
Corría la década de principios de los 30, fecha en la que nacieron varios de los dirigentes del presente, pero también en la que hubo importantes sucesos como el descubrimiento del planeta Plutón, la organización de la primera Copa del Mundo de Futbol en Uruguay y, para desgracia de millones, la toma de Alemania por conducto de Adolf Hitler, dando pie más tarde a la Segunda Guerra Mundial.
En América, Eliot Ness perseguía a los gángsters de Al Capone y la música de swing hacía sacudir el esqueleto de quienes poseían radios transmisores y asistían a las reuniones de baile.
México era gobernado por Pascual Ortiz Rubio, al tiempo que la contagiosa crisis económica de Estados Unidos inhibía las inversiones desde la frontera norte. Para muchos, la realidad actual es hija de aquellas circunstancias.
Reynosa era entonces una pequeña comunidad que rondaba los 10 mil habitantes, pero su posición geográfica la situaba en un punto de abundante tránsito de viajeros y trabajadores locales.
Fue precisamente a unos pasos del puente internacional, en las calles Allende y Ocampo, donde un novedoso establecimiento estrenó un menú de platillos internacionales y domésticos: el restaurante Sam’s.
No tardó en llamar la atención de los residentes de Estados Unidos que volvían para ver a sus familias y de la aristocracia de la época, compuesta por comerciantes, hacendados, profesionistas, funcionarios del gobierno, artistas, estudiantes e intelectuales.
Según cuenta el cronista urbano Reynaldo López Olivares, en este recinto muchas parejas se conocieron y también ahí mismo se propusieron matrimonio. Era un lugar especial, rememora.
“Lo administraron entre muchas personas el señor Pepe Elías Maciel y su hermano Jorge. Fue una tradición enorme estar en el Sam’s, porque por ahí pasaron diversas personalidades.
“Además, tenía una mesa internacional con una cocina muy reconocida y sabrosa”, refirió.
Las ancas de rana, dice el historiador, era una de las comidas típicas y exóticas más solicitadas.
UNA GRAN PRUEBA
La especialidad para complacer a los clientes de este lujoso comedor y salón de eventos creció con los años y las décadas; sin embargo, en 1967 ocurrió un acontecimiento que devastó gran parte de las ciudades en ambos lados de la frontera y derrumbó la economía.
El huracán “Beulah” viajó por el Caribe y golpeó la península de Yucatán ganando categoría 5. Aunque se fue debilitando hasta llegar a Texas, rompió el récord de mayor número de tornados producidos por un ciclón tropical, que fue de 115. Aún así provocó graves inundaciones y las pérdidas fueron millonarias.
Pese a la desgracia que embargó a tantas familias de la región, el restaurante Sam’s siguió avante.
“Empezó siendo un negocio aproximadamente de unos 150 metros de madera y después siguió creciendo hasta llegar a lo que es. Era uno de los sitios más importantes, más visitados y la gente venía exclusivamente a comer, porque tenía unas viandas muy buenas y variadas”, evoca don José Salazar, habitante del rumbo.
Este anciano explicó que eran cientos las personas que arribaban al Sam’s y docenas sus trabajadores.
“Después del mediodía tenía atención especial, les llamaban tardeadas y venían muchas parejas a tomar refrescos. El ambiente de los muchachos de aquella época distaba mucho al de hoy en día”, comparó.
Pero este restaurante también tenía una zona de bar que ofrecía jaiboles de whisky, la cuba libre de brandy y el perro salado de tequila como bebidas principales.
“Para empezar los gobernadores y los presidentes de la República solían llegar al Sam’s”, indicó don José, quien desde los 12 años de edad acostumbraba comer aquí.
A NADAR CONTRA CORRIENTE
El declive comercial que finalmente vino a tumbar al Sam’s no inició hace poco, sino 30 años atrás, con un fenómeno que cambió la fama de Reynosa de una ciudad hospitalaria, a una timadora, imagen que lamentablemente continúa en la actualidad en el Valle de Texas, según manifestó Reynaldo López Olivares.
“La desatención hacia las personas que nos visitaban tuvo un peso muy específico al inicio de los 80, ya que las autoridades (aduanales, de Policía y de Tránsito) comenzaron a ahuyentarlas con multas (mordidas) y decomisos arbitrarios. Consecuentemente este tipo de empresas se vino a la baja, porque dejaron de manera paulatina de registrar clientes”, especificó.
A todas luces, después de esta larga resaca sin suficiente turismo del vecino país y también de México, era muy difícil mantener un negocio tan tradicional como este. Obviamente un restaurante no puede sobrevivir cuando en el día solamente se paran unas pocas personas.
“Es triste que cierre sus puertas después de casi ocho décadas operando. Era el más antiguo que existía en nuestra comunidad. Ya no hay comensales, ya no hay clientes, la nómina y los gastos de luz eran enormes y ya no se pudo sostener con las poquitas ventas que existían para cubrir los gastos principales”, comentó el también escritor de 12 libros históricos.
Lo real es que urge reactivar los negocios del centro, remodelarlos o darles otro giro, porque como fichas de dominó se están precipitando. Antes del Sam’s fue la discoteca el Zodiac y así le precedieron otros comercios de la “zona rosa”.
“Esto es causa de la crisis, estamos acabados comercialmente por las malas administraciones de muchos funcionarios corruptos, acabaron con el turismo, con el comercio; han acabado prácticamente con todas las ramas comerciales de tradición”, insistió López Olivares.
UNA EPOCA PERDIDA
Tal vez durante su época de oro, pocos podrían imaginarse que este restaurante que ahora luce feo y descuidado, acabaría como lo hizo, más aún cuando en su interior predominaban los aromas de las ricas comidas y los perfumes de sus visitantes.
Un vaivén de meseros llevaba a los clientes nuevos y añejos humeantes bisteces de res, pescados empanizados y mariscos, entre otros banquetes.
Las propinas eran buenas, según cuentan. En sus elegantes sillas muchas veces se sentó gente común y hasta personajes de la farándula.
El ruido de los cubiertos se traducía en empleo para los trabajadores, a quienes les alcanzaba para mantener dignamente a sus familias. Las risas, los chistes, las voces (en inglés y en español) y el bullicio del aceite caliente en la cocina ya no alegran más este lugar, sentenciado a los recuerdos de quienes aquí pasaron horas enteras.
En lo que va de la presente administración no se ha abierto ningún comercio gastronómico en el área mencionada. Los pocos estadounidenses que cruzan el río Bravo lo hacen para obtener un servicio médico o conseguir medicamentos, más no para llegar a comer.
De acuerdo a Francisco Javier Escobedo Barbosa, director general de la Cámara de la Industria Restaurantera y Comidas Condimentadas (Canirac), en el último mes y medio 29 restaurantes de los más representativos han cerrado, tal es el caso de La Mansión del Prado, El Fogón do Brasil y El Gaucho, entre otros de ese nivel.
“La clausura de cada local ha traído como consecuencia desempleo, por las familias que de esto dependían. Necesitamos a lo mejor echarle más ganas y trabajar con más positivismo”, sugirió el entrevistado.
Aunque existe una relación muy estrecha con la gente de Estados Unidos, este empleado mencionó que la ciudad no se ha distinguido en los últimos tiempos por atraerlos a este lado del río Bravo.
“El turismo no lo vemos más que en fotografías. De repente por alguna necesidad ellos vienen, pero hay una campaña bastante fuerte en el lado sur del Valle de Texas en relación para que no vengan para acá”, lamentó.
Sobre qué está haciendo la Secretaría de Turismo para paliar esta crisis de ausencia de clientes, Escobedo Barbosa señaló:”se han aterrizado unas cosas muy importantes en lo que se refiere a eventos y cursos de capacitación, para preparar día con día a los empleados de la industria restaurantera en calidad de servicio al cliente”.
El también ingeniero por la Universidad Autónoma de Tamaulipas (UAT) señaló que el Centro también se ha ido cerrando por la falta de estacionamientos o porque siempre están ocupados.
“La gente no los quiere por el gasto y porque dejar un coche dentro no garantiza nada. Eso merma a los visitantes y por alguna razón el municipio está creciendo para el rumbo del periférico”, sopesó.
En tanto, hasta el cierre de esta edición los propietarios del tradicional establecimiento, sensiblemente dolidos por su cierre, prefirieron no hacer comentarios a esta publicación.
De esta manera el Sam’s pone fin a una larga historia de nada más ni nada menos que casi ocho décadas. Una triste forma de decir adiós. Y surge una pregunta: ¿Cuál negocio de la “zona rosa” sigue?