A don Juan Cerecedo le arrebataron lo que más amaba, cuando una bala acabó con la vida de su hijo primogénito. Siete años después, en vísperas de “El Día del Cartero”, su nombre se hizo popular, por haber devuelto a su dueña un dinero que se encontró extraviado mientras entregaba la correspondencia.
Los elogios son bien merecidos para un hombre de perfil humilde, con aspecto sencillo e introvertido, pero que sin quererlo se convirtió en una historia de superación, respeto y amor por su trabajo.
El señor Juan Cerecedo Flores fue conocido en las redes sociales después de que tuvo un gesto honesto hacia una persona a quien le entregó su correspondencia.
La maestra del CBTis 135 de Matamoros, Columba Cabido Gracia, quiso honrarle subiendo al Internet un agradecimiento para su cartero que el pasado 8 de noviembre realizaba su trabajo de rutina y se encontró un dinero que ella había perdido el día anterior.
La profesora, quien imparte las materias de biología, ecología y química, dijo que la cantidad no es la que importa, sino el ejemplar comportamiento del señor Juan, quien además de la mensajería entregada, acompañó el billete de 100 pesos con una nota para avisarle a ella que lo halló tirado en la entrada de su domicilio, situado en el sector de Rincón Colonial de esa ciudad fronteriza.
“Yo había perdido ese dinero, lo busqué y no lo encontré, pero al otro día que llegué a la casa me sorprendí al revisar la correspondencia que siempre me trae el cartero, porque vi que me puso un recado para decirme que ahí dejó el billete. Estaba en la cochera.
“Y se me hizo algo muy honesto de su parte. Puedo decir que don Juan es una persona que ama mucho su trabajo, porque es muy amable, siempre lo hace con gusto y no dudé en compartir esta historia en Facebook para reconocer su buen acto”, comentó.
Entrevistada en su salón de clases, frente a todos su alumnos, Cabido Gracia pidió enarbolar acciones como ésta, que cada vez son menos practicadas por la sociedad. “Me gustaría que los jóvenes también aprendan de ese tipo de personas, que hay pocas, pero todos podemos rescatar ese valor que es la honestidad.
“Cuando supe que se me habían perdido 100 pesos dije, bueno, que esa persona que se los encontró les haga bien, pero cuál fue mi sorpresa: me los regresaron”, agregó.
Y afirmó que con mucho gusto le dará una recompensa cuando pase a dejar la correspondencia.
“Él sabe que aparte siempre le tengo ahí una botellita con agua, un Gatorade o si hace mucho frío le ofrezco un café, un chocolate caliente, porque es una persona muy amable y muy trabajadora”, mencionó.
UNA ACIAGA PARADOJA
Pero la historia del señor Juan tiene un trasfondo emocional, porque esta maestra le dio clases a su hijo fallecido.
“Hace siete años el cartero y su familia vivieron una tragedia muy fuerte. Su muchacho, Juan Aldair, cursaba el tercer semestre en la especialidad de electrónica.
“Una mañana unos compañeros de salón fueron a buscarlo a su casa, pero ya no regresaría con vida. Fue injusto, porque él era muy tranquilo, muy sano, e iban atravesando un terreno baldío (en la zona cercana al antiguo relleno sanitario), cuando la muerte le llegó de manera inesperada”, recordó.
Aquel fatídico 12 de enero de 2012 un comando de las fuerzas armadas los intimidó y los adolescentes corrieron, pero ellos dispararon e impactaron en la cabeza al hijo del señor Juan. Otros dos de sus compañeros también fueron alcanzados por las balas y solamente uno resultó ileso.
“Fue una desgracia muy grande en su vida, porque perder un hijo no tiene nombre. Me sentí muy mal cuando me enteré de eso, pues yo le di clases y era muy buen alumno, pues aquí lo tuve conmigo. Tenía 17 años.
“Era tranquilo, buen estudiante y fue una tragedia. Después de eso pensé que su papá ya no volvería a llevar la correspondencia, pero luego de dos semanas pasó y platiqué con él. Económicamente lo ayudé con lo que pude, porque fue un gasto inesperado”, detalló Cabido Gracia.
La maestra contó que con el paso del tiempo la hija de este cartero también entró al CBTis 135 y siempre le pidió a Dios que la protegiera. Terminó sus estudios y aunque ahora cursa la universidad, estrechó una amistad con ella y su familia.
“Y pues ahora resurgió esta historia de vida y honestidad de don Juan que no quiero dejar de compartir con mis alumnos de preparatoria.
“Siempre los exhorto a que sean mejores cada día, que sean buenos estudiantes, porque ahorita la única responsabilidad de ellos es venir y aprender, y esta historia nos enseña mucho de la lealtad y los valores”, manifestó.
SU DECISIÓN: SER MEJOR PERSONA
Los días 12 no siempre son los más alegres para este hombre que, a pesar de la desgracia, ha demostrado tener una grandeza como ser humano:
Un día 12 asesinaron a su hijo y el pasado 12 de noviembre les hicieron el festejo de “El Día del Cartero” a él, a sus 39 compañeros y al personal del Servicio Postal Mexicano (en una fecha en la que siempre tiene sentimientos encontrados, pero que asume de la mejor manera).
“Nos organizaron una convivencia para toda la familia”, relató de manera afable, y sorprendido de que su nombre esté dando de qué hablar por su acto de honradez.
Juan Cerecedo Flores es originario de Chicontepec, Veracruz. Hace 26 años que vive en Matamoros, de los cuales lleva 23 de laborar como cartero.
Abordando temas relacionados sobre su oficio (buscando que se sintiera cómodo) admitió que a pesar de la tecnología sigue habiendo mucha demanda del sistema postal, por la entrega de paquetería, estados de cuenta de bancos y recibos domiciliarios.
Comentó que en la actualidad hay mucha gente que está comprando artículos por internet que llegan procedentes de países asiáticos como China y Japón.
Sin embargo, él viene de la vieja escuela, desde una época cuando la gente todavía se carteaba, aunque dijo que ese tipo de correspondencia sigue vigente para un pequeño sector de la población como los internos del Centro Federal de Readaptación Social de Matamoros.
“Sí recuerdo aquellos años cuando la gente no tenía el Internet, que estaba la novia o el novio emocionado esperando las cartas de amor.
“Y todavía sigue siendo muy emocionante cuando la gente espera al cartero y recibe su correspondencia, le da mucha alegría”, relató.
Llueva o truene –como el dicho lo menciona– el señor Juan se sube a su bicicleta, o a su moto, según lo que le asignen (dependiendo la distancia de la ruta) y se va a entregar la mensajería.
“Aunque haga bastante calor o frío la gente nos espera”, agregó.
Ruborizado por la historia de honestidad que está en su entorno, el cartero dijo que solamente cumplió con su deber. Ni siquiera supo cómo fue dada a conocer.
“Fue en la casa de una maestra. En ese rumbo llevo 14 años trabajando y a casi todo el vecindario lo conozco, entonces ella me ha dicho que le deje la correspondencia en su puerta y no en su portón, porque con la lluvia se moja o se la lleva el aire.
“En eso noté que el dinero estaba tirado. Como no tengo el número telefónico lo que hice fue dejarle la correspondencia y una nota. Lo mismo haré siempre con cualquier persona, porque les tengo mucho respeto a todos los destinatarios y no está bien agarrar el dinero ajeno”, subrayó.
LA VIDA LOS UNIÓ DE NUEVO
Pero circunstancialmente a la persona a la que le tocó ayudar es la misma que le dio clases a su hijo Juan Aldair y al recordarlo se sensibiliza.
Este cartero no puede evitar que sus ojos se pongan llorosos ni que su voz comience a quebrarse. Toma una pausa y fuerza para continuar conversando…
En dichos de la misma comunidad donde se desenvolvía, incluida la maestra, el joven era un estudiante ejemplar como su padre; un sano deportista, un vecino apreciado y un buen hijo, por eso es difícil entender cómo una familia con una gran calidez moral haya sido objeto de una tragedia como esa.
“Aquella vez me encontraba en mi trabajo cuando me llamó mi esposa para avisarme que mi muchacho no había regresado. Fuimos a buscarlo a la casa de sus amigos del CBTis pero nadie sabía donde estaba ni tampoco contestaba el teléfono.
“Preocupados recibimos una llamada de que estaba en el Hospital Pumarejo. Fuimos, pero solamente encontramos a sus amigos heridos, a mi hijo ya se lo habían llevado al Semefo (Servicio Médico Forense).
“Gracias a Dios sus amigos sí alcanzaron a librarla, pero sí para nosotros ha sido una situación muy difícil de superar. Mi esposa y yo pasamos tiempos muy duros y hasta ahorita todavía lo sentimos”, describió resignado.
FUERON AMENAZADOS
Pero el señor Juan lo asume con sabiduría y reconoce que es la realidad del México, de Tamaulipas y del Matamoros actual, porque aunque han transcurrido ya siete años desde la muerte de su hijo, aseguró que la ciudad no ha cambiado nada y tristemente continúa habiendo violencia en sus calles.
“Yo veo que sigue igual… pero no por eso hay que rendirnos. Es importante poder crear consciencia y hacer cosas buenas para que nuestros niños y jóvenes salgan adelante, como el estudio y el deporte.
“Tengo un hijo de 10 años que está en un equipo de fútbol, y lo hemos llevado a participar a Monterrey y Ciudad Victoria. Trato de impulsarlo y apoyarlo para que sea una buena persona”, expresó.
Gracias a sus valores y unidad es que el señor Juan y su familia han podido ayudarse a sobrellevar esta pena, aunque el recuerdo de su hijo se mantiene todos los días en su memoria.
Es por ello que a los Cerecedo Sierra la gente se los reconoce, pues han tenido que enfrentar angustias, dolor y al mismo tiempo el miedo e impotencia, porque también recibieron amenazas telefónicas de los agentes federales que cometieron el crimen de su hijo, para que no interpusieran denuncias a un más alto nivel.
“Tengo a mis demás niños y por ellos hemos tratado de salir adelante, porque también nos veían muy lastimados y ellos también sufrían. Mi esposa me apoyó bastante y gracias a Dios ahí vamos. Lo más difícil ha sido recuperarse de la tristeza. Yo caí en depresión, pero le agradezco mucho a mi familia que me ayudó a salir adelante”, dijo.
Pero destacó que en el caso de su hijo y sus amigos, que eran todos menores de edad, no hubo una situación de justicia.
“…porque los federales le pusieron un arma y una gorra de las que usa la gente mala para aparentar que andaba mal. Yo recibí muchas llamadas para advertirme que no hiciera nada porque si no iba a haber consecuencias… tuvimos miedo por mis demás hijos.
“Para mí están muy maleadas las autoridades, no debieron haber hecho eso. Mi hijo era una persona muy conocida en la escuela por su buen comportamiento, muy serio, dedicado a sus estudios, al deporte y luego que hagan esas cosas. Yo me sentí muy mal por esa situación.
“Fue un trauma muy grande ver que lo publicaron en el periódico, tirado ahí con una arma. Sentí una impotencia y una tristeza inmensa que ni siquiera podría describirla”, añadió.
De estar vivo Juan Aldaír tendría 24 años de edad. Sus amigos que lo acompañaban se recuperaron y los dejaron libres, porque no había ningún delito qué perseguir. Fueron inocentes en todo momento.
“Pues no queda de otra que echarle ganas a la vida, seguir trabajando, salir adelante. Lo que le pasó a mi muchacho trato de contestarlo con trabajo, respetando a la gente.
“En 2015 cuando nació mi hijo más chiquito, le pusimos el segundo nombre de su hermano para honrar su recuerdo. Ángel Aldair se llama”, subrayó.
En esta moraleja de que la gente le está reconociendo su trabajo este cartero simplemente pidió asegurarse que no se pierdan los valores ni las buenas costumbres.
“Si andando en la calle te encuentras algo y sabes que una persona es la dueña entrégalo, porque es bien sabido que todos tenemos necesidades, pero no es grato quedarse con algo que no nos pertenece, que no nos ganamos trabajando como parte de nuestro esfuerzo”, indicó.
Desgraciadamente el señor Juan ya no podrá recuperar a su hijo, pero su honesta forma de vivir se está convirtiendo en un motivo de superación y aprendizaje para otras personas.