Después de una década se hizo justicia. Una mujer obrera mexicana tuvo de su lado las leyes de Estados Unidos tras haber sido objeto de abuso de un norteamericano que se aprovechó de su jerarquía en una planta maquiladora de Reynosa, se la llevó ilegalmente a su país, la embarazó y luego se deshizo de ella.
Este es el caso de Maricela Sánchez Pérez, actualmente de 30 años de edad, quien tuvo el coraje de enfrentar una batalla legal contra quien fuera su jefe. Pese al miedo, el desconocimiento y la ingenuidad, tuvo el valor de buscar justicia en un país –que no es el suyo– para darle a su hijo un futuro mejor.
El acusado se llama Samuel Joe Frazier, rebasa los 50 años de edad y lleva cerca de ocho años viviendo en la exclusiva zona El Cimarrón de Mission, Texas. El se aprovechó de una menor de edad, engendró un hijo con ella y lo desconoció. Ahora podría llegar a pagar más de 100 mil dólares por los 10 años que no se responsabilizó de ese menor.
ASI COMENZO TODO
Era el año de 1995 cuando se instaló en la ciudad de Reynosa una nueva planta maquiladora. Se trataba de Corning Cable Systems, empresa que aún se encarga de manufacturar productos para telecomunicaciones, además de cables de fibra óptica y cobre.
Como sucede en estos casos, para la apertura de cualquier planta de origen extranjero en México, se requiere de la contratación de miles de trabajadores y trabajadoras para la mano de obra. Al mismo tiempo arriban a las ciudades fronterizas gerentes y directivos de estas empresas. Y en Corning no fue la excepción.
En ese entonces llega a Reynosa Samuel Joe Frazier, quien era el encargado de Transferencias de Líneas de Canadá hacia México. El gerente de la planta era William Patrick McVay. Ambos estadounidenses que tenían la misión del arranque de la empresa en esta frontera.
Nuevos en esta población de más de medio millón de habitantes –y con todos los beneficios que trae consigo ser extranjero con cierto poder y buena solvencia económica–, algunos de estos directivos traían en mente conseguir otras satisfacciones..
Luego de estar un tiempo en Reynosa, Sam pide consejo a algunos de los compañeros mexicanos para que le ayuden a conseguir lo que él llamó una “maid-lover”, es decir una sirvienta y amante al mismo tiempo.
Y tendría que buscarla y escogerla entre cientos de obreras de la compañía, la mayoría menores de edad, de estratos sociales humildes, de baja educación y provenientes del Estados marginados del interior del país.
El planteamiento de Sam era sencillo y ventajoso. Pagarle a una obrera mexicana lo mismo que gana semanalmente en la línea de producción, pero para que le hiciera las labores domésticas y también abusar de ella.
Los empleados de Corning, al ser mexicanos también y escuchar los planteamientos del directivo estadunidense, se negaron a conseguirle una joven para sus propósitos. Pero la intención de Sam era tenerla por su cuenta, a cómo diera lugar aprovechando su jerarquía, su dinero y todo su poder dentro de la maquiladora.
En esa búsqueda, Sam encuentra a una joven de entonces 17 años de edad, Maricela Sánchez, a quien le propone su plan pero de forma distinta.
Una amiga y compañera de trabajo de la afectada, que prefiere el anonimato por temor a represalias, dijo que Sam le planteó a Maricela cruzarla de ilegal a Estados Unidos para convertirla en su esposa.
“En ese entonces le dijo que la quería, que se iba a casar con ella en un futuro. Y todo parecía que era verdad”, comentó.
LA CRUZA ILEGAL EN LA CAJUELA
Es en marzo de 1997 cuando se concretan los planes de Samuel Frazier para llevarse a la joven a la ciudad de Keller, cerca de Dallas, Texas, donde hay una filial de la compañía Corning.
Debido a que Maricela no tenía papeles, ni visa para cruzar a Estados Unidos, Sam corrió el riesgo y la cruzó de manera ilegal dentro de la cajuela de su automóvil. Ese mismo día, incluso, la llevó a cenar del lado americano con su compañero y amigo William McVay.
La amiga de Maricela no se había dado cuenta de lo ocurrido hasta que recibió una llamada desde Keller. Era Maricela, con su voz de adolescente.
“No me comentó que Sam la iba a cruzar sin documentos. Cuando la volví a ver fue en Keller”, dijo. “Yo trabajaba en la compañía y Sam era mi supervisor, y ella me llamó para que la llevara de shopping, cosas así. Especialmente para que la llevara a un lugar para evitar que se embarazara. Y yo fui la que la llevé”.
La vida de Maricela en Keller era muy solitaria y no tenía a ningún familiar cerca. Sam no quería que se embarazara y por eso tuvo que pedirle a su amiga que la llevara con un médico y empezar con un método anticonceptivo.
“Sam ni siquiera le daba dinero para salir”, relató su amiga.
“Estaba triste porque era sola. A los únicos que conocía eran compañeros de trabajo de Sam; aparte de eso él no le daba lo que le prometió. La tenía casi como sirvienta. Yo la sacaba al boliche y cosas así. Yo siempre pagaba porque él no le soltaba dinero”, agregó.
En este tiempo Maricela cumplió 18 años de edad, la mayoría de edad según las leyes civiles mexicanas. Las precauciones que tomó para no quedar embarazada no fueron suficientes y al cabo de varios meses de llevar este estilo de vida, concibió un hijo de Frazier.
LE PIDE ABORTO
La noticia causó sorpresa, tristeza y enojo en Sam quien le había repetido en diversas ocasiones que no quería hijos. En Maricela generó tristeza esa actitud del directivo de Corning quien le pidió que abortara, a lo que ella se negó.
“Estaba triste, estaba triste”, dijo la amiga.
> ¿Te dijo porqué estaba triste?
“Era una situación en la que deberían de estar contentos los dos, pero él se negaba a ser padre. Qué más podía hacer como madre. Si ella quería tener a su hijo tenía que salirse de su casa. Y no le quedó otra al no considerar la opción de aborto”.
Debido a que la opción del aborto no estaba en los planes de Maricela y el tener al bebé no estaba en los planes de Sam, ella decidió regresar a México. Y decidió volver a Veracruz con su madre, en donde nació su hijo.
Después regresó a Reynosa y pidió trabajo en la misma empresa: Corning, donde fue reinstalada como operaria. Trabajaba duro para mandar dinero a su hijo a Veracruz y luego de un tiempo establecida en esta frontera pensó que era tiempo de juntarse con su hijo y hacer una vida juntos en la frontera.
En ese tiempo Maricela estuvo buscando a Sam porque quería que reconociera a su hijo. De Veracruz le llamaba a su casa en Keller, Texas; le mandaba cartas contándole lo que pasaba con su hijo, pero las respuestas del gerente americano siempre eran las mismas: negarse a reconocer al menor.
En un viaje a Reynosa, Sam se entera que Maricela está trabajando de nuevo en Corning y le pide al gerente de la planta, su amigo William, que la corran. Este da la orden, pero un directivo que conocía la situación sólo la transfirió de área para estar alejada del poder de Sam.
En ese lapso Sam continuó con su tendencia de abusar de jovencitas aprovechando su puesto y su dinero.
Tiempo después es trasladado a República Dominicana donde conoce a otra joven –a quien le dobla la edad– de nombre Karol, su actual esposa.
Luego Maricela conoce a la abogada Verónica Arredondo Ayala, quien al conocer la situación la cuestiona sobre por qué nunca hizo nada para exigirle legalmente a Samuel Frazier que respondiera por el hijo que engendró con él.
Ambas, Maricela y la abogada, acuerdan ir a Estados Unidos a emprender una lucha legal contra Sam, con su hijo como prueba biológica y la verdad de su lado.
EL JUICIO
Ya con su visa láser tramitada, a mediados de 2007 Maricela acude a la división de Child Support y comienza un proceso de demanda contra Samuel Joe Frazier.
Y de esa forma se abrió el caso F-4195-07-H civil en el Condado de Hidalgo para comprobar la paternidad de Sam. Se realizaron pruebas de ADN que comprobaron que efectivamente sí era el padre del menor.
La primer cita ante la corte de Distrito del Condado de Hidalgo, en Edinburg, Texas, fue el 13 de diciembre de 2007. Ahí, al comprobarse la paternidad a Sam Joe Frazier, la corte ordenó que tenía que pagar una manutención de mil 500 dólares (cerca de 16 mil pesos) mensuales a Maricela y a su hijo a partir de enero de 2008.
Esta buena noticia alegró a todos. El caso de Maricela fue tomado también por otro abogado, Roberto Salinas.
Luego del primer resolutivo, Maricela y sus abogados decidieron que era justo pelear por una compensación económica por los años que Sam se había desatendido del menor. Y así lo hicieron.
De acuerdo a la ley de Estados Unidos, Sam debería cubrir por lo menos los cuatro años anteriores al momento de la demanda. El cálculo aproximado era de entre 50 y 70 mil dólares.
Al conocer de esta situación, la defensa de Sam alegó que él no tenía conocimiento de ese niño sino hasta 2007, cuando la solicitud de la prueba de ADN.
Todavía durante el primer trimestre de 2008, Maricela recibió varias llamadas tanto de Sam como de su esposa, Karol. En algunas la amenazaban para que no continuara con el proceso, y en otras le infundían miedo diciéndole que Sam iba a reclamar la custodia del niño y se lo iban a quitar.
Hubo algunas más para ofrecer un trato. La negociación era que le daban hasta 30 mil dólares a cambio de que no continuara con la demanda en la corte.
Maricela no accedió a la oferta económica y no sucumbió ante las amenazas de la familia Frazier.
La cita para el segundo encuentro ante el juez fue el 17 de abril de 2008 a las 13:00 horas. Inicialmente sería en la Corte 389 de Distrito del Condado de Hidalgo, en Edinburg, pero en ese momento fueron cambiados para al área de Criminal Auxiliary Courts, en el mismo edificio del Condado de Hidalgo.
Se citaron a varios testigos. Por parte de Sam Joe Frazier acudieron Karol, su esposa, y James C. Frazier, su hermano. Por el lado de Maricela declararon una amiga y un actual directivo mexicano de Corning en Reynosa. El juez es John A. Rivera.
Fueron alrededor de cuatro horas que Maricela, Sam y sus respectivos abogados permanecieron adentro con el juez, cada uno presentando sus argumentos.
Maricela, además de los testigos citados, presentó recibos de teléfono de las llamadas que hacía al domicilio de Sam en Keller, Texas, así como cartas y fotografías. Sam, por su parte, sólo presentó a su favor el testimonio de sus familiares.
Alrededor de las cinco de la tarde Sam salió de la oficina privada del juez. Caminó hacia la salida, vio sentados a su esposa y a su hermano en las sillas de la sala y se dirigió hacia ellos con el rostro enrojecido. Claramente molesto y con prisa y sólo alcanzó a decir en inglés: “¡Terrible, terrible!”.
Sam, su esposa Karol, su hermano y su abogado defensor se quedaron unos segundos en la entrada, justo donde esta el detector de metales; susurraban y el semblante de sus rostros iba de la aparente tranquilidad al enojo.
¿Por qué el enojo de la familia Frazier? Porque el juez no sólo ordenó que Sam debía cumplir con el pago correspondiente a los últimos cuatro años a partir del día de la demanda, sino que estaba obligado a pagar desde el nacimiento del hijo que había desconocido durante diez años.
Es decir, Sam pudiera estar obligado a pagarle a Maricela y a su hijo 100 mil dólares (cerca de 1 millón 100 mil pesos) por los más de 10 años que no se hizo cargo de su manutención, además de los mil 500 dólares de la pensión mensual ya ordenada por el juez.
“Espero que todo le salga bien a Maricela. Que la corte reconozca que Sam sí sabía que tenía ese hijo”, augura la amiga.
El caso de Maricela debe ser un precedente de que obreras de maquiladoras de capital extranjero instaladas en México pueden recurrir a la justicia de Estados Unidos para denunciar abusos de sus directivos.
Samuel Joe Frazier vio a Maricela como un objeto de su propiedad y abusó de ella, amén de que violó las leyes de su país sobre tráfico de indocumentados.
“Este caso no es el único, debe haber muchas ‘Maricelas’ en las maquiladoras que son abusadas por los gerentes.
“Aunque también debe haber casos de otros que se enamoran, se casan con las obreras y todo va bien”, comentó la amiga de Maricela.