Además de bailar la danza mixteca para obtener unos pesos más, padre e hija lo hacen para que ella pueda pagar sus estudios universitarios.
Alrededor de las 11:00 horas, cuando los rayos solares ya tienen gran intensidad, a pesar de no haber llegado aún al mediodía, dos danzantes llaman la atención de los automovilistas y los distraen durante los breves segundos que dura el semáforo en rojo.
Detrás de los pasos de la danza mixteca está la historia de José y Xóchitl, padre e hija originarios de Oaxaca, que desde hace algunos años viven en Reynosa.
Sobre el crucero de bulevar Morelos y Praxedis Balboa, José y Xóchitl tocan una melodía proveniente de una flauta, un tambor y sonaja acompañado por el sonido de unos cascabeles unidos a un pedazo de cuero atado a sus piernas.
Su padre y sus abuelos le enseñaron a José este baile popular que surgió hace varios siglos y ahora, el se lo ha enseñado a sus hijos, que aunque tiene tres, solamente dos lo ejecutan.
“Desde que estábamos en Oaxaca ya bailaba porque allá es tradición, después de Miércoles de Ceniza danzamos, hacemos una fiesta en grande y bailamos en las fiestas patronales”, comentó.
POR NECESIDAD
José complementa su trabajo en la industria maquiladora como operador, con su faceta como danzante para obtener un poco más de ingresos.
“Uno también trabaja en la fábrica, pero la mera verdad es poco el sueldo y no nos alcanza, por eso andamos aquí, para ganar otro pesito”, platicó el hombre.
Además de bailar en varios puntos de la ciudad también lo hacen en forma privada, cuando alguna persona los contrata para bailar, por ejemplo, durante los festejos a la Virgen de Guadalupe o a San Judas Tadeo.
“Vamos y le danzamos y cuando lo hacemos en la calle por cuenta de nosotros es para sacar para el día”, detalló.
Su jornada laboral en la maquiladora inicia a las 19:00 horas y termina a las 04:30 horas y posteriormente se lanza junto a su hija a las calles de Reynosa a bailar.
“Aquí empezamos desde las ocho y estamos un rato, como está el calor muy fuerte antes de las 12 hay que irnos a descansar porque es mucho el sol”, expuso José.
Agregó que los días que más trabajan son los viernes, sábados y domingos, que son cuando no va a la maquiladora.
BAILANDO POR UN SUEÑO
Xóchitl se muestra un poco más tímida que su padre, pero platicó que está a pocos días de ingresar a la Universidad Miguel Alemán a estudiar la preparatoria, por eso baila para recaudar fondos que le permitan solventar sus gastos.
“Vengo porque necesito sacar para todo, para mis útiles y para lo demás que voy a ocupar, voy a estudiar Técnico en Contabilidad, me interesa mucho todo eso”, manifestó.
Mientras su papá ejecuta la danza, ella se interna entre dos filas de vehículos portando en la mano un tenate, que es una especie de canasta de hojas de palma o tule en donde los automovilistas le dan “lo que sea su voluntad”.
BIEN RECIBIDOS
Ambos coincidieron en que la gente se porta bien con ellos, hasta el momento no les han puesto una mala cara y en ocasiones, hasta les agradecen por lo que hacen.
“La gente a veces nos da las gracias por seguir con esta tradición porque dicen que a muchos se les ha olvidado su cultura”, precisó.
Ante la interrogante sobre si alguna asociación, dependencia u organización cultural se ha acercado para integrarlo a sus filas u ofrecerles algún espacio para su manifestación artística, respondió que aquí ninguna lo ha hecho.
Sin embargo, en Miguel Alemán fueron llamados por un lugar dedicado a la promoción cultural para que su número fuera apreciado por turistas.
‘FOTO PA’L FACE”
Su atuendo no es algo muy común en las calles, por lo que es inevitable que la gente que camina o viaja en sus vehículos o el transporte colectivo no voltee a verlos.
Su llamativo vestuario es realizado por ellos mismos, porque los originales, debido a su costo, sería imposible comprarlos.
“Vienen niños chiquitos y nos dicen adiós y pues les saludamos, a veces nos toman fotos aquí que para el face y eso, pero pues aquí estamos”, dijo el hombre con una sonrisa.
Para Xóchitl y su papá no todos los días son buenos, dijeron que es como todo: hay rachas buenas y rachas malas.
“A veces nos va bien y a veces no, pero tenemos que estar aquí, no obligamos a nadie a que nos de algo, pero el que quiera hacerlo un peso o lo que sea su voluntad es bienvenido y de aquí no nos vamos hasta que ella salga como profesional de la escuela”, advirtió el orgulloso padre.