
La parte más atractiva para los visitantes es el pueblo fantasma de Pripyat que se fundó a dos kilómetros de la planta en 1970 y pronto llegó a tener casi 50 mil habitantes, que evacuaron después del desastre. Ahora está abandonada e invadida por la maleza, pero sigue pareciendo una instantánea difusa de la típica ciudad soviética que fue alguna vez.
La iglesia de Chernóbil sigue funcionando…
El recuerdo de las víctimas sigue vivo, aunque se discute la cantidad exacta.
Los registros oficiales indican que hubo menos de 50 muertos; muchos eran bomberos a los que enviaron a luchar contra las llamas en la planta de energía.
Sin embargo, en Ucrania, así como en Bielorrusia y algunas partes de Rusia, se atribuyen al accidente los defectos congénitos y el cáncer de tiroides.
En algunos estudios se relacionan unos mil 800 casos de cáncer de tiroides en niños por el accidente de Chernóbil.
Los efectos del desastre en la salud mental de los ucranianos y los habitantes de otros países también están dándose a conocer.
Se cree que la estigmatización de la población local y la reubicación de comunidades es la causa de la depresión y algunos problemas sociales.
No obstante, los visitantes esperan encontrarse con una tierra desierta, calcinada y deshabitada, pero se sorprenden cuando entran a la Zona de Exclusión.
Los trabajadores de la planta siguen viajando hacia esa zona.
La iglesia de San Elías es un sitio de adoración de color turquesa y blanco que sigue recibiendo a los feligreses.
Unas 200 personas aún viven dentro de la Zona de Exclusión a pesar de que el gobierno les ha ordenado que se vayan.
Un pueblo fantasma, una ‘instantánea difusa’ de la vieja URSS.
Los serenos prados que hay en la zona no indican nada fuera de lo común.
Sin embargo, los guías de turistas pasan contadores Geiger sobre los escombros oxidados que yacen sobre el pasto.
La radiación residual en los alrededores de la Zona de Exclusión puede ser hasta 10 veces mayor que los niveles normales.
La vegetación crece lentamente y es particularmente propensa a absorber las partículas radiactivas, así que muestra niveles aún más altos.
La parte más intrigante de la Zona de Exclusión es el pueblo fantasma de Pripyat.
La ciudad se fundó a dos kilómetros de la planta en 1970 y pronto llegó a tener casi 50 mil habitantes. Evacuaron a toda la población después del desastre.
Pripyat ahora está abandonada e invadida por la maleza, pero sigue pareciendo una instantánea difusa de la típica ciudad soviética que fue alguna vez.
Los visitantes pisan trozos de vidrio y sortean los arbustos que brotan de los rincones de los edificios de departamentos. Hay libros de texto esparcidos por los salones vacíos y una alberca rota yace vacía entre vigas de madera que se pudren.
Por todas partes hay restos de la antigua URSS.
Hay coloridos murales soviéticos de danza; hay docenas de máscaras antigás para niños tiradas por doquier, recordatorio de una época en la que el temor a un ataque enrarecía el aire.
“La preservación de los artefactos comunistas y el ambiente es lo que fascina tanto a la gente, así como la historia triste que hay detrás”, dice Dominik Orfanus, ex guía de turistas de la zona de lluvia radiactiva y hoy director ejecutivo de CHERNOBYLwel.com, empresa que organiza excursiones a Chernóbil desde 2008.
La favorita de los fotógrafos
Es tal el atractivo que Chernóbil tiene para los fotógrafos que en 2012 se creó una excursión especial (chernobylphoto.com) para satisfacer la demanda.
“El paisaje intocado, la maleza, el contraste entre el pasado y la actualidad hacen que Chernóbil sea realmente interesante para los fotógrafos”, dice Orfanus.
El parque de diversiones de Pripyat es la zona más fotografiada.
Se tenía planeado inaugurar el parque oficialmente el 1 de mayo de 1986, pero evacuaron la ciudad unos días antes.
Los carritos chocones, cuya pintura amarilla se descarapela, están inmóviles sobre el concreto fracturado.
La rueda de la fortuna oxidada se ha vuelto casi icónica.
La rueda casi no se usó y se ha vuelto el símbolo de una ciudad que solía ser bulliciosa y que quedó en silencio por el desastre.
Aunque les dijeron que la evacuación era temporal, los habitantes de Pripyat nunca regresaron.
En los meses siguientes, algunas personas volvieron para saquear el sitio. Arrancaron los sillones de un cine y se llevaron todos los objetos de valor. En las décadas
siguientes, la naturaleza ha reclamado estos espacios que alguna vez estuvieron poblados.
De vez en cuando llegan vagos a Pripyat: los delatan las botellas de cerveza y las colillas de cigarros por toda la ciudad.
Es más inquietante el grafiti que salpica el ambiente en este lugar tan silencioso.
En los muros de los edificios de Pripyat hay siluetas de personajes que bailan; tal vez sean un intento de traer de vuelta la vida humana.
En los meses que siguieron al accidente, se construyó un sarcófago para cubrir el Reactor 4 y contener el material radiactivo. Los otros tres reactores seguían funcionando, pero el último dejó de funcionar en el año 2000.
Hasta el día de hoy continúan los esfuerzos por contener la propagación de las partículas radiactivas. Se está construyendo una barrera de confinamiento seguro para reemplazar al sarcófago.
La fase final de construcción está casi en marcha, aunque los reportes indican que necesitan asegurar más recursos. La barrera está diseñada para contener los desechos radiactivos y evitar una mayor contaminación ambiental.
Pero curiosamente, cada vez son más los visitantes de la zona que describen a Chernóbil como un refugio de la vida silvestre.
A primera vista, la vegetación descuidada de Chernóbil da la impresión de que la naturaleza reclamó el lugar.
Los arbustos atraviesan los pisos y las plantas se cuelan por los marcos de las ventanas.
Se habló mucho del avistamiento de un oso en la zona de lluvia radiactiva a finales de 2014.
¿Acaso la naturaleza prospera en Chernóbil?
“Hay poblaciones gravemente deprimidas de la mayoría de las especies en las zonas contaminadas”, dice Anders Pape Moller, quien ha investigado Chernóbil desde 1991.
Moller, científico sénior de la organización francesa de investigación CNRS, observó que aunque el impacto en las zonas más limpias de la región no es tan grave, es notable la reducción de la vida silvestre en las zonas contaminadas.
“Puedes notarlo en primavera porque hay menos aves cantando. Es como Silent Spring, de Rachel Carson”, agregó, refiriéndose al libro clásico de ciencia ambiental de 1962.
Los efectos del accidente nuclear de Chernóbil sobre la vida silvestre, que incluyen mayor incidencia de tumores y albinismo en la población local de aves, siguen registrándose.
Pero la idea de que las fuerzas de la naturaleza pueden reparar el daño que causó la humanidad es poderosa.
Muchos de los turistas que visitan los tranquilos prados de Chernóbil buscan un destello de significado.
Sin embargo, las estadísticas relativas a Chernóbil son objeto de discusiones acaloradas y aún se miden los efectos a largo plazo del incidente, así que es difícil encontrar respuestas.
Esta ambivalencia ciertamente seguirá cautivando a los visitantes de Chernóbil.
Fuente: http://m.cnnmexico.com/mundo/2015/04/16/chernobil-la-nueva-atraccion-turistica