La migración de los centroamericanos generalmente se atribuye a la pobreza y falta de empleo, sin embargo el caso de Ana Escobar es distinto, pues pagó 24 mil dólares por se “guiada” por un coyote hasta la Unión Americana.
El 20 de junio pasado ella y su familia decidieron dejar su casa y tres negocios en San Salvador, El Salvador para emigrar en busca del llamado “sueño americano”.
Ana junto con su esposo, José y sus dos hijos Alexander y Ángel, emprendieron un viaje de más de dos mil 200 kilómetros para llegar a la frontera de México con Estados Unidos.
“Pagamos cinco mil dólares cada niño y siete mil dólares por adulto, en total fueron 24 mil dólares lo que tuvimos que pagarle al ‘guía’ para que nos trajera hasta acá”, indicó.
La mujer de 35 años de edad aseguró que económicamente se mantenían estables en su país, pero que su esposo recibió amenazas por lo que prefirieron dejar todo en San Salvador para salvaguardar su integridad.
“No vivíamos económicamente mal, nos iba bien en nuestros negocios. Nunca sentí esas ganas de venir a Estados Unidos porque tenía mi propio ingreso con un local de venta de ropa”, expuso.
El problema inició en el mes de mayo cuando secuestraron a su cuñado, quien fue torturado hasta morir. Días después mediante una llamada telefónica amenazaron a su esposo, por lo que el temor los invadió y los llevó a tomar la abrupta decisión.
“Le dijeron que lo iban a matar igual que a su hermano, por eso días después de enterrar a mi cuñado comenzamos a vender todo: los negocios y la casa para salir del país”, dijo.
La madre y hermana de José residen en Maryland desde hace más de 15 años, por ello ante la grave situación los contactaron para emigrar hacia donde ellas se encontraban.
“Nos dijeron que viniéramos porque si nos quedábamos nos iba a pasar otra tragedia.
“Entregamos nuestro hogar, fue muy complicado porque vivimos momentos muy difíciles por la tristeza y el miedo. Mi esposo vendió sus dos negocios y mi local se lo dejé a mi hermana”, mencionó entre sollozos.
Ana reiteró que el sacrificio fue necesario por la violencia y las pandillas en El Salvador.
“Las amenazas y el miedo provocaron que saliera junto con mi familia del país y aunque yo no quería dejar mi tierra. No me gusta estar aquí, me quiero regresar a mi nación”, refirió.
EL TRAYECTO
La familia recorrió más de 460 kilómetros atravesando parte del El Salvador y toda Guatemala en un vehículo particular. Con la guía del ‘coyote’ cruzarían el rio Suchiate y posteriormente los llevó a abordar un autobús en Tapachula, Chiapas.
Para Ana, José y sus dos hijos era la primera vez que ingresaba a tierras mexicanas, sin embargo confiaban en su “guía” que constantemente les decía que no tendrían ningún problema para llegar a su destino.
“El patero inmediatamente ‘arreglaba’ nuestros viajes con los agentes de Migración de México a quienes les daba dinero para que no nos bajaran de autobús”, recordó.
Cruzaron Arriaga, Juchitán de Zaragoza, Matías Romero para llegar a Acayucan y Córdoba, en el Estado de Veracruz.
“A pesar de que el viaje era largo y cansado, el guía nos trató muy bien, mis hijos nunca pasaron hambre ni corrimos peligro porque él tenía todo bajo control”, mencionó.
Con cerca de 20 horas de recorrido y mil 600 kilómetros de marcha en el autobús la familia llegó a Pachuca y siguió su trayecto hasta tocar tierras tamaulipecas.
“Cuando llegamos a Aldama, en Tamaulipas nos sentíamos ya más cerca de la frontera con Estados Unidos. Habíamos dejado atrás todo el miedo y el dolor de deshacernos de nuestros bienes.
“El ‘coyote’ nos decía continuamente que al llegar a la Unión Americana no tendríamos ningún problema con las autoridades, porque llevábamos a los niños y además porque la familia de mi esposo tiene muchos años allá. Eso nos daba muchas esperanzas, queríamos que se acabara el infierno que habíamos pasado en nuestra nación”, relató.
Tras avanzar 600 kilómetros más, pasaron Soto La Marina y San Fernando donde recordaron a las decenas de salvadoreños que murieron en las fosas clandestinas de ese municipio, sin embargo encomendados a Dios y con toda su confianza puesta en el “guía” llegaron hasta Reynosa donde los hospedaron en un cuarto de hotel.
“Llegamos a la central de autobuses y el ‘coyote’ nos llevó a un hotel cercano donde nos quedamos un día para esperar nuestro turno”, mencionó.
Al día siguiente la familia fue dividida, ya que a primera hora la mujer y su hijo menor fueron llevados junto con otro grupo de mujeres y niños a la margen del río Bravo, mientras que su esposo y su hijo de 12 años serían cruzados por la noche.
“El camino es horrible, te expones a mucho peligros y sentía mucho miedo que mi esposo no fuera con nosotros. Yo no quería irme no me gustaba la idea pero ya estábamos ahí.
“Más asustada me sentí cuando en la cruzada del río, los ‘coyotes’ nos aventaron al agua en unas balsas. Tenía mucho miedo por mi hijo de cinco años que veía abrazado a mi pecho y llorando.
“Ellos corren a esconderse porque no quieren que los agarre la Migración ya que dicen les dan muchos años de cárcel. Del otro lado del río nos estaba esperando otro ‘guía’ que nos llevó entre la maleza hasta una bodega para esperar que cruzaran las demás personas al caer la tarde”, compartió.
Sin embargo horas después le comunicaron al ‘coyote’ que agentes de Migración de México habían agarrado al grupo antes de llegar a la margen del río Bravo.
“Mi esposo fue detenido por Migración en Reynosa junto con mi hijo de 12 años y el resto de las personas que venían”, precisó.
El grupo de mujeres salió de la bodega guiadas por el ‘coyote’ para continuar su camino ya que viajarían hasta Houston, Texas, donde cada una tomaría su rumbo para rencontrase con su familia.
Ana y su hijo continuarían hasta Maryland, sin embargo los ilegales fueron rastreados por la Border Patrol en McAllen antes de continuar su trayecto.
Varias camionetas con agentes y perros los interceptaron en el camino y los aprehendieron para llevarlos a un centro de detención.
“Nos pescaron y nos llevaron a ese centro donde nos mantuvieron un par de días donde nos permitieron comunicarnos con nuestros familiares. Llamé a mi suegra y a mi cuñada para explicarles lo que había sucedido.
“Los agentes de Migración nos entregaron unos documentos donde nos marcan una cita con el juez para que evalúe nuestro caso y nos diga si nos podemos quedar en Estados Unidos.
“Pero también tenemos que andar firmando en la Corte, presentarnos con el juez y contratar a un abogado. Imagínese que solamente vamos a estar trabajando para pagarle al abogado sus servicios. No quiero estar aquí me quiero regresar a mi país aunque ya no tenga casa”, señaló.
En el centro de detención de
Migración la mantuvieron par de días junto con su pequeño hijo y posteriormente fueron llevados por los agentes de la Border Patrol al albergue temporal de la iglesia del Sagrado Corazón en McAllen, Texas.
En el refugio me comunicaron con mi esposo por teléfono y me explicó lo que había pasado, me dijo que los habían regresado a la frontera con Guatemala pero me aseguró que nuevo intentarán cruzar la frontera pero me da mucho miedo. No quiero que mi hijo pase esos peligros nuevamente, yo me quisiera regresar”, mencionó llorando.
EL VIAJE AUN NO TERMINA
Habían transcurrido 13 días desde que Ana salió con su familia desde El Salvador. Sin embargo la situación había cambiado, ya que su esposo había sido repatriado a su país junto con su hijo mayor y ella se mantenía en la frontera del sur de Texas con su hijo de cinco años en espera de tomar un autobús para viajar cerca de tres mil kilómetros más.
Luego de comunicarse telefónicamente con sus familiares para que le pagaran los boletos de autobús hasta Maryland City, los voluntarios del albergue los acompañaron a la central de autobuses de McAllen.
Con un sobre color manila donde guardaba sus documentos migratorios y sus boletos de autobús, Ana y su hijo cargaban unas mochilas con ropa y artículos que le habían proporcionado.
Ana se mostraba nerviosa de emprender otro largo viaje. Su salida estaba marcada para el 2 de julio a las 20:30 horas pero la corrida del autobús se saturó y fue necesario que pernoctaran una noche más en el refugio.
Al día siguiente por la noche por fin salió el autobús con destino primero a Houston, posteriormente a Atlanta y finalmente a Maryland donde se reencontraría con su suegra y cuñada después de 16 años de no verlas.
Tras más de 30 horas de viaje Ana y su hijo Alexander lograron unirse con su familia para esperar la cita con el juez que les definirá su destino: quedarse en Estados Unidos o ser repatriados a El Salvador con un futuro incierto y sin 24 mil dólares en la bolsa.
COYOTES PRESTAMISTAS
Para la delegada regional del Consejo Nacional de Atención al Migrante Guatemalteco (Conamigua), Clara Gordillo de Reyes el rumor y el descaro de los traficantes de personas fomentó la oleada de centroamericanos tanto niños como adultos hacia la Unión Americana.
“Cuando vieron que la reforma migratoria de Estados Unidos iba a estar difícil, comenzaron con el rumor de la supuesta amnistía a los menores de edad y todo eso lo fomentaron los ‘coyotes’ para obtener más dinero”, expuso.
Entrevistada vía telefónica la responsable del organismo dijo que los testimonios de los migrantes señalan que fueron tres factores los que generaron la oleada de centroamericanos: “Primeramente se corrió el rumor de la supuesta ‘gracia’ de las autoridades migratorias, segundo falta de oportunidades en Centroamérica y tercero la recrudecida violencia.
“Además los chapines se están quejando de la educación pública, ya que no tienen maestros en los grupos por eso algunos padres prefieren que su hijos emigren a Estados Unidos para que tengan una mejor vida. Sumado a que los padres no tienen trabajo ni para alimentarlos adecuadamente y mucho menos para pagar un colegio privado”, indicó.
Detalló que los mismos polleros ofrecen el servicio y les prestan el dinero pidiéndoles en garantía sus propiedades.
“En muchos casos es el mismo ‘coyote’ el que les consigue el dinero con un supuesto prestamista pero son ellos mismos. Los bienes inmuebles son casas, terrenos, negocios con un valor de 300 mil quetzales (502 mil pesos) y les dan solamente 50 mil quetzales (83 mil pesos) ya sea los coyotes o los agiotistas”, explicó.
Al ser desalojadas de sus hogares porque no pudieron pagar e incluso no pudieron cruzar a la Unión Americana para trabajar y saldar la deuda terminan perdiendo sus propiedades.
“Hasta entonces llegan con nosotros para solicitar el apoyo a fin de recuperar sus casas.
“No tenemos una estadística completa porque las personas no quieren dar sus datos ya que son amenazadas por ellos.
“Les pedimos que denuncien al tratante de personas porque solamente los están dejando a medio camino o en el puente internacional para que ellos crucen solos diciéndoles que no van a tener ningún problema porque lo va aceptar la autoridad estadounidense, especialmente si llevan menores, lo que es totalmente falso”, señaló.
Indicó que en Guatemala anteriormente los ‘coyotes’ se mantenían alejados de las comunidades pero en este momento se dan a conocer, incluso se acercan a las familias para ofrecerles sus servicios.
“En el Departamento de Chimaltenango existe un panorámico de publicidad de los ‘coyotes’ que dice que las personas interesadas en viajar a Estados Unidos se comuniquen a un teléfono para el servicio. Incluso hemos intentado localizarlos para denunciarlos a la autoridad pero son muy astutos”, precisó.
Y a pesar de que la autoridad competente trabaja para evitarlo les cuesta mucho trabajo porque las personas afectadas que contratan a un coyote lo protege al final ya sea por una amenaza o por esperanza de salir nuevamente del país.
“Nosotros como institución no podemos hacer ningún procedimiento si ellos nos hacen la denuncia porque ni siquiera sabemos los nombres. Tenemos muchos casos de estafas y de coyotes que ofrecen visas con contrato de trabajo en Estados Unidos y Canadá donde les piden 5, 10 o 15 mil quetzales por adelantado que al darlos desaparecen aunque les hayan entregado un recibo de pago”, destacó.
Expresó que aunque saben perfectamente que personas son, como se llaman y tienen recibos firmados no se atreven a denunciar, “seguramente están amenazados porque ellos tienen mucho temor de hablar y aunque les hemos ofrecido protección no logramos que los denuncien”.
FALSA AMNISTÍA
Gordillo de Reyes consideró que la supuesta oportunidad que esta brindando el gobierno de Estados Unidos a las personas centroamericanas de reunirse con sus familiares es para ubicarlos y deportar a los que no tienen documentos legales.
Conamigua atendió el caso de dos menores de 14 y 8 años que fueron repatriadas en mayo pasado y denunciaron maltratos por parte de las autoridades de migración estadounidenses.
“La joven de 14 años con cinco meses de embarazo sufrióvejaciones, no les dieron de comer por cuatro días y las mantenían en condiciones de hacinamiento”, añadió.
Agregó que otro error que se cometió en su contra fue que localizaron a su padre que tenían muchos años de trabajar ilegalmente en Illinois para deportarlo.
“Las autoridades de migración rastrearon la llamada de las menores y a las horas que las niñas habían hablado con su padre llegaron a su casa para detenerlo y deportarlo tres semanas después. Batallamos mucho con la repatriación de las niñas y actualmente las tenemos con terapias psicológica ya que están muy dañadas”, dijo.
Y añadió: “La madre también fue separada de sus hijas, le hacían ofensas y sufrió aislamiento en el centro de detención, no le permitieron llamar a su esposo y al final la familia fue deportada por separado”.
Finalmente la delegada regional de Conamigua denunció que migración de Estados Unidos esta regresando a México a los centroamericanos cuando ellos mismos deben de reportarlos directamente a su país.