
Hoy en día es prácticamente reducido el número de personas que no ha ido alguna vez a la farmacia o, al menos, haya evitado consumir o utilizar uno de los productos que en ella se venden. Esta clase de comercio se encuentra muy arraigado en la cultura económica nacional y, a medida que transcurren los años, más se diversifica.
Sin embargo, aunque la esencia de dichos negocios es vender insumos para la salud, en el pasado su desempeño era diferente a lo que actualmente se conoce, pues los clientes no iban a surtir una receta y salir además con un kilo de jamón o una bolsa de pan recién horneado en las manos.
Cuenta el cronista e historiador, Reynaldo López Olivares, que en 1890, cuando Reynosa era aún una población muy pequeña, se instaló en la calle Porfirio Díaz con Morelos el primer dispensario medicinal, al cual acudía la mayor parte de la comunidad, que era atendida por Teodoro Gómez, quien también fue el primer doctor que tuvo el municipio y su botica se ubicaba a una cuadra de la presidencia.
“Esa calle llegó más tarde a ser conocida como la calle de los médicos, porque todos estaban en la Porfirio Díaz, aunque el término de botica viene de los boticarios, que eran lo que hoy es doctor. En vez de ser médicos éstos se recibían y hacían carrera de cuatro o cinco años como boticarios”, menciona.
Basado en antiguos relatos, documentos y fotografías, el historiador manifiesta que ahí no solamente se realizaban las consultas, sino que también eran preparados los revulsivos para la cura de diversos padecimientos, muchos de los cuales se siguen usando por la medicina naturista.
“Eran más bien remedios de botica que sobre todo las personas de mayor edad han escuchado alguna vez, como el té de manzanilla, para los cólicos; té de pelos de elote, para el riñón; té amargoso, para limpiar el hígado, la vesícula y eliminar los cálculos biliares; té de cenizo, para las alergias del cuerpo; agua de arroz con hoja de guayaba, para la diarrea; té de hierbabuena, como analgésico para mitigar el dolor; té de salvia, para la inflamación.
“Así como el té de orégano, para estimular la digestión; té de comino, para el mal aliento; té de canela, para regular la glucosa y el colesterol; té de eucalipto, para el catarro y respirar mejor; de semilla de calabaza, para los parásitos de los niños”, enlista.
Afirma López Olivares que éstas especias y brebajes eran prescritos en las boticas y había algunos muy comunes como la enjundia de gallina, para la sinusitis, garganta tapada y gripas.
“Esa es una grasa que la gente procuraba mucho. Iban y pedían un peso de enjundia de gallina, para la resequedad. También llevaban clavo de especie, para los hongos; ventosas, parches, cataplasmas, jarabes, es lo que vendían en aquel tiempo, eran productos caseros y no químicos”, recuerda el cronista y también miembro de la Sociedad de Historia de
Reynosa.
MARCARON UNA EPOCA
Con una población más numerosa casi dos décadas después, en 1909, se instaló en la calle Hidalgo y Pedro J. Méndez la botica Quintanilla y hoy en día la construcción conserva la cornisa de aquel periodo.
Refiere López Olivares que para 1912 entró a Reynosa la botica Santa María, que después pasó a ser la Botica del Pueblo. Se ubicaba en la calle Hidalgo con Matamoros.
“Un año más tarde abrió sus puertas la botica La Unión, situada en la calle Hidalgo y Morelos, donde actualmente se encuentra una institución bancaria. Cronológicamente, en el año de 1922 llegó la botica Cruz Roja, que se encontraba en la calle Guerrero con Porfirio Díaz, frente a la escuela Hidalgo.
“En 1948 al entrar la Cruz Roja, como ya no era congruente el nombre, pasó a llamarse Cruz Rosa y duró muchísimos años así, brindando servicio de médico y medicinas artesanales a la creciente comunidad”, agrega.
No obstante, al llegar los años 50 se presentó un parteaguas que revolucionó la venta de productos para la salud y al mismo tiempo sentenció el final para las boticas, que se debieron renovar o ir paulatinamente desapareciendo, debido al arribo de las medicinas derivadas de procesos químico-biológicos.
“De ahí que prácticamente hasta 1950 se llamaba boticas, y de esa época para acá al entrar el sector farmacéutico ya como industria, con las famosas medicinas de patente, pasaron a ser farmacias. Por eso es del cambio de término.
“Aquí tengo fotos antiguas donde se llamaban boticas. Como La Moderna, que se ubicaba en Hidalgo con Matamoros. Acá tengo otra foto de la farmacia El Fénix, que esa sí la conocí y creo que fue la primer farmacia que entró a Reynosa como tal, alrededor de 1953, 1954”, expresa López Olivares.
Comenta que aún con el arribo de las farmacias, en aquel entonces había detalles que hacían una gran experiencia acudir por un remedio, pues “me acuerdo que antes las medicinas las bajaban del segundo piso con un mecatito en una canastilla. A mí de chamaco me encantaba ir ahí, porque era la novedad”, rememora.
Con el transcurso de los años y una mayor expansión poblacional se asentaron en la ciudad otras marcas, como López y Benavides.
“De las primeras farmacias los que quedan en Reynosa son los López, que si mal no recuerdo empezaron a finales de los años 60 y principios de los 70. Uno de los establecimientos que recuerdo que adquirieron ellos fue la Cruz Rosa en la esquina donde están situados, sigue siendo López.
“Luego ya Regis entró en la década de los 70, nada más con la diferencia que entró solo y no como un grupo, pero con los años se convirtió también en un grupo farmacéutico”, explica Reynaldo López Olivares.
A posterior, detalla el entrevistado, las farmacias clásicas empezaron a tener un estancamiento desde que los centros comerciales comenzaron a ofrecer este servicio, aunque como industria, a partir de la década de los 80 y hasta la fecha, Reynosa ha sido un bastión farmacéutico por el número de sucursales y negocios de este tipo que hay en la localidad.
COMO SE REGULAN
De acuerdo con Armando Covarrubias Treviño, titular de la Comisión Estatal Para la Protección Contra Riesgos Sanitarios, este sector ha enfrentado en la última década fuertes crisis, por lo cual muchos establecimientos han cerrado sus puertas; sin embargo, aún así Reynosa se sigue manteniendo a la cabeza como el municipio líder en dispensarios medicinales, con 250.
“Esta es una de las ciudades del Estado con más negocios con insumos a la salud, más consultorios, más clínicas y hospitales, así como centros de rayos ‘x’, pero dentro de los insumos a la salud, que son todos aquellos que venden artículos para el beneficio de la salud del humano, está el más importante que son las farmacias.
“Están reguladas por la Coepris, ya que nosotros verificamos y les damos la licencia para que se establezcan y se vendan o no los medicamentos. Desde el permiso del laboratorio para producirlo, para empaquetarlo, de venderlo, eso en la ciudad de México las oficinas de la Comisión Federal Para la Protección Contra Riesgos Sanitarios (Cofepris)”, detalla.
Covarrubias Treviño indica que una de las funciones de esta comisión en Tamaulipas es la de revisar que los establecimientos cuenten con las normas adecuadas para el manejo de los medicamentos en sus diferentes tipos y, además, que todas las personas que estén al mostrador tengan su curso de manejo de medicamentos.
“Este es un curso que se da y dura cinco días, donde se les explica el uso y la venta de los productos para la salud. Estamos ya por cumplir que todas las personas lo tengan, así que si alguien quiere acercarse con nosotros a las capacitaciones, pues estamos encantados”, subraya.
Por otra parte este funcionario coincide con el cronista Reynaldo López Olivares, de que las farmacias de hoy en día, a diferencia de las primeras boticas, venden una variedad sorprendente de productos, desde las medicinas, hasta los dulces, frijoles en lata, pañales y croquetas para perro.
“Lo más relativo es que llegues y compres las pastillas para la presión y te lleves un kilo de jamón o una pieza de pan, pero qué bueno, es comercio y una forma de llegarle a la gente.
“Esto es bolsa de trabajo para que vengan muchas personas, que se creen más fuentes de empleo, porque puedo decir que en los últimos años hemos tenido muchas farmacias que han cerrado”, pormenoriza.
ADOPTAR BUENOS EJEMPLOS
No obstante, Covarrubias Treviño, pondera que si algo puede destacarse de las farmacias o boticas de antes, que todas procuraban tener un médico de planta, algo que en la actualidad debe instrumentarse en todo este tipo de establecimientos.
“Lo anterior porque uno de los riesgos y fraudes más frecuentes a la salud, sino es el más recurrente, es que alguien recete un medicamento sin tener el título, la cédula ni la capacitación adecuada, por lo cual se está poniendo mucho énfasis”, expresa.
En ese sentido cabe mencionar que existen fármacos que no funcionan en el “jugo gástrico”, por lo cual, el también médico general por la Universidad Valle del Bravo (UVM), enfatiza que se vigila el hecho de no ofertar aquellos que puedan poner en riesgo al consumidor.
“Es importante resaltar que hay medicamentos que no funcionan con alimentos; medicamentos que son en la piel, dérmicos; abajo de la piel, subdérmicos o intramusculares, dentro del músculo y si alguien coloca una dosis intramuscular en el lugar equivocado como una vena puede ser diferente el efecto. Decimos coloquialmente que de 100 pasa una, pero de esa una vale por todas esas 100. No sabes a quién le va a tocar, es una ruleta rusa”, advierte.
Covarrubias Treviño afirma que los negocios como hierberías no se pueden catalogar propiamente como farmacias, pero sí están dentro del programa de insumos para la salud y son verificados.
Al final la contribución que dicho sector económico ha tenido desde 1890 a la fecha dentro de la vida cotidiana en esta ciudad fronteriza tiene un peso específico muy importante en el municipio que es hoy en día Reynosa.