El 27 de febrero de 2020 se detectó el primer caso de Covid–19 en el país. Se presume que aquel paciente cero, cuya identidad quedó bajo reserva, fue de los que importaron el virus desde Italia y, aunque sobrevivió, los contagios se esparcieron sin control: unos días después se contabilizaba el primero de los más de 314 mil muertos acumulados (un hombre que acudió a un concierto al Palacio de los Deportes). Ahí empezó la calamidad.
9 de marzo de 2020. El gobierno de México se encuentra ante una descomunal encrucijada. La Subsecretaría de Prevención y Promoción de la Salud se ve orillada a hacer oficial el primer fallecimiento por coronavirus en territorio nacional.
La víctima, de 41 años de edad, asistió a un recital en la CDMX. Seis días después comenzó a sentirse mal. Los síntomas fueron mucha fiebre y problemas en los pulmones. Su organismo no resistió.
Para ese momento ya habían sido confirmados otros 118 enfermos (solamente habían transcurrido 10 días de haberse detectado el primero de los casos) y esto era apenas la punta del iceberg.
En medio de un desconcierto masivo, muchas cosas estaban a punto de cambiar. Otras emergerían de la improvisación y los protocolos, como el establecimiento de la ‘nueva normalidad’, un conjunto de restricciones que regirían el comportamiento social y económico de la población a un corto y mediano plazo.
En un efecto dominó durante los primeros meses se tendría un sistema médico colapsado, muchísimos enfermos y una cantidad temible de muertos.
Nadie hasta ese momento sabía cómo hacerle frente a esta amenazante emergencia de globales proporciones, la cual tuvo sus inicios en la muy lejana provincia china de Hubei.
Al comienzo, las devastadoras noticias que llegaban desde el otro lado del planeta se escuchaban con cierto escepticismo en el continente americano.
Pero en pocos días no solamente Asia, también Europa estaba infestada ya del SARS-Co-V-2, como técnicamente se le conoce a la molécula responsable de matar a casi seis millones de hombres y mujeres en los últimos dos años alrededor del mundo.
Por aquel entonces en Tamaulipas aún se encontraban vivas las 7 mil 339 personas que –al cierre de esta edición– terminaron perdiendo la batalla infectadas de sus vías respiratorias. La gran mayoría llevadas a una morgue y luego incineradas.
Muy probablemente antes de haberse
decretado la alerta sanitaria (el 31 de marzo de 2020) ignoraban que la muerte tocaría muy pronto a sus puertas.
FUE UN CAOS
De acuerdo con algunos especialistas México reaccionó tarde. A pesar de los avisos de gente muriéndose en las calles de Wuhan, Shanghai y Beijing; con hospitales saturados desde Munich a Roma y de París a Madrid, y de la ausencia de un tratamiento efectivo para combatir a Covid–19, los filtros epidemiológicos en las aduanas nacionales se establecieron con demora.
Inclusive, el presidente, Andrés Manuel López Obrador, fue duramente criticado por el manejo inicial de la pandemia, al dejar desembarcar a los ocupantes de un crucero turístico en costas del Caribe, donde presuntamente hubo un brote de contagios.
Pero no era el único jefe de estado con dudas. De igual manera el ex mandatario estadounidense, Donald Trump, fue fustigado cuando sugirió tratar el coronavirus con desinfectante y luz solar. Varios pacientes en ese país murieron intoxicados al tomar semejantes recomendaciones.
La cancelación de vuelos y el cierre de las fronteras llegaron en forma tardía. Los analistas advertían que los altos funcionarios públicos no entendieron oportunamente contra qué se estaban enfrentando. En las naciones de occidente la pandemia había sido subestimada y México y Latinoamérica no fueron la excepción.
El Estado sufrió de falta de insumos para poder dotar al personal médico en la primera línea de combate. Hubo muchos doctores, enfermeras, camilleros y hasta personal intendente y administrativo que se contagió y que incluso murió.
EL ‘BICHO MALDITO’
A dos años de distancia de la llegada del virus, los estragos son mayúsculos y amagan con seguir. Más de cinco millones de personas se han enfermado, sin considerar aquellas que no fueron detectadas por algún protocolo de salud. Cientos de miles perdieron a un ser querido, con un resultado positivo a una prueba de coronavirus.
Inevitablemente las funerarias no han descansado de día ni de noche y los panteones aún no terminan de inhumar a los difuntos ocasionados por esta plaga. En los últimos 24 meses enterrar o ir a depositar las cenizas de un familiar se ha vuelto una constante del México actual.
Y es que de acuerdo con cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) la tasa de mortalidad se incrementó notablemente.
Del total de las defunciones un 92.4 por ciento estuvo relacionado con problemas de salud, mientras que el 7.6 correspondió a causas externas como accidentes, asesinatos y suicidios.
En 2020 el coronavirus desplazó a la diabetes mellitus para colocarse como la segunda causa de muerte por detrás de las enfermedades del corazón.
Pero por género, fue la primera razón de defunciones en hombres, mientras que la tercera en mujeres a nivel nacional. Fenecieron por el SARS 128 mil 793 personas del sexo masculino y 71 mil 458 del femenino.
Aunque las estadísticas de 2021 no han sido aún reveladas, se espera un comportamiento parecido con respecto al periodo anterior, que fue del 18.4 por ciento (esto significa 200 mil 256 muertos por culpa de la pandemia) entre el total de las personas que perdieron la vida ese año (que fueron 1 millón 69 mil 958 víctimas mortales).
Por grupos de edad, Covid–19 fue la primera causante de fallecimientos en el rango de los 35 a los 44 años; de los 45 a los 54 años y de los 55 a los 64 años. Entre los 65 y más ocupó el segundo sitio.
En tanto que las entidades federativas que presentaron los promedios más altos por cada 10 mil habitantes en muertes por la pandemia fueron la Ciudad de México, en el primer lugar, y después le siguieron Baja California, el Estado de México, Sonora, Coahuila, Chihuahua, Sinaloa, Tabasco, Aguascalientes, Campeche, Nuevo León, Durango y Zacatecas.
Posteriormente se ubicaron Quintana Roo, San Luis Potosí, Hidalgo, Morelos, Tamaulipas, Yucatán, Guerrero, Tlaxcala, Puebla, Colima, Veracruz, Baja California Sur,
Guanajuato, Querétaro, Jalisco, Nayarit, Oaxaca, Michoacán y Chiapas.
UNA TRANSFORMACIÓN
En poco tiempo la Covid–19 pasó a convertirse en la palabra más comentada, la más temida y, al mismo tiempo, la más odiada. También ha sido la que mayor número de menciones obtuvo en las bitácoras de los centros hospitalarios.
Y es que en un principio el mundo no podía dar crédito a un fenómeno de salud pública que parecía ser sacado de una película de horror o de ciencia ficción. Doctores en trajes especiales, calles desiertas, supermercados vacíos.
El primer semestre de 2020 millones de personas entraron en pánico. La economía se contrajo. Algunas industrias paralizaron sus cadenas de producción.
Forzosamente los gobiernos debieron hacer una pausa a sus actividades cotidianas, mientras el sector educativo tuvo que apoyarse en las tecnologías para poder continuar con los planes de estudio.
Esto golpeó a México, cuya administración federal iba apenas en su primer año, habiendo recibido un sistema de salud muy deficiente y con graves fallas por parte de la administración saliente.
12 años atrás, los gobiernes del PAN y el PRI descuidaron el aparato de salud nacional.
Ante esa aplastante realidad la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) jugó un rol fundamental para poder instaurar las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en materia de movilidad en espacios públicos.
Con base a muchas juntas virtuales, en coordinación con la Secretaría de Salud y de las entidades federativas, se instituyó el uso nacional del cubrebocas, de desinfectantes y la instalación de filtros sanitarios. También se implementaron medidas de distanciamiento social.
Los cruces fronterizos con los Estados Unidos fueron bloqueados al turismo (por un espacio cercano a los 20 meses). La consigna era cortar el flujo masivo de personas en lugares comunes.
Inclusive, las iglesias tuvieron que cerrar temporalmente sus puertas y las tiendas dejaron de vender bebidas alcohólicas. Se establecieron semáforos epidemiológicos y se redujeron los aforos en bares y restaurantes.
A mediados de ese mismo año todos los hospitales públicos y privados del país, así como aquí en Tamaulipas, se reportaban saturados, sin camas ni suficientes tanques de oxígeno, de acuerdo con datos proporcionados por la Red Nacional de Infecciones Respiratorias Agudas Graves (IRAG).
De hecho, para el mes de agosto de 2020, hubo reportes de que en el estado más de 2 mil 700 trabajadores de la salud se habían infectado y decenas de éstos murieron.
Varios de los casos más sonados fueron los del jefe de la Jurisdicción Sanitaria Número IV, Nelson González Cepeda (10 de agosto), como también el deceso del doctor Serapio Cantú Barragán (22 de diciembre), quien fue alcalde de la ciudad de Reynosa del año 2002 al 2004.
Y esa sería la tónica a lo largo de los siguientes meses, aunque los ciudadanos tuvieron que irse acostumbrando a este clima de enfermedad, muerte e inestabilidad económica. Muchos estuvieron al borde del fallecimiento y se repusieron; otros no vivieron para contarlo.
LA CRISIS DE LA CERVEZA
Pero en medio de esta gran pandemia la cruda realidad también causó estragos en otros ámbitos de la vida cotidiana, hablando más de las costumbres, que de la salud.
A buena parte de la población en un inicio las primeras cepas del virus (a excepción de Ómicron) no les pegó tan fuerte e intentó continuar con sus actividades normales, desde el trabajo hasta las recreativas, especialmente los jóvenes.
La falta de espectáculos musicales y de eventos deportivos, a su vez, profundizaron desequilibrios en diversos sectores económicos, pero paulatinamente fueron reabiertos algunos giros.
Ante algunos paros laborales ocasionados por la pandemia, como el cervecero, al no haber sido considerado como esencial, la cerveza comenzó a escasear.
Después las restricciones de venta de bebidas alcohólicas se redujeron para los fines de semana.
Irónicamente podían observarse larguísimas filas de gente intentando conseguir un six de cerveza, mientras que había establecimientos en los cuales ésta excedió varias veces su valor.
Para finales de 2020 y comienzos del 2021 los casos de coronavirus comenzaron a disminuir.
Inicialmente la campaña del doctor Hugo López Gatell “¡Quédate en casa!” tuvo sus efectos positivos, aunque no fue del todo suficiente, porque una vez llegada la Semana Santa repuntaron otra vez los casos.
Las nuevas generaciones que permanecieron meses encerradas estaban deseosas de salir a divertirse.
LA VACUNA
Las bolsas de valores del mundo veían con optimismo el desarrollo de una fórmula contra la Covid, por primera vez había noticias muy esperanzadoras.
En enero de 2021 varios laboratorios de la industria farmacéutica estaban ya realizando los ensayos. Acciones como las de Pfizer, Moderna y AstraZeneca presentaron un considerable repunte porque los pacientes vacunados parecían estar reaccionando de manera más favorable.
Pero una relajación durante los días de Semana Santa y las campañas electorales volvieron a incrementar los contagios de forma alarmante en varias regiones del país.
Fue así que para el 24 de junio pasado México estaba autorizando por primera vez el uso de emergencia de la inyección de
Pfizer dirigida primero al personal de la salud y luego al grupo más vulnerable de la población, las personas de la tercera edad. Un ejército de ciudadanos comenzó a inmunizarse.
Al día de hoy más de 89 millones de personas han recibido al menos una primera dosis anti coronavirus.
Después de muchos rumores el 8 de noviembre Estados Unidos decidía poner fin a una larga temporada sin turismo y se anunció la reapertura de los cruces internacionales.
Pero en África ya se cernía una nueva variante mucho más contagiosa que las anteriores. Cuando la cepa del Ómicron llegó a México estaban en pleno apogeo las festividades decembrinas y nuevamente hubo contagios masivos.
EL COSTO DE LA PANDEMIA
El gobierno federal ha manejado herméticamente los datos referentes a la aplicación de recursos para atender esta imperante necesidad.
Sin embargo, la Universidad de Columbia detalló en un informe que el país de América Latina que más gasto fiscal ha hecho es Perú con el 9 por ciento de su Producto Interno Bruto (PIB), mientras que México solamente ha destinado el 1 por ciento.
De acuerdo con cálculos del doctor Santiago Lastiri Quirós, médico con maestría preventiva, administración médica y doctorado en políticas de salud y gerencia, se han erogado alrededor de 400 mil pesos por cada paciente hospitalizado y 40 mil por cada uno de los ambulatorios en territorio nacional. Ambos representan números por el orden de los 57 mil millones de pesos.
La Federación, en tanto ha adquirido 242 millones 930 mil dosis de vacunas para 139 millones 660 mil mexicanos, según cifras divulgadas por la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) por medio de la Ley de Transparencia y Acceso a la Información Pública.
Ha sido la cancillería el vehículo para comprar todos los insumos médicos y ampolletas.
HACIA DÓNDE VAMOS
Algunos virólogos y especialistas de la salud son optimistas al hablar de la pandemia. La OMS estima una caída contundente de la infección a finales de 2022.
De acuerdo con el biólogo etíope, Tedros Adhanom Ghebreyesus, el mundo hoy tiene ya las herramientas para combatir a Covid–19.
Pero los organismos coinciden que eso dependerá de alcanzar al menos un 70 por ciento que la población esté inmunizada, ya sea por la vacuna o por contagio directo, así como de la contención eficaz de posibles mutaciones y de que la sociedad y gobiernos continúen aplicando las medidas sanitarias para contrarrestar el bicho.
Y si bien todavía se debaten las teorías del causante del virus, generando mucha controversia (yendo desde una supuesta sopa de murciélago contaminada hasta un escape accidental o intencionado del laboratorio de Wuhan), lo cierto es que en algo toda la gente coincide, que la pandemia del coronavirus ha dejado cicatrices imborrables.
Para la humanidad han sido los 24 meses más duros que se recuerdan en materia de salud pública, los más tristes y los más deprimentes, pero los científicos aseguran seguirán intentando descifrar este laberinto biológico.
Existen muchas preguntas y pocas respuestas, pero la Covid, a pesar de los avances, sigue enfermando y matando gente.