Entre entre los últimos calores del año y el lento tráfico del primer cuadro de la ciudad se llega hasta la calle Juárez y Mariano Escobedo. Justo en la esquina se encuentra un rincón de distracción, descanso y esparcimiento, un lugar que conviene visitarlo por lo menos una vez al mes. Eso sí, el espacio se reserva su derecho de admisión, ya que sólo atiende a clientes masculinos.
El negocio que se encuentra en esta esquina ha estado aquí por más de tres décadas, es toda una tradición en la ciudad y viene de un oficio que existe centurias antes de Cristo. Aunque la fachada es sencilla como cualquier otro comercio del centro de Reynosa, los colores dibujados en una barra de su exterior (blanco, azul y rojo) la distinguen como la reluciente barbería “Savoy”.
Basta cruzar el dintel de la puerta del local para que además del tintineo de una campana, sonrientes caras le den al visitante la bienvenida y lo hagan sentir lo más cómodo posible. Desde la oferta para ocupar un sillón reclinable, la lectura de periódicos y revistas mientras se aguarda el turno, o simplemente la invitación a integrarse en las amenas charlas que sostienen barberos y parroquianos.
En el ambiente se respira un aire fraterno. Clientes y barberos se conocen desde hace ya varias décadas, pero no son los únicos que asisten al lugar, se pueden observar caballeros de todas las edades, todos con un común denominador, utilizar los servicios de un aprolijador de barba profesional.
Y es que décadas atrás, los caballeros acudían a la peluquería y las damas al salón de belleza, sin embargo la exigencia de igualdad de sexos que se acentúo hace algunos años se reflejó también en las llamadas estéticas unisex; que lo mismo hacen un peinado, manicura, tintes, que cortes de pelo para hombres y mujeres. Este cambio que ha proliferado en especial en los noventa, no tiene conformes a todos, en especial a quienes se aferran a la tradición o la privacidad de un lugar especialmente para caballeros y niños.
“Nada de estéticas, no es el mismo trabajo” comenta uno de los clientes quien mantiene el anonimato debajo de paños húmedos que le son colocados en el rostro, como un ritual que se tiene luego de una buena afeitada.
PRECURSORES DE PROFESIONALES
Para los especialistas de la navaja, este es uno de los oficios más completos y satisfactorios que existen. Incluso históricamente fueron precusores de nobles profesiones como dentistas y cirujanos. Así lo cuentan quienes trabajan en el negocio y están orgullosos de sus predecesores que siglos antes que ellos, buscaban el alivio y bienestar de sus parroquianos.
Los colores emblemáticos de las peluquerías son una forma de dar a conocer los servicios que se ofrecían en el local. El blanco: la sanidad, porque el barbero ofrecía tónicos o remedios caseros para los achaques del cliente; el azul: por el jabón utilizado para el oficio de rasurar y rojo por el filo de la navaja no perdonaba ni un segundo de distracción.
Haciendo estas labores, fue como hace siglos se convirtieron en los primeros en extraer dientes y muelas, labor que los doctores de la época no querían realizar, convirtiéndose en los antecesores de los dentistas.
Aún desde la época de los egipcios los barberos realizaban pequeños arreglos a quienes por guerras o accidentes habían quedado un poco desfigurados, abriendo camino al nacimiento de los cirujanos plásticos.
Eso no es todo, quien quisiera enterarse de las últimas noticias que circulaban en la comunidad podía acudir con el peluquero, quien estaría al tanto de las últimas nuevas del lugar, ocupando así la función de periodistas. Y qué decir de la consejería, aún ahora los barberos ejercen dicho trabajo por excelencia.
En Reynosa, el oficio se ha mantenido como una tradición que va pasando de generación a generación. Así lo platican los peluqueros que laboran en la barbería “Savoy” quienes tienen más de cuatro décadas arreglando el pelo, recortando patillas, aplicando tintes para el cabello y masajes faciales.
EL OFICIO SE NIEGA A MORIR
Si se otorgaran las “tijeras de oro” por trayectoria en el oficio de peluquero, don Macario Martínez ya las tendría. Y hasta un poco más, ya que el fígaro, oriundo de Reynosa, tiene sesenta años en este oficio. Cuando comenzó, tenía apenas 17 años y como muchos jóvenes de su edad había comenzado en la vida laboral desde muy niño, trabajando de bolerito en el primer cuadro de la ciudad.
Fue en una peluquería del mercado Zaragoza donde se inició en el arte de cortar el pelo. Poco a poco, y tras varias trasquiladas, se abrió paso hasta ser todo un experto en la navaja, lo que le permitió dejar el cajón de bolero y dedicarse completamente a aprolijar la barba de sus clientes.
A sus 77 años el robusto hombre de gafas todavía sigue en el oficio que ha servido para mantener a su familia y darle una carrera universitaria a sus hijos.
Orgulloso de su labor, presume que a lo largo de seis décadas ha sido el peluquero de cabecera de importantes personajes de Reynosa; prominentes empresarios y varios presidentes municipales que acuden a ponerse en sus expertas manos.
Hombre de pocas palabras, concentrado en su trabajo, rompe el silencio cuando se hace la comparación entre una estética y una peluquería y determina “Ellos tienen otra clase de trabajo, es muy diferente a nosotros. Nosotros cortamos el pelo, rasuramos y ellos arreglan el pelo, pintan las uñas y todas esas cosas. Las barberías son para puros hombres y niños”.
Y mientras continúa apostado en su sillón a la espera de su cliente de los miércoles, don Macario guarda el silencio mientras otro de sus compañeros abunda en las diferencias.