Cuando generalmente tener una discapacidad es razón para vivir ligado a la tristeza, el abandono y la depresión, existen quienes le dan vuelta a la tuerca y demuestran que se puede ser feliz si así se quiere.
Es el caso de Jonathan, quien no posee su mano izquierda debido a una malformación que tuvo en el vientre de su madre, mas, asegura, su vida es tan normal como la de cualquier otro niño.
Corre, juega, aprende y es autosuficiente. El medio en el que se desenvuelve parece ser el más óptimo para este chico de claro color de piel y constante sonrisa.
Pero lo más importante es que intenta motivar con su ejemplo a otras personas –en iguales o semejantes condiciones corporales– a no rendirse ante los obstáculos que ponga la vida.
Concepción Torres Ayala, su profesora, afirmó que Jonathan es un niño “inquieto e inteligente”, pues no deja que sus adversidades físicas le afecten en su relación con las personas que lo rodean.
“Para sus nueve años de edad ha sabido manejar muy bien el hecho de no tener una mano, pero creo que también ha influenciado la educación que recibe de sus padres y lo que le pueden transmitir sus maestros.
“Lleva buenas notas y algo que a veces es raro en la mayoría de los alumnos, tiene mucha habilidad en Matemáticas, le gustan los problemas razonados y el Español”, detalló su mentora.
UNO MAS
Para que un menor con las características de Jonathan se sienta cómodo, la profesora Torres Ayala comentó que es importante arroparle, pero manteniendo un trato similar a los otros estudiantes.
“Empezamos el pasado mes de agosto con él, pero sus compañeros vienen con el niño desde primero. Lo tratan normal, para ellos no les incomoda el hecho que tenga una discapacidad ni su apariencia”, manifestó.
La catedrática originaria de la Ciudad de México expuso como ejemplo de la buena adaptación al ambiente estudiantil de su singular alumno, el que esté constantemente participando en clases y su alegre carácter.
“El niño es cooperativo, pero por su misma edad también es muy juguetón. De todas maneras siempre les pido a mis estudiantes que le guarden respeto.
“Nos sentimos contentos, de saber que un chico de sus características puede llevar una vida normal y evolucionar mediante el aprendizaje educativo”, afirmó.
Su maestra destacó que hasta hoy no ha sido necesario solicitar un catedrático de apoyo porque “Jonathan es totalmente independiente”.
Aunque con su mano derecha escribe y dibuja, la izquierda le sirve significativamente de soporte para todas sus actividades, desde sacar sus útiles de la mochila, hasta ponerse el uniforme y desempeñar materias como Educación Física.
”Me siento bien, mi maestra me trata bien; no tengo ningún problema en mi escuela ni ninguna incomodidad.
“¿De lo que más me gusta hacer aquí?, pues estudiar Matemáticas y Español, son mis clases favoritas”, recalcó.
Entrevistado poco antes de salir al recreo, Jonathan se dijo aficionado del beisbol y el futbol. Su equipo predilecto “son las Chivas del “Guadalajara”, manifestó sonriente.
DEPENDE DEL CRISTAL CON QUE SE MIDA
La escuela para este niño se ha convertido en un refugio y en un medio para expresarse. Al salir de ella, suele llamar la atención de la gente que no lo conoce, pero para Jonathan eso ya es normal.
Procura, mencionó, no sentirse mal por no contar con su mano izquierda.
“Salgo a jugar todos los días. Yo no he batallado por no tenerla (su extremidad), es igual como si estuviera en su lugar; me siento tan normal como cualquier otro niño”, comparó.
El estudiante residente del fraccionamiento Campestre, relató que su problema genético se originó durante su gestación.
Cuenta: “Mis padres me platican que yo tenía metida la mano en la pancita y no se me desarrolló. Cuando logré sacarla –antes de ser dado a luz– ya era tarde”.
Rubén Aguirre Guerrero, director de esta primaria, explicó que Jonathan es un miembro importante es la comunidad estudiantil.
“El es muy dinámico e inquieto como cualquier niño, pero es tranquilo en lo que respecta a educación. En cada una de sus materias ha desarrollado una actividad muy interesante.
“El hecho de que tenga una limitante física no ha sido obstáculo. El se integra, le echa muchas ganas a su escuela y aparte de ello es un niño que le gusta mucho el karate y lleva un buen desempeño”, subrayó.
SOLIDARIOS
Melannie Solís, compañera de Jonathan, habló sobre la amistad que los une.
“Yo lo veo como un niño normal y no me importa si es discapacitado, él es mi amigo y lo seguirá siendo.
“El es muy buena gente, también es muy estudioso. Es importante que niños como él reciban nuestro cariño, porque son especiales”, consideró.
Por su lado, Damián Martínez, colega de clases y de travesuras, dijo apreciar la amistad de Jonathan.
“Yo lo veo normal, jugamos mucho y nos llevamos muy bien. Sí es bueno apoyarlo para que se sienta cómodo y libre”, apreció.
Por último, Jonathan animó a otros menores discapacitados y aún a los que no lo están para que no se desanimen.
“No deben de sentirse tristes, es lo mismo, sí se puede salir adelante”, finalizó con voz de niño, pero razonamiento de mayor.
De acuerdo al Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en México existen al menos dos millones de personas que padecen alguna clase de adversidad física e intelectual, lo que representa el 1.8 por ciento de la población.
Según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), sólo dos de cada 100 niños con discapacidad acuden a clases. El resto “permanece en sus casas segregados y aislados, sin posibilidades de desarrollo académico”.