
En Tamaulipas, el artículo 220 del Código Civil prohíbe el matrimonio infantil, incluso con autorización de los padres. Sin embargo, en muchos casos son ellos quienes insisten en casar a sus hijos, especialmente cuando hay embarazos adolescentes de por medio.
Desde mayo de 2016, el matrimonio entre menores de edad está prohibido en Tamaulipas, aún si se cuenta con el consentimiento de los padres, de acuerdo con el artículo 220 del Código Civil estatal.
Sin embargo, esta práctica persiste como una problemática social en el estado, ya que a pesar de la legislación vigente, algunos padres continúan acudiendo a las Oficialías del Registro Civil con la intención de casar a sus hijos que aún no cumplen la mayoría de edad.
BAJO CIERTAS CONDICIONES, ANTES
Antes de la reforma de 2016, el Código Civil del Estado de Tamaulipas permitía el matrimonio de menores de edad bajo ciertas condiciones.
El artículo 133 del Código Civil de Tamaulipas (2013), establecía que quienes hubieran cumplido al menos 16 años, y que fueran padres o estuvieran próximos a serlo, podían contraer matrimonio con el padre o madre del hijo nacido o por nacer.
Para que esto fuera posible, se requería el consentimiento de los padres o tutores legales. En caso de que dicho consentimiento fuera negado o revocado sin una causa justificada, un juez tenía la facultad de autorizar el matrimonio.
Además, el artículo 134 disponía que si un juez se negaba a suplir ese consentimiento, “los interesados podrán acudir al Tribunal Superior, en los términos que disponga la Ley Procesal Civil”.
Sin embargo, en 2016, el Congreso de Tamaulipas reformó el Código Civil para prohibir el matrimonio infantil, estableciendo que cualquier matrimonio celebrado cuando uno o ambos contrayentes sean menores de 18 años será nulo, sin excepción alguna.
¿QUÉ ES EL MATRIMONIO INFANTIL?
El matrimonio infantil se refiere a la unión formal —o informal— en la que al menos una de las personas involucradas (o ambas) son menores de edad. En muchos casos, se trata de niñas o adolescentes obligadas a casarse, ya sea con hombres significativamente mayores o debido a un embarazo a temprana edad, situación en la cual los propios padres fuerzan la unión.
Esta práctica expone a los menores a entornos que no corresponden a su etapa de vida, privándolos de continuar con su educación, vivir su infancia y desarrollar sus metas personales. Además, el matrimonio infantil —especialmente cuando es forzado— conlleva consecuencias físicas, emocionales y psicológicas, que afectan profundamente el desarrollo integral de los menores.
En Reynosa, la Oficialía Primera del Registro Civil ha registrado entre cuatro y cinco casos en lo que va del 2025, en donde son los padres quienes llevan a sus hijos (menores de 18 años) con la intención de que contraigan matrimonio. La mayoría de estos escenarios están relacionados con embarazos adolescentes, o bien, situaciones en las que la menor abandona el hogar para vivir con su pareja y los padres los presionan para formalizar la relación mediante el matrimonio civil.
Eduardo Herrera Villarreal, oficial primero del Registro Civil en Reynosa, explicó que antes de la reforma de 2016, los menores podían casarse con el consentimiento de sus padres o con la autorización de una autoridad competente.
“Una realidad es que son los propios padres quienes insisten en casar a sus hijos cuando la hija está embarazada o ya tiene un bebé. Persiste la creencia de que al registrar el matrimonio, el niño será considerado ‘legítimo’”, explicó Herrera Villarreal.
Hoy en día, la ley protege a los menores de edad. En caso de que tengan un hijo, éste es reconocido como hijo natural tanto del padre como de la madre, sin que sea necesario que estén casados. El matrimonio no es un requisito para que el menor tenga los apellidos de ambos progenitores, ni para que gocen de derechos legales sobre él.
“Sí hemos tenido casos, pero aquí en Registro Civil se les niega el trámite porque la ley lo prohíbe. El matrimonio sólo es legal a partir de los 18 años”, subrayó el funcionario.
LLEGAN AÚN CON UNIFORME
Las edades más frecuentes en estos casos oscilan entre los 14 y 16 años. En su mayoría, se trata de adolescentes embarazadas que llegan al Registro Civil aún vestidas con el uniforme de secundaria o preparatoria, evidenciando la gravedad y sensibilidad de esta problemática.
Carolina Padrón González, secretaria de la Oficialía 01 del Registro Civil en Reynosa, precisó que al tener contacto directo con los padres de los menores involucrados, la reacción que suelen tener cuando les hacen saber que no es posible que contraigan matrimonio es principalmente el disgusto. Como la mayoría acude por casos donde su hija está embarazada su frustración recae en decir: “Es que está embarazada, la quiero casar”, relata Carolina.
La entrevistada precisó que, lo segundo que hacen en casos de este tipo, es explicarle a los padres que el bebé que viene en camino no sufre de ningún problema si no se contrae matrimonio.
“En este tipo de casos, se llena una solicitud donde los dos están de acuerdo (para registrar al bebé), ponen su nombre y sus huellas donde están autorizando que se pongan los apellidos y nombres de los papás (menores de edad), sin la necesidad de que estén casados”, mencionó Padrón González.
“Desafortunadamente para esos padres que solicitan la unión de sus hijos que son menores de edad, esto no es posible. Tienen que esperar hasta los 18 años cumplidos para poder casarse”, agregó.
Durante el 2024 se presentaron alrededor de 15 casos de intentos de matrimonio infantil en la Oficialía 01en Reynosa, lo que equivale a un promedio de un caso por mes; y las edades de los involucrados son de los 14 a los 16 años.
“La verdad es que el motivo principal no es porque las jóvenes están enamoradas, sino porque se han ido con el novio, y los padres quieren casarlas. Nunca vienen por amor o por gusto”, señaló la secretaria.
Por otro lado, en la Oficialía Segunda del Registro Civil en Reynosa, el oficial Óscar Federico de la Garza García informó que en marzo se presentó una pareja de menores de edad para preguntar si podían casarse con el permiso de sus padres, a los cuales se les explicó que en Tamaulipas no es posible, ni siquiera con autorización de los padres.
“Rara vez ocurre, pero sí me han preguntado si pueden casarse con el consentimiento de sus padres, y la respuesta es que no”, resaltó el funcionario.
De la Garza García subrayó que esta prohibición aplica en todos los municipios de Tamaulipas, ya que el Código Civil es claro y su cumplimiento es obligatorio en toda la entidad.
CONSECUENCIAS DEL MATRIMONIO INFANTIL
Angélica Almanza Treviño, presidenta de la Asociación de Mujeres Profesionistas en Reynosa (AMPRAC), y abogada de profesión, señaló que, si bien se ha avanzado en políticas públicas y en la protección de los derechos de la niñez, aún existen retos importantes a nivel comunitario.
“Lo seguimos viendo en nuestra comunidad. Es muy común que, por temas tabú, cuando una adolescente enfrenta un embarazo, sean los propios padres quienes intentan obligar a sus hijas a casarse o mantener una unión informal, ya que legalmente no es posible. Esto ocurre con mayor frecuencia en comunidades rurales o alejadas, donde el matrimonio informal sigue siendo una práctica normalizada”, relató.
Almanza destacó que uno de los principales desafíos es la falta de información. Señaló que se requiere una mayor difusión a través de medios de comunicación, asociaciones, y organismos gubernamentales y civiles, para combatir los mitos y estigmas que se transmiten de generación en generación.
“Esta problemática se origina desde el momento en que se intenta hablar sobre la prevención del embarazo adolescente, la sexualidad o el uso de anticonceptivos y muchos padres se oponen porque creen que sus hijos ‘son muy pequeños para estos temas’ y no permiten que se aborden, lo que provoca que tanto ellos como los menores carezcan de información esencial”, explicó.
Agregó que en muchos casos, los propios padres insisten en que sus hijos menores se casen, especialmente las niñas. Frases como: “Tienes que casarte”, “Tienes que cumplir”, o “No puedes quedarte como madre soltera”, siguen siendo comunes en ciertos sectores.
“No quiero generalizar sobre las consecuencias del matrimonio infantil, especialmente en mujeres, pero es evidente que representa una problemática seria. Muchas adolescentes abandonan sus estudios porque creen que tener un hijo y casarse es el final del camino”, expresó.
En estos escenarios, persisten roles de género tradicionales donde se espera que la mujer se encargue del hogar y el hombre sea el proveedor económico.
Desde su experiencia como abogada, Almanza aclaró que el matrimonio no debe verse como una unión romántica idealizada, sino como un contrato legal que conlleva derechos y obligaciones.
“Un acta de matrimonio es un documento legal que impone compromisos: vivir juntos, contribuir económicamente al hogar, compartir bienes e ingresos (…) Un menor de edad no puede asumir este tipo de responsabilidad, porque no tiene capacidad jurídica para hacerlo”, subrayó.