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Soñar sí cuesta

22 de abril de 2021 por José Manuel Meza

Yoandrys Bolaño Vázquez es una de las voces más sonadas del último exilio cubano. El artista y defensor de los derechos humanos abandonó el país caribeño condenado a la censura de sus obras y finalmente, tras una angustiosa espera en México, el gobierno de Estados Unidos aceptó su proceso de asilo político, pero no fue sencillo llegar: antes tuvo que enfrentar una multitud de adversidades y sortear los peligros de las fronteras.

A finales de 2018 Yoandrys ya lo tenía decidido y estaba ideando un plan para desertar del sistema político que impera en la isla desde hace más de seis décadas.
Originario del pequeño poblado de Palmarito de Cauto, en la provincia sudoriental de Santiago de Cuba, este artista de la plástica y promotor comunitario comenzó a plasmar en sus lienzos cómo es la vida cotidiana en la nación antillana, a manera de protesta social. El sistema no tardó en desacreditarlo.

Se dedicó a pintar construcciones para poder sacar a sus hijos adelante, pero también le obstaculizaron sus fuentes de empleo, nadie quería contratarlo. No tuvo más remedio que buscar una ruta de escape.
Con la ayuda de familiares y de unos ahorros consiguió viajar a Panamá y posteriormente a Nicaragua, un país afín a los intereses castristas, pasando desapercibido. De ahí emprendió por tierra un largo camino hacia el norte del continente americano.
Yoandrys es un tipo amable y espontáneo. No se guarda lo que piensa cuando tiene la confianza de expresarlo. Ya no siente el miedo de contar cómo están vacíos los anaqueles de las tiendas en Cuba, el no poder comprar un trozo de carne de res porque está penado o describir la manera en la que cientos de personas intentan a diario emigrar a los Estados Unidos. Según expresa, hablar con libertad significa un alivio.
En Honduras y Guatemala tuvo que cruzar montes, ríos y selvas para poder avanzar en el arriesgado recorrido, junto a muchos de sus compatriotas. Confiesa que en las brechas le tocó ver personas muertas, cadáveres que quedaron abandonados, de hombres y mujeres a los que seguramente una madre, un padre, hijos o hermanos les siguen llorando.
Ya estando en México sufrió extorsiones, fue amenazado, golpeado y secuestrado, cuando vivía a escasos metros del río Bravo. Varios traficantes lo tuvieron encañonado con un fusil de asalto por intentar darle alojamiento a una familia en un cuarto que él rentaba.

UN GIRO RADICAL
A pesar de que la Ley Pies Secos Pies Mojados –que ofrecía una estancia legal en la Unión Americana a los ciudadanos de nacionalidad cubana– había sido derogada por el ex presidente Barack Obama pocos días antes de culminar su mandato, los puentes internacionales en Texas continuaban recibiéndolos.
Pero en octubre de 2020 se presentó un fenómeno que cambiaría por completo el estatus migratorio de él y sus connacionales, cuando en Centroamérica se formó una caravana de miles de indocumentados con rumbo hacia los Estados Unidos y Donald Trump paró todo: de golpe fueron cancelados los procesos de asilo, incluyendo a los cubanos.
Yoandrys tuvo que apegarse al Protocolo de Protección al Migrante (MPP, por sus siglas en inglés), un programa que los obligaba a esperar su solicitud en un tercer país y presentarse custodiado a las fechas de corte.
Por eso tuvo que quedarse casi dos años en Reynosa, Tamaulipas, considerada una de las ciudades más violentas de México (al ser la urbe que mayor tiempo ha permanecido en semáforo rojo delictivo. Esto por más de una década).
Durante su estancia en la frontera el artista tuvo que buscar trabajos alternativos para poder sostenerse. Hasta vendió comida, pintó coches y se metió a la albañilería, pero al mismo tiempo fue el iniciador de un movimiento conocido como El Canal del Exilio Cubano.
Yoandrys hizo uso de las redes sociales para poder contarle al mundo lo que él y sus paisanos -entre quienes había familias con niños- estaban atravesando. Primero vivieron en carpas, no tenían un empleo, debieron de soportar por meses las inclemencias del tiempo; intensos calores, fríos, lluvias y fuertes vientos. No pedían cosas materiales, solamente que las autoridades americanas agilizaran sus procesos.
Con una sábana de fondo que él mismo rotuló y un teléfono celular, este artista llamó la atención de los medios locales, nacionales e internacionales. Cadenas como CNN y medios como El País de España le dedicaron espacios.
Este caribeño quería dar a conocer que sus compatriotas no habían llegado a la frontera para invadir un país, sino que esperarían de manera pacífica un turno para que revisaran sus casos.
Cuando residentes cubanos en Estados Unidos se dieron cuenta de las paupérrimas condiciones en que estaban sus compatriotas, hicieron una campaña para recaudar ayuda en especie y, desde el estado de Florida, hacerla llegara hasta la frontera. En esta acción participaron Michel Reys, Eliecer Ávila, Iskra Pérez y Eduardo Darna, entre otros voluntarios.

LOS TIEMPOS DIFÍCILES
Profesores, médicos, ingenieros, abogados, la gran mayoría personas con título profesional en Cuba, se unieron a la misma causa y en enero de 2020 organizaron la llamada Marcha por la Paz, en la que dos niñas y un niño entregaron ramos de rosas blancas a las autoridades migratorias de los Estados Unidos y soltaron palomas al cielo.
Esa misma ocasión hubo mexicanos que al ver el acto por las calles de la ciudad decidieron unirse a la marcha histórica de los derechos humanos desde la Plaza Principal de Reynosa hacia el Puente Internacional. Los participantes además presentaron una carta dirigida al entonces presidente, dándole las gracias por atender sus peticiones.
No obstante, Trump no solamente no les hizo caso, sino que postergó aún más sus procesos. Para colmo de males la pandemia del Covid–19 provocó que muchos cubanos se desalentaran.
Hubo algunos que en su desesperación se regresaron a su país de origen. Hubo quien se quitó la vida. También se supo de varios que cruzaron ilegalmente a la Unión Americana y que fueron deportados. Un grupo de aproximadamente 400 personas, que llegó a la frontera tamaulipeca antes del 15 de junio de 2020 decidió respetar la ley.
El mismo Yoandrys relató que hubo momentos en los que se sintió desanimado, que le daba lo mismo quedarse en México o regresar a Cuba, pues tenía la esperanza por el suelo. Sin embargo una vez llegadas las elecciones presidenciales y el cambio de gobierno con Joe Bien como mandatario, sus esperanzas revivieron.
Finalmente, tras casi dos años de incertidumbre el grupo de cubanos que vivía en Matamoros comenzó a pasar. Después el de Reynosa y entre ellos iba el artista, como también Dalizbeth y Luis Anuel, los niños insignia de la migración cubana, aquellos que participaron en la célebre Marcha por la Paz.
Han transcurrido varios días desde que finalmente Yoandrys pudo cruzar legalmente hacia los Estados Unidos, pero no olvida los momentos más angustiosos que le tocó experimentar, como aquella vez cuando miró cómo una familia entera “una madre, un hijo y un padre” fueron plagiados por un comando armado por haber intentado cruzar el río Bravo sin pagar una cuota.
Tales recuerdos de horror no se han ido de su memoria, o como la ocasión en que se puso a llorar de impotencia al entrar por primera vez a un centro comercial en México y ver los estantes llenos, mientras su hijo recién nacido en Cuba no tenía leche para alimentarse: “Se me hizo un nudo en la garganta”, aseguró.
Más allá de haber pasado hambre, de tomar agua de los charcos, de pensar que vivía el último de los días cuando fue secuestrado, este artista cubano piensa retomar los colores y pinceles. Quiere vivir su sueño americano pintando parte de su vida, ayudar a su familia y por qué no, algún día volverse a reunir con los compatriotas de sufrimiento que vino a conocer en el camino y en la frontera de Tamaulipas.
Al final todavía hay cientos más de migrantes de ese país esperando una oportunidad de asilo. Muchos de ellos ya son parte del Canal del Exilio Cubano, donde comparten noticias, información sobre las cortes y los casos en revisión.
Vía telefónica desde Austin, Texas, Yoandrys reconoce que haberse unido con su pueblo tuvo un resultado positivo, pero tampoco es jactancioso, él manifiesta que mientras pueda ayudar a sus “hermanos cubanos” lo hará de manera desinteresada.
Comprobado está que no siempre el refrán aplica igual, porque a decir de los cubanos soñar sí cuesta.

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