
Tras la puerta de tela que da entrada a la sala de su casa, la silueta de una de las leyendas vivientes del diarismo en la frontera se asoma y cortésmente invita a pasar.
A tres meses de haberse retirado, Anacleto Garza de la Garza ha durado por primera vez mayor tiempo en su hogar que en el trabajo mismo, al cual le dedicó más de cinco décadas ininterrumpidas.
Sabedor de la importancia de tomarse un descanso permanente a los 71 años de edad, el ex jefe de producción de El Mañana de Reynosa, le puso fin a una intachable trayectoria que el mismo define como ‘inolvidable’.
“Fue toda una vida de trabajo y anécdotas, pero sin dudas para mí el momento más importante ha sido el avance de la tecnología, de haber empezado con los sistemas más rudimentarios separando letra por letra”, explicó.
Don Cleto, como también es conocido, agregó que en ese renglón su vida está estrechamente ligada a la familia Deándar, por el apoyo que siempre se le brindó.
“Sus integrantes me tomaron una gran confianza y cariño. Puedo decir que para ellos fui absoluto y la prueba son los años que estuve desempeñando mi labor dentro del diario”, dijo.
Como dato humorístico este prensista describió las veces que don Heriberto Deándar Amador (el fundador de la empresa editora) solía bajar descalzo de su casa a las instalaciones del periódico y el personal le hacía bromas constantes.
“Como el plomo era caliente le dejábamos lingotes de asbesto en el suelo que pisaba y salía corriendo. Nos decía jugando: hijos de su ma…”, recordó entre risas.
Don Cleto hizo referencia a los años cuando los empleados del taller debían andar sin camisa, porque los crisoles donde fundían el plomo –a 500 grados de calor– los sofocaban.
“El horario era muy pesado, por lo cual teníamos siempre un recipiente con agua y hielo, pero para poder aguantar las jornadas de trabajo le vertíamos unas pastillas llamadas bencedrinas. Eran una especie de psicotrópico con el que se alivianaba uno.
“Don Heriberto bajaba y le entraba al agua sin saber lo que los muchachos le habían echado, entonces se transformaba y se ponía a trabajar con nosotros y a corregir errores. Fueron un montón de historias y satisfacciones las que vivimos juntos, al lado también de Heriberto chico, del licenciado Orlando, de Brando y de Beto Deándar Robinson desde luego”, continuó.
SUS INICIOS
Originario de General Terán, Nuevo León, Don Cleto relató que su primer contacto con un periódico ocurrió en 1952, cuando trabajó como papelerito a la edad de 14 años.
En esa época, dijo, las primeras planas las ocupaban noticias como las del asesinato del famoso pistolero Dimas de León en Matamoros, los cruentos combates con los hermanos “Fierro” y memorias de la Segunda Guerra Mundial.
Al abrirse una oportunidad dos años más tarde, el todavía joven, ingresó como ayudante de linotipista a El Mañana de Nuevo Laredo, para meses después ser transferido a Reynosa. Su tarea era elaborar la tipografía (letra) mediante un sistema caliente a base de plomo.
“En aquel entonces no había rotativas sino una prensa que se llamaba la rotaplana, la cual ocupaba a lo mucho unos cinco o seis metros de espacio. Era una de las élites del periódico”, evocó.
Visiblemente nostálgico, don Cleto mencionó que inicialmente El Mañana se componía de cuatro páginas, las cuales se introducían a una plancha para luego imprimirse dos caras primero y posteriormente las dos restantes al darle la vuelta.
“Eran tiempos cuando la ciudad terminaba donde está el Hospital del Issste. Don Heriberto Deándar Amador en plan de progreso fue ampliando su sistema de tecnología hasta adquirir una rotativa del tamaño de las actuales.
“Había unos 25 trabajadores para toda la composición del periódico. Entrábamos a las tres de la tarde y a las cinco de la mañana ya íbamos de salida, eran jornadas largas en comparación a las de hoy”, matizó don Cleto.
DE LA PRENSA PRIMITIVA A LA COMPUTARIZADA
Al ganar prestigio El Mañana de Reynosa, este hombre de blanca piel y gafas fue asignado jefe de producción en el año de 1966, cargo en el que le tocó mirar la evolución de las máquinas con las que se hacía el diario.
“Recuerdo cuando llegaron las primeras computadoras que redujeron considerablemente los tiempos de producción. La tipografía se pasaba a la máquina de escribir y luego los ponchadores hacían una cinta perforada y ésta entraba al ordenador que producía 40 líneas por minuto.
“Más tarde falleció don Heriberto Deándar Amador y su hijo Heriberto tomó las riendas del periódico. Con él hicimos un equipo casi militarizado de El Mañana de Reynosa, con personajes como Arturo Cantualla Soto (recientemente fenecido) y Rodolfo Heredia, haciendo si no un emporio, sí un medio de información muy fuerte en la entidad hasta la fecha”, ilustró.
Entre otras alegrías que como trabajador de El Mañana de Reynosa, don Cleto afirmó que fue haberle dado educación a sus cuatro hijos, a quienes procreó con su esposa Manuelita Mendoza de Garza.
Así como ocupar la secretaría de Acción Política del Comité Ejecutivo Nacional del Sindicato Industrial de Trabajadores de Artes Gráficas.
“Fue una vida feliz a lado de los Deándar, a quienes les estoy profundamente agradecido. Actualmente disfruto de mi tiempo, acabo de volver de Las Vegas, Nevada y sigo visitando el negocio.
“Por supuesto extraño a toda la gente y le doy las gracias a todo el personal con el que conviví tantos años. Desde que se hacían 500 ejemplares, hasta hoy cuando son 40 mil y se cuenta con más de 400 trabajadores”, aseguró.
Portador de buena salud, Don Cleto deseó que la empresa de sus amores siga progresando para lo cual, añadió, existe excelente material humano. Mientras tanto, su relación con ésta termina en medio de elogios y buen sabor de boca.