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Caballeros cetreros

2 de noviembre de 2009 por Silvia Cruz

Cuando el sol se posiciona en el punto más alto del día, un aguililla Harris surca el cielo azul de la región calera. El ejido Santa Ana, lejos del bullicio de la ciudad, es el lugar donde la pájara pone sus instintos de caza al servicio de un humano formando la mancuerna perfecta que se conoce como cetrería.
Al silbido chillante de su amo, la pájara se coloca en la lúa (como se le conoce al guante de piel donde se coloca el ave) como esperando seguir instrucciones, mientras tanto el cazador –un biólogo que se dedica a este deporte desde hace tres años– la “vuela” hacia el monte para que busque a la presa del día.
El ave, animada por el instinto –y el premio que vendrá si localiza a su víctima–, visualiza a una liebre a poco más de doscientos metros de donde está su amo. Abriendo sus alas baja sin dificultad sobre su presa que intenta escapar sin éxito. La llegada oportuna del cazador termina con la labor.
Un pequeño trozo de carne es el premio al aguililla, quien vuelve a volar lista para buscar una liebre más.
La rutina de volar y cazar se repite por lo menos dos horas más hasta conseguir una buena caza de dos liebres, que a fin de cuentas servirán para la alimentación de las aves que participaron en el ejercicio.
Por lo menos cuatro veces a la semana Víctor Pérez y Carlos Fernando Gómez, dos de los tres únicos cazadores cetreros de la región, practican este deporte.
Y a pesar que la cinegética es un deporte muy respetado entre los naturales de Reynosa, pocas personas –incluso en el país– ejercitan la cetrería, pues se requiere de una singular paciencia para entrenar un ave salvaje y educarla a cazar haciendo equipo con el hombre.
Este milenario deporte fue practicado principalmente por la nobleza europea y que tuvo su época de oro en la edad media, hasta que cayó en declive con el surgimiento de las armas de fuego.
Cristóbal Colón fue el encargado de traer a América este deporte que llegó a ser de uso exclusivo de los reyes y la aristocracia.
Fue en los años setenta que en España –uno de los países que más había abrazado el deporte en su época de oro–, Félix Rodríguez de la Fuente rescató esta modalidad de cinegética y a partir de entonces volvió a tomar auge en varios países, entre ellos México donde existe un grupo de cazadores en el Estado de México.
Uno de ellos es Carlos Fernando Gómez, quien ya tiene 24 años de ejercitar este deporte.

EL CLUB CETRERO
La afición de Carlos Gómez por la cetrería lo motivó a abrir un club en Reynosa al que se integró desde hace seis años Víctor Pérez y algunas otras personas. Sin embargo, no todos permanecen dentro del club, pues el cuidado de los animales de caza requiere mucha paciencia.
“No es nada más tener el ave en mano”, explicó Gómez, quien indicó que uno de los requisitos para practicar el deporte es tener paciencia y gusto por la naturaleza.
“A la gente le gusta cómo se ve el ave en la mano, pero para lograr eso debe haber un tiempo de entrenamiento y sacar a que el ave haga ejercicio, requiere mucha dedicación”, señaló.
Y esta es la razón por la que en la ciudad sólo hay tres personas que se dedican a esto, pues el ave no sólo requiere cuidados como tener un lugar apropiado que la proteja de las inclemencias del tiempo, además se necesita llevarlas a cazar por lo menos cuatro veces por semana, lo que implica largas caminatas para el cazador.
“En nuestro caso trabajamos con ellos cuando ya saben buscar su alimento y los enseñamos a cazar liebres, tlacuaches o conejos, también se pueden entrenar en estado niego, cuando apenas salen del nido y uno los enseña a cazar”, detalló Víctor Pérez, el segundo miembro del Club Cetrero.
Las aves con las que trabajan son en su mayoría donaciones realizadas por personas que las compran para tenerlas de macotas, sin tomar en cuenta los cuidados que requiere un animal con instintos depredadores.
“Las aves las obtenemos principalmente por donación de personas que las consiguen porque son bonitas o representan el símbolo del país, las adquieren pero luego no saben qué hacer con ellas, se les maltrata o no saben qué darles de comer, no las cuidan o simplemente les aburren; algunas personas que saben que nos dedicamos a esto nos las donan y nosotros las cuidamos, las entrenamos, las rehabilitamos si el plumaje esta deteriorado las alimentamos para que les salga pluma nueva, si el ave es apta para sobrevivir sola pues la liberamos.
Estas aves son parte de la fauna de la región, son animales muy bellos, muy hermosos y hay que cuidarlos. A nosotros nos han donado las aves, pero el procedimiento para capturarla es que se les solicita un permiso a Profepa y ya una vez que está autorizado el permiso sí podemos capturarlas.
El cuidado de las aves involucra muchos aspectos, cuidar su nutrición, el plumaje, que no se hagan daño, cuidarlas de los elementos del frío o del calor, y sobre todo darles ejercicio sacarlas al campo para que puedan hacer lo que ellas naturalmente hacen” detalló el cazador Víctor Pérez.
El proceso para entrenar un ave puede tomar varias semanas, dependiendo que tan rápido se adapte al cazador, lo primero que los cetreros hacen es “afianzarla” lo que significa que reconozca el guante del cazador, que es quien le da de comer, los cetreros enseñan a su ave a acostumbrarse a la presencia del cazador y a capturar liebres o conejo.
Como las aves que entrenan son principalmente depredadoras de roedores, utilizan los premios para acostumbrar a las aves a buscar la presa indicada, cuando la vuelan en el campo y el ave somete a un roedor, los cazadores esconden la presa y envían a su ave nuevamente a cazar, pero cuando ésta captura a una liebre o a un conejo, el animal recibe un premio que viene de la misma presa que atrapó.
“Cazamos con las aves porque ya tienen el instinto depredador, nosotros nada más las inducimos a las presas que queremos que capturen, por ejemplo si queremos que se le lance a una liebre, la premiamos con un pedazo de carne más grande. Si se le lanza a un roedor no la premiamos o le quitamos la presa y la dirigimos a que cace liebre o conejo”, explicó Pérez.

CETRERIA, MAS QUE CAZAR PRESAS
Para cazar, los cetreros utilizan las aves naturales de la región como aguilillas de Harris, gavilanes o diferentes especies de búhos. Luego de su entrenamiento, esto animales permanecen con los cazadores por un tiempo máximo de 4 años.
En ocasiones un ave que es atrapada en estado silvestre no se acopla bien a su cazador y es cuando prefieren liberarla en los ejidos cercanos de la ciudad.
Los animales que utilizan estos cetreros nunca son sometidos por maltrato para inducirlos a cazar, por el contrario, una de las premisas de los cazadores es protegerlos y rehabilitarlos cuando se encuentran heridos.
“La gente tiende a dispararles por ocio o simplemente para proteger a las aves de corral como gallinas o pollos y cuando las ven cerca de su rancho las matan y poco a poco hacen que vaya disminuyendo la población.
Nos hemos encontrado aves que tienen el pico colgando o con heridas de bala y regularmente no se sanciona a nadie por ese maltrato, pues aunque haya leyes que protejan a los animales, se tiene que encontrar a la persona en el momento del maltrato”, explicó Pérez.
El dispararle a las aves o maltratarlas va en contra de los principios de la cetrería, donde nunca se utiliza un arma de fuego y se cuida a las aves que cazan con el hombre.
Los cetreros aseguran que cuando salen a cazar con sus compañeras están cuidando la naturaleza.
“Es un deporte que enseña el amor por la naturaleza, tratamos de cuidarla cuando cazamos, hacemos un conteo y vemos cuántas especies hay en el lugar donde estamos y hemos visto que las mismas aves de los ejidos cuando vamos de cacería se acercan a las nuestras”, comentó Carlos Gómez.
Según las observaciones de los cazadores, alrededor de la ciudad existen aves como búhos, lechuzas, mochuelos o las aguilillas de Harris, aunque su población se ha visto disminuida debido al crecimiento de la mancha urbana.
“No es recomendable practicar la cetrería dentro de las colonias. Cuando estamos aquí en la ciudad, únicamente las ejercitamos para practicar la cetrería a campo abierto, porque las aves en todo momento son silvestres, cuando ellas se quieran ir se van, no las volamos con cordones ni las sometemos”, aseguró Gómez.
Y es que en la cetrería se beneficia tanto el cazador como su ave, quienes forman un equipo que en ocasiones desafía la naturaleza, pues se dan casos que un aguililla de Harris y un búho cornudo (enemigos naturales), hacen una buena mancuerna.
“Las aves alcanzan la madurez como a los cuatro años, en ese tiempo las liberamos en un lugar despoblado para que no se hagan daño, una vez que las dejamos de manejar, ellas vuelven a ser silvestres”, finalizó Carlos Gómez.

Si desea tener más información o practicar este deporte
se puede comunicar al celular 044 89 92 44 53 60
ó al teléfono 925-12-43 Carlos Gómez
o Víctor Hugo Pérez.

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