Grupo Despertar, A.C. en Reynosa, Iván Palomares, aseguró que la drogadicción no es un vicio como comúnmente se le conoce, se trata de una enfermedad sin cura, progresiva y mortal.
“Es incurable porque hasta ahora no han encontrado la forma de aliviar esta perversa enfermedad ni la mejor clínica ni el mejor doctor, ni siquiera nosotros tenemos la patente de curar personas con problemas de drogadicción, pero si podemos comprobar la eficacia de este programa ya que muchos de los que militamos nos hemos podido liberar de la esclavitud de las drogas”, explicó.
Actualmente en Reynosa son 35 los jóvenes internados en el grupo, además de otros 45 que terminaron su periodo de tres meses pero llevan una secuencia de su recuperación.
Detalló que en el grupo no se trata solamente de que dejen las drogas sino que
encuentren una mejor forma de vida.
Dentro de la asociación se manejan cinco puntos principales para la rehabilitación:
Aceptación: Si la persona no acepta que la droga lo ha postrado de rodillas, no tiene caso que esté en Drogadictos Anónimos. Primero tiene que aceptar que no pudo, no puede y no podrá salir adelante sin ayuda.
Catarsis: El vómito de las emociones vividas. Diariamente se reúnen en una sala de juntas donde externan sus experiencias de dolor y superación. Se le considera un lugar sagrado por lo que comparte cada compañero.
Creer: Es indispensable depender de un poder superior. En el grupo sin entrar en religiones se le inculca al paciente vaya entendiendo que a través de Dios o ser supremo encontrará una mejor forma de vida.
Integración: Es importante aprender a relacionarse con la demás personas, muchas veces consumen drogas porque son personas acomplejadas que se aíslan y se esconden.
Transmitir el mensaje: Es necesario que se propague que se puede salir de las drogas con apoyo de personas que también lo padecieron y con gran voluntad.
La responsabilidad y el perdón
“Trabajar en la rehabilitación de un drogadicto es sentarse en un barril de pólvora porque no sabemos como va actuar o reaccionar”, aseguró Iván Palomares.
“Sabemos que en su desintoxicación existe un neurótico en potencia al que se le quita la droga de tajo y es estar batallando para que se mantenga sin consumir. Es difícil hacerle ver y entender que tiene que obedecer y ser disciplinado”, precisó.
En el grupo se aceptan jóvenes desde los 17 años en adelante y de cualquier adicción, sea alcohol o droga. La persona que desea internarse en el grupo tiene que ser acompañado de un familiar; durante un mes se mantiene alejado de todo para posteriormente tener un encuentro con la familia a fin de decidir quedarse o no durante tres meses más.
En Drogadictos Anónimos Grupo Despertar, A.C. en Reynosa todos los servicios son gratuitos; no se pide dinero para el mantenimiento del albergue, sino que solventan sus gastos mediante la venta de producto que dignamente elaboran en su taller de panadería.
“Vendemos el pan a diversos negocios y hoteles, además surtimos a maquiladoras y restaurantes. Muchas veces cuando andamos en las calles ofreciendo el pan o las galletas nos topamos con personas desesperadas que nos saben que hacer con su familiar drogadicto y les damos una alternativa de vida en el Grupo Despertar”, señaló.
Explicó que dentro del centro y del grupo existen reglas de permanencia, aunado a la labor diaria de convencerlos de continuar su tratamiento y sobrevivir.
Cada uno de los integrantes tienen sus responsabilidades dentro de la casa, además tienen un compromiso con los nuevos integrantes, lo que los hace recordar cuando ellos llegaron en esas condiciones.
“Nos levantamos desde las 6:30 de la mañana, iniciamos el día haciendo oración y preparando el desayuno; posteriormente nos repartimos el aseo de la casa para más tarde realizar las juntas de estudio donde compartimos las experiencias. Ya por la tarde tenemos terapias deportivas y ocupacionales”, explicó.
En el albergue están personas que ya superaron la drogadicción pero que continúan en rehabilitación y apoyando la causa, ya que saben lo que siente el joven cuando se une al grupo.
“La desesperación, rabia, incomprensión, depresión y demás sentimientos que los hace creer que no deben de estar aquí y quieren regresar a las calles y a las drogas”, dijo.
Señaló que muchas veces se llegan a justificar diciendo que no los comprenden, sin embargo, en el grupo existen personas que ya pasaron por esa situación y a quienes no podrán engañar.
“En este lugar encontré compañeros que me comprendían y que sabían lo que estaba pasando durante mi desintoxicación. Después de tiempo también encontré amigos de verdad y aprendí que alguien me hiere con la verdad no me destruye con la mentira”, compartió.
Recalcó que lo más fuerte de la recuperación es la catarsis, el saber expresarse y compartir con los demás todas las malas experiencias por la drogadicción.
“En esta etapa Dios ya te perdonó y lo importante es ir sanando para cambiar tu juicio y actitudes que te llevaron a hundirte en la drogadicción”, citó.
Actualmente Drogadictos Anónimos cuenta con 32 grupos en diferentes entidades de la República Mexicana.
En Reynosa en noviembre, el Grupo Despertar cumple 21 años brindando apoyo en la frontera a más de 150 personas con adicciones por año.