Los rayos del sol desfilan por su ventana y con ellos, muchas ansias porque las horas y los minutos transcurran con presteza para irse a la escuela.
Sus pasos son lentos y en su rostro descansan las huellas del tiempo, pero el corazón de doña Hilaria del Angel late como el de una quinceañera.
Y aunque de niña cambió los cuadernos y el estudio por el metate y demás trabajos rudimentarios de su paupérrimo hogar, hoy se ha reencontrado consigo misma, a través del aprendizaje de las letras.
Cuenta: “Yo sentía que iba a ser muy duro aprender y le decía a la maestra ‘yo no quiero porque soy muy cabezona, no voy a aprender nada’.
“Pensaba que no iba a poder, pero así como le estoy haciendo, mirando como los demás le hacen, pues creo que ahí voy poco a poco también”.
Desde que doña Hilaria se integró a la Casa del Adulto Mayor de la colonia Voluntad y Trabajo (adscrita al Sistema DIF Reynosa), esta mujer de 76 años considera que su vida ha tomado otro sentido.
“Ahora siento que se me está abriendo mi mente y como que me está dando alegría al corazón.
“Nunca se me ocurrió decirle a mis nietos ‘enséñame, ayúdame’, hasta ahora con mi maestra (Alma Patricia) que me está diciendo ‘vas a hacer tu nombre’. Apenas se me está grabando como empezar”, ilustró.
DEL HOYO A LA FELICIDAD
Originaria de Zacamixtle, Veracruz, doña Hilaria creció entre el maltrato y la marginación. Nunca imaginó que se enseñaría a leer y escribir.
“Yo soy una niña huérfana y no alcancé mamá. Yo nomás como un pollito solita andaba, como un animalito arrimada. Mi padre se iba de parranda y no le veía por días. No tuve amigos porque no dejaba que se me acercara algún muchacho ‘mazorca pelada’, como les decía”, relató sentada en su pupitre.
Esta descendiente de linaje maya, comentó que se casó a los 12 años, pues pensaba que así su vida mejoraría, pero resultó todo lo contrario.
“Lidié con un esposo borracho durante muchos años. Fue muy triste. No disfruté mi niñez y todo me lo aguanté por burra y zonza, por eso aguanté todo eso, así fue mi vida. Comencé a conocer al A, el E, el U, por mis nietos del kínder y mi maestra“, describió.
Para esta abuelita es muy importante cada una de sus clases, por ello no falta ningún día, según explicó.
“Espero que mi ejemplo pueda servirles a otras personas mayores para que se animen a aprender”, deseó la septuagenaria.
POR SALUD ES ACONSEJABLE
Para Alma Patricia Mata Escobar, encargada de esta casa del DIF, es de vital importancia que la gente mayor encuentre una actividad para mantenerse bien consigo misma.
La educadora agregó que como doña Hilaria, los demás ancianitos inscritos en este plantel ponen de su parte para aprender.
“Empezamos primero a que conozcan las letras y que sepan escribir su nombre porque hay personas que no saben leer ni escribir. Ahorita les ponemos pura caligrafía para soltar la mano”, describió.
Mata Escobar dijo que la mayoría de los ancianitos responden admirablemente a los programas del Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia, tanto que las horas que permanecen en las aulas se les hacen pocas.
“Ellos están muy contentos porque van a aprender a leer y a escribir por medio del ITEA (Instituto Tamaulipeco de Educación para Adultos).
“Quieren que todos lo días les cheque la tarea y que les ponga más tarea. Tengo algunas abuelitas que llegan aquí a las nueve de la mañana y se van a las cuatro de la tarde y porque tengo que cerrar, si no creo que ellas aquí le siguieran haciendo tarea”, manifestó.
La funcionaria recomendó a las familias de personas de la tercera edad que no saben leer ni escribir que las canalicen a la Casa del Adulto Mayor:
“Les sugiero que las lleven a una Casa Club porque para ellos (abuelitos) tener actividades constructivas es algo que los hace sentirse importantes”, comentó.
Así, los ancianitos como doña Hilaria, quien a su larga edad se emociona con los cuadernos y los lápices, son una muestra de que el tiempo no es un pretexto para ejercitar la mente.