Don Máximo Vera Garza ha dedicado casi 20 años de su vida a plantar árboles de varias clases con recursos propios. Él mismo construyó un sistema de riego con el que alimenta a más de 300 ejemplares. Aparte, colocó bancas y gracias a su trabajo es que este parque existe.
Plaza ‘La Amistad’, como él la bautizó, se localiza en las calles Sierra del Humo, Sierra Morena, Peña Nevada y Cananea Sur de la colonia Las Fuentes sección Lomas en Reynosa.
Es un espacio único en la ciudad que resalta entre la fisonomía semidesértica de la región noreste de Tamaulipas, ya que en casi dos décadas pasó de ser un terreno rústico de agostadero, a un oasis de sombra y armonía, donde ahora coexisten diferentes especies de plantas, árboles y se escucha el canto de las aves que retozan en la vegetación.
Aunque es un sitio público, muy pocos en Reynosa lo conocen, pero existe gracias a los cuidados de una persona de la tercera edad, a quien se le debe haber dedicado 18 años de su tiempo, de día, e incluso de noche, a sembrar árboles y proteger este parque.
A sus 79 años cumplidos don Máximo Vera Garza es el responsable de que esta plaza sea un sinónimo de vida y oxígeno, así como un agradable refrigerio para mitigar los fuertes calores que predominan en la región.
Y no solamente por la protección que brindan las sombras, sino que debido a su exuberante belleza, ‘La Amistad’ es un atractivo para la vista; para caminar, relajarse, convivir con la naturaleza, aprender de los diferentes grupos de árboles que tiene y
ocasionalmente probar de sus frutos.
En este huerto hay desde manzanas, peras, naranjas, aguacates, limones, tamarindos, mangos y ciruelas, hasta nísperos, chirimoyas, pingüicas, pistachos, higos y nueces, además de otros árboles que están por germinar frutos, sin considerar aquellos que son ornamentales.
LA PLAZA ES SU VIDA
Todas las tardes don Máximo cruza la calle de su casa para regar sistemáticamente los árboles que ha sembrado. Algunos como los olivos y el guamuchil han crecido tan alto que sobrepasan ya los ocho metros.
Y a pesar de que este anciano no tiene el mismo vigor que cuando inició con esta labor (pues su caminar es cada vez más lento e, incluso, batalla para poder escuchar), no hay día que deje de hacer lo que más le gusta: proteger las especies que adornan este rincón de la ciudad.
Su gusto por la naturaleza comenzó en la infancia. Mencionó que prácticamente toda su vida la ha pasado en Reynosa, aunque nació en un rancho del municipio de General Bravo, Nuevo León.
Siendo un niño aprendió de su padre sobre los cuidados de las plantas y los animales domésticos. En Reynosa él y sus hermanos acudían a la escuela, pero también criaban chivos, porque era el sustento de la familia.
Ya de grande se dedicó al comercio y tiempo después instaló una lavandería en la zona centro de la ciudad (de la cual se encarga hasta el día de hoy, en un trabajo que combina atendiendo los árboles).
Cuenta que cuando cumplió 60 años se mudó a la colonia Las Fuentes sección Lomas. Y aunque ya estaba en edad avanzada a partir de entonces su vida, afirmó don Máximo, tomó un giro muy positivo:
La vista frontal de su casa quedaba hacia un parque. Ahí estaba asentada la constructora que edificó esa zona habitacional, pero al retirarse la empresa el terreno que quedó abandonado y nadie se encargó de mejorar su aspecto.
Fue así que este hombre con conocimientos de campo decidió comenzar a quitar el monte y sembrar diversos géneros de plantas y árboles.
Primero había colocado tres rosales en la jardinera de su domicilio y posteriormente cruzó la calle para plantar un ébano.
Nadie se imaginaba en lo que años después se convertiría este lugar, porque aquella noble acción –cuidando que no se marchitara el pequeño arbusto– comenzó a ser el motor que lo mantendría motivado durante todos estos años.
“Cuando yo llegué aquí no había árboles…, puro zacate buffel. Era como un rancho en realidad”, reconoció.
Mientras señala con su mano un palo de olivo que asegura no tarda en dar aceitunas, el anciano le muestra contento el lugar al reportero.
Y agregó: “Se quedó un árbol aquí que no es grato para una plaza, el ‘dormilón’ y está levantando la banqueta, mira… quizás para un rancho sí, pero aquí genera pura basura, sin negar que también da sombra, pero no es ideal para un parque”, comentó.
De ahí en fuera, toda la plaza está repleta de una bella vegetación y árboles con frutos.
“Yo decidí meterme a la plaza porque nadie le hacía caso y es triste decirlo, pero hasta la fecha no hay quien quiera aportar algo, ni siquiera traer un árbol o ayudar a limpiar.
“Esas bancas me costaron a mí tres mil pesos cada una. Eran ocho, pero ya quedan cinco, porque si no las golpea un carro se las llevan”, lamentó.
‘EL AGUA ES CLAVE’
Al día de hoy don Máximo se mantiene cuidando más de 300 árboles en la plaza “La Amistad”, la cual posee una superficie de aproximadamente una hectárea.
Pero en una zona semiárida como Reynosa y con un suelo predominante de caliche (que no es una tierra propia para sembrar), el mérito de este abuelito es que sus plantaciones crecen de manera espectacular.
A esto hay que agregarle que ha trabajado muchas horas en la plaza y gastado su dinero en ella. El sistema de irrigación él mismo lo elaboró y colocó de manera subterránea, conectado a varias tomas.
Los tubos que llevan el agua se asoman cerca de los troncos con un pequeño chorro, suficiente como para lograr de un terreno seco un huerto exuberante y creciendo.
“El árbol que se planta aquí tiene que estar húmedo siempre para que pueda fortalecerse, porque este terreno está compuesto de puro caliche, hay poca tierra, es escasa.
“Yo me pongo a chapolear o tengo que pagar, pero como son 300 árboles es mucho trabajo para mí”, refirió el hombre que suele alimentarse de los frutos de su trabajo.
“Estoy comiendo ahorita unas nueces que recogí hace rato, aquí traigo unas poquitas (sonríe). Pero de este lugar he comido naranjas, guayabas, limas, manzanas, peras.
“Vienen los colonos y también las consumen. Yo no me fijo en que se coman la fruta, pero quiero pedirles que cuando agarren una no estiren las ramas hacia abajo, sino a los lados, para que los árboles crezcan y no se cuelguen”, expresó don Máximo.
A cada uno de ellos este vecino les ha colocado una cubeta para protegerlos mientras se encuentran en edad temprana.
UN HERMOSO PARQUE, PERO…
Este hombre que está cercano a los 80 años de edad dijo sentirse agradecido con Dios por permitirle disfrutar de la sombra y las frutas de la plaza, que le ha cambiado el rostro a esta zona de la ciudad.
Sin embargo, reiteró su preocupación porque si no es por él nadie se involucra en esta labor de cuidar el parque y los árboles, ni los vecinos ni mucho menos los gobiernos.
“Voy a solicitar un chapoleo y vienen a los tres meses. Lo único que le pediría al ayuntamiento es una persona que me ayude un día o dos a la semana para poder preservar esto.
“Yo veo que en la plaza Hidalgo (en la zona centro) hay hasta cuatro a cinco trabajadores y sinceramente no es un espacio para que tenga a tanta gente trabajando ahí, pues es más chica que ‘La Amistad’.
“Falta que el día que se llegue a inaugurar esta plaza, si quiere el municipio o la colonia cambiar de nombre que lo cambie, no hay problema, pero al menos les pido que vean las necesidades que hay.
“Lo entendería si Reynosa tuviera 200 plazas, pero en realidad son islotes, triangulitos, detallitos muy chicos, por eso es que se requiere apoyo”, manifestó.
Aseveró que el problema es que no hay nadie en la colonia que sepa siquiera donde está una toma de agua para regarlos.
“No le ponen cuidado e inclusive poco platico con alguno de los vecinos, porque no se arriman y yo digo, qué les voy a andar viendo, sino tienen ganas.
“Sinceramente da lástima, pero yo por eso no me voy a rajar y tengo que seguir adelante. Una porque creo que Dios me ha puesto aquí y estoy convencido”, aseguró.
CON ÁRBOLES DE ASIA, ÁFRICA Y EUROPA
Muy contento don Máximo hace alusión a la vegetación que está representada en esta plaza de Reynosa.
“Mira esta palma imperial, no se encuentra en ningún otro parque de Reynosa. Tengo otros árboles que vienen de África y de Asia, por ejemplo unos pirulos japoneses, hay aquí entre seis y ocho”, destacó.
–¿Cómo le ha hecho para conseguirlos?
“Buscándolos en viveros, saliendo a pasear o cuando voy de viaje si veo un árbol que me gusta me lo traigo, sea caro o barato. Hay dos tipos, el que viene con semilla y con poda”, ilustró.
Mencionó que aunque para él no es difícil, ninguno de sus árboles es injertado, así que la gran mayoría lo ha sembrado con semilla.
“Éste, por ejemplo, se llama pingüica, es muy bueno para las enfermedades de los riñones, o el cenizo, que es regional es muy eficaz para atender la tos. Aquí hay una gran cantidad de árboles que sirven para cuidar la salud”, ponderó.
Dijo que tenía un eucalipto, pero se le marchitó, porque las especias vegetales también se enferman o les cae plaga.
“En Querétaro hay muchos, unos se secan y otros están muy bonitos. Yo le echaba la culpa a que se lavaban, pero en realidad se secan de arriba hacia abajo a causa de una enfermedad”, agregó.
–¿Qué es lo que ha aprendido en estos casi 20 años cuidando aquí?
“A querer la naturaleza, a cuidar estos árboles para las futuras generaciones. Este es un lugar en donde vengo a tomar la sombra y a leer el periódico Hora Cero. Encantado me pongo a hojearlo aquí, porque después de que nos lo regalan sería muy impertinente uno en no leerlo”, aeguró.
Otras de las especies que hay en este parque, dijo, son las palmas, los limones sin semilla y los nísperos.
“Son árboles frutales muy sabrosos. Tengo también un tulipán que viene de África. Esa clase de árboles florean muy bonito y echan mucha sombra.
“Necesitamos cuidarlos mucho del hielo porque son tropicales, hay que taparlos y si es posible hasta ponerles calentadores, si quiere uno que perduren. Para eso hay que gastar y estirar el cordón. Este árbol ya estaba más grande, pero vino la helada con nieve y le afectó, aunque afortunadamente retoñó.
“Tengo otros árboles que vienen de Tabasco. También hay palmas de dátiles. De varios géneros hay un aproximado de 26 palmas”, enumeró don Máximo.
De Toluca, Estado de México, trajo un maguey que, dijo, es el ideal para el pulque. Todas y cada una de las plantaciones las ha comprado con su dinero.
“Por ejemplo la palma imperial de 40 centímetros de alto me salió en 180 pesos. Había otras más grandes hasta de mil 500 pesos. Esta palma es hija de una de aquellas que tengo más grandes. Son sacadas chiquitas y transplantadas aquí”, afirmó.
Don Máximo tiene aquí también el árbol “Bronco” o “Potro”, que es regional de Tamaulipas y de los que casi ya no existen, advirtió.
“Tengo también álamos, olmos, cepillos, palo blanco, que es un gran árbol también para sombra; alamillo, que da una cara verde y una blanca; álamo americano, álamo mexicano, manzano y chabacano.
“Sembré nopales de tuna de San Luis y el neem, la farmacia del pueblo (risas). Ahí están las granadas. Ese árbol que ves ahí es el tule, el que está en Oaxaca.
“Esa es la moringa, para bajar los niveles de azúcar en la sangre. Sus hojas no son amargas, hagan de cuenta que comen verduras. Rosales hay un aproximado de 40”, explicó.
Don Máximo tiene también en este parque mandarinas, aguacates, parras e higueras.
“Hay macadamia, la nuez más fina que hay, viene de por allá de Japón. Es una chulada. También ébano, que es un árbol regional y la anacahuita. Tengo una guayaba de cáscara dura, como para almíbar, mora y fresnos.
“Tengo toronja, jacaranda, pinos; guamúchil hay tres, a la gente le gusta mucho la fruta de ese árbol. Aquí no había árboles, es un sacrificio y hasta le ruego a Dios que nunca llegue aquí un huracán a tumbarlo todo, porque ha sido mucho el esfuerzo y no es cualquier cosa lo que yo me he chingoteado aquí”, confesó.
Después de pasar un ameno día con don Máximo recorriendo la plaza “La Amistad”, hizo patente su deseo de que el artículo de Hora Cero sirva para ayudar a crear consciencia y que las autoridades, los colonos del lugar y la comunidad en general protejan este lugar único en Reynosa, el cual requiere de mantenimiento y de la construcción de varias banquetas para que la gente no maltrate las áreas verdes.
Everardo Cortez, uno de los vecinos del sector manifestó que don Máximo es una persona ejemplar que se ha tomado el tiempo para cuidar del parque.
“Ha hecho un trabajo excelente, gracias a él tenemos una hermosa plaza. Se ha pulido en todo. Hay mucha variedad de árboles frutales, las palmas bien distribuidas. Don Máximo merece todo nuestro reconocimiento.
“Yo quiero en una oportunidad de ir al cabildo a sugerir que le cambien el nombre a la plaza y que le pongan su nombre. El reconocimiento en vida, yo creo que sería lo mejor”, expresó.
Pero el hombre, que a sus 79 años tiene una agradable forma de ser, más que pedir un reconocimiento, lo que busca es que este lugar sea primeramente protegido y que sirva como ejemplo para poder extenderlo a otras plazas de la ciudad.
Si en 18 años aquí no había nada, más que una extensión de terreno árido, ahora predomina la vida y la belleza de la vegetación, gracias a la acción de una sola persona de la tercera edad ¿cuánto más podría cambiar la ciudad con el apoyo de la comunidad? es una de las preguntas obligadas.