Inmigrantes mexicanos que hace muchos años cruzaron el río Bravo para intentar vivir el ‘american dream’, fueron despertados de pronto y deportados por las autoridades de migración, propinándoles maltratos y dejando atrás una vida de trabajo
y una familia…
Golpeados, friolentos, fracturados y con sus sueños rotos, así fue como llegaron los primeros deportados de la era Trump por este puente fronterizo y con la primera oleada de connacionales de inmediato la Casa del Migrante lanzó un SOS, pues no se van a dar abasto para recibir a miles de indocumentados.
Ponciano Degante Diego uno de los primeros 150 deportados por el presidente Donald Trump narró la forma en que fue detenido en el Estado de Carolina de Sur lugar donde pasó los últimos 9 años y tres meses como ilegal.
“Iba yo en mi camioneta para mi trabajo y una patrulla me detuvo y me pidió la licencia de manejo, documento que no llevaba entre mis pertenencias. De inmediato me entregó la ticket (multa)”.
Degante Diego comentó que el primer oficial tras endosarle la multa a su camioneta lo dejó ir, pero al mismo tiempo que la patrulla se retiraba llegó otra, pero en ella venían unos agentes de migración y le pidieron que demostrara su legal estancia en Estados Unidos.
“Como les dije que era ilegal y que no tenía papeles de inmediato me esposaron y me subieron a la patrulla y atrás quedaron 9 años y tres meses de trabajo en una fábrica de ropa donde era supervisor”.
El deportado expresó que ya le iban a dar la “green card”, pues automáticamente a los 10 años de trabajar en una empresa en Estados Unidos te otorgan la visa de trabajo y solo le faltaban unos cuantos meses, para poder estar legalmente en los Estados Unidos.
“Les explique donde trabajaba y que sólo me faltaban unos cuantos meses para que me dieran la visa de trabajo, pero los agentes de migración no entienden razones y me llevaron a un centro de reclusión en Carolina del Sur y a los dos días me llevaron hasta Atlanta”.
Externó que alcanzó a llamar al Consulado y con sus familiares para que fueran a recoger la troca en la que había sido detenido, para que la vendieran, sus familiares le llevaron algunos documentos, como recibos de agua, luz y la credencial del INE, así como comprobantes del salario que recibía en la fábrica.
“Muy tempranito por la madrugada, entraron varios agentes al centro de detenciones de migrantes, a empujones nos subieron a un autobús y todos mis documentos y comprobantes se quedaron allá, ahorita no tengo ninguna identificación” dijo preocupado el deportado originario de la Ciudad de México.
Explicó que ya se puso en contacto con sus familiares en México “y me van a mandar un dinerito para que viaje en autobús”, mientras su esposa, que sigue en Carolina del Sur, le va a mandar unos dólares producto de la venta de la camioneta donde fue detenido.
“Con eso voy a sobrevivir. No tengo más dinero. Hace nueve años emprendí una aventura y en busca del sueño americano y será todo lo que tengo y con eso voy a poner un negocio porque ya no pienso regresar nunca más a Estados Unidos”. reiteró el deportado de 58 años de edad.
Señaló que en los nueve años que estuvo de ilegal en los Estados Unidos jamás cometió ningún delito, jamás estuvo detenido en alguna cárcel de aquel país, nunca fue juzgado, pero eso los estadounidenses no lo toman en cuenta, de lo que se trata es de deportar a cualquier mexicano.
“No soy violador, ni traficante sólo soy un mexicano que cruzó el río Bravo con la única intención de llevar una vida mejor, pero esos sueños fueron rotos al ser detenido por una simple y llana infracción de tránsito, ya que su único delito era ser mexicano e ilegal”.
LO AVIENTAN CON
TODO Y COLLARIN
Arturo Díaz Martínez quien porta un collarín en color gris denuncia que recibió un trato déspota y fue agredido por una oficial de migración lo que le provocó una fisura en las cervicales.
“Los gringos nos tratan peor que cucarachas, no somos rateros, violadores o traficantes sólo venimos a Estados Unidos por una oportunidad para vivir mejor, pero todo parece indicar que no se trata de un sueño, sino de una pesadilla”.
Díaz Martínez argumentó que su lesión en el cuello obedece a los malos tratos que recibió en el centro de detenciones de Atlanta, ya que una oficial de color golpeó la parte de debajo de su litera y al asustarse y levantarse bruscamente perdió el control y cayó al piso de cabeza.
“Ella, la mujer negra, nos levantaba muy temprano a las 6 de la mañana y le pegó con un bastón a la litera y los gritos me despertaron abruptamente y como estaba bien dormido, pues pensé que estaba en la cama de abajo y caí estrepitosamente de cabeza y allí quedé tendido”, aclaró Díaz Martínez.
“Recuerdo ligeramente que llegaron unos paramédicos y comenzaron a atenderme de allí me llevaron a un hospital donde me operaron, pero tan pronto me dieron de alta me llevaron nuevamente al centro de detenciones en Atlanta y quedé en calidad de internado”.
Manifestó que pasaron unos cuantos días y fue llamado por unos oficiales y le dijeron que lo iban a deportar ese día por la tarde y que lo harían por la ciudad texana de Brownsville.
“De inmediato llamé con mi esposa y con el consulado para evitar que me deportaran, pero todo fue inútil, pese a que mi abogado interpuso una demanda por lesiones y malos tratos en el centro de detenciones de Atlanta”.
Asimismo destacó que su detención fue muy injusta ya que fue arrestado en San Ysidro, California y semanas después fue llevado hasta Atlanta, donde siempre recibió insultos, gritos y agresiones por parte de las autoridades migratorias de Estados Unidos.
“Interpusimos la demanda contra la oficial de color, pero de nada nos sirvió; el juez le dijo a mi abogado que ya era muy tarde, que yo ya iba en camino a Brownsville y que si aceptaba la demanda tenía que ratificarla personalmente, cosa que era imposible pues yo estaba a horas de ser deportado”.
A Díaz Martínez no le queda otra que regresarse a su tierra en el Estado de Jalisco, en un ranchito que está cerca de Cuautitlán, donde tiene pocos familiares, ya que su esposa e hijos se quedaron en California.
“Mi esposa tiene miedo de salir a la calle y me dijo que varias patrullas merodean su casa y como también es ilegal, no ha salido a trabajar, ya que teme que los de migración le tiendan una trampa y también la deporten”, expresó.
Tras su dramática detención Arturo Díaz expresa con odio que jamás volverá a los Estados Unidos y que tratará de rehabilitarse del cuello y tener movilidad en sus dos brazos para conseguir un trabajo en su tierra.
El jalisciense externó que atrás quedaron los casi tres años que pasó en California, pero tras vivir en carne propia los malos tratos, golpes e insultos de los estadounidenses, juró que jamás regresará a esa tierra donde sus sueños de progresar fueron truncados por un oficial de migración.
“Me duele por mis hijos y mi esposa porque sé que pasarán muchos años para volver a verlos, pero prefiero quedarme en México y ganar poco dinero, en lugar de irme a Estados Unidos donde a uno lo tratan peor que una cucaracha”, finalizó.
EL APOYO DE TODOS
El párroco Francisco Gallardo, encargado de la Casa del Migrante de la colonia Ampliación Solidaridad y que está ubicado a unos 10 kilómetros del Puente Nuevo, de inmediato hizo el llamado de alerta para pedir a la sociedad civil su comprensión, pues les resulta muy complicado recibir de golpe y porrazo a miles de connacionales.
“Todo el mes de marzo corresponde a Matamoros la deportación y según la información de los propios deportados a miles de mexicanos en los centros de detención preventiva de Atlanta están a la espera de ser a nuestro país por este puerto fronterizo”, dijo el encargado de la Casa del Migrante.
Por su parte el Obispo de la Diócesis de Matamoros, Eugenio Andrés Lira Rugarcía, exhortó a trabajar en unidad y es necesario el apoyo de los tres órdenes de gobierno para poder responder al reto de recibir a los migrantes, deportados y repatriados.
“Es necesario el apoyo de todos y también de la sociedad civil, pues dicho albergue trabaja con recursos propios como donaciones y subsiste gracias a ello por eso exhortamos a la comunidad a acercarse a esta casa para donar alimentos, ropa, agua y otros artículos para poder dar un poco de esparanza a nuestros hermanos deportados”, enfatizó Lira Rugarcía.