La casa de Betsy Ross, quien cosió la primera bandera nacional de Estados Unidos; el Salón de la Independencia, donde se redactó la Constitución; la Campana de la Libertad, la Casa de la Moneda, la Academia de Música y la Universidad de Pennsylvania, son algunos de los mayores atractivos de la ciudad de Philadelphia, localizada entre Nueva York y Washington, D.C., al noreste de Estados Unidos.
Pero sin duda, uno de los sitios emblemáticos –y quizá el más visitado–, es la “escalinata de Rocky”, ubicada frente al Museo de Arte, un espacio que alcanzó su mayor popularidad gracias a la película de Sylvester Stallone, cuya venerada estatua de bronce descansa justo a un lado de la explanada.
Desde este lugar los rascacielos de la gran urbe –la quinta en población en territorio yankee–, se aprecian sin dificultad, acariciados por sus frondosos árboles.
Aquí el tiempo parece haberse detenido, pues en sus calles se respira un ambiente cinematográfico de culto, haciendo recordar la década de los 70 y a un Stallone enfundado en unos pants color gris saltando bancas, recorriendo caminos y subiendo los escalones a toda prisa seguido por una multitud de niños.
Desde entonces Philadelphia se ha colocado como uno de los mayores íconos artísticos de la Unión Americana.
Y no es para menos, pues cada año cientos de miles de personas arriban a este sitio sólo para emular la subida del mítico boxeador surgido de las calles pobres de la ciudad, que no dura más de 10 segundos.
Los museos y vestigios históricos pasan a segundo plano, a ese grado llega el furor con la película escrita y dirigida por el propio actor neoyorquino.
Algunos, incluso grandes y chicos, cargan su reproductor portátil y escogen el track “Gonna Fly Now” de Bill Conti, mejor conocido como la música de Rocky (con la que ganó el premio Oscar); se abrochan el calzado y viven en carne propia esta motivadora experiencia.
Después de trepar 72 escalones resulta obligado levantar los puños en señal de victoria. Eso es lo que ha inspirado la creación de Stallone a varias generaciones, quedando grabada en la cultura popular del cine mundial y de los estadounidenses.
UN LUGAR QUE TODO PIE DEBE PISAR
Para llegar a Philadelphia cualquier medio es válido, ya que posee uno de los centros de aviación con más destinos fuera y dentro del país. Por vía terrestre se puede arribar desde la “Gran Manzana”, a una hora y media de distancia en auto; la capital Harrisburg, que está a unos 50 minutos o Washington, D. C., a una hora, si así se prefiere.
También existe una vasta red ferroviaria que transita por el lugar. Incluso por vía marítima es válido entrar a este importante puerto industrial bañado por el río Delaware.
Su gente es amigable, como agradable resulta su clima subtropical. Cálido en el verano, templado en la primavera y el otoño, y frío durante el invierno.
A sus 327 años –que la pone como uno de los puntos urbanos más antiguos de la nación, Philadelphia ha llegado a ser más importante que Nueva York y uno de los principales centros antiesclavistas, protegiendo la libertad religiosa. En sus aulas recae el orgullo de tener la escuela de leyes más añeja de Norteamérica. Recibió su nombre de William Pen como la ciudad del “amor fraternal”.
Sin embargo, nada resulta más emocionante para las últimas generaciones que poner por enésima vez el filme que en 1976 catapultó a Stallone y convirtió la ciudad en un eje neurálgico para la industria del cine.
Es por ello que visitar Philadelphia y no tomarse una foto junto a la enorme imagen de Balboa es como no haber estado ahí y perderse de un tiempo inolvidable.
Para quienes radican en su zona metropolitana no existe otro mejor escenario para hacer ejercicio que estas mismas escaleras, construidas en 1876.
Ni el mismo Sylvester Stallone en sus inicios hubiera imaginado la gran contribución que le haría al pueblo de Pennsylvania, que a la fecha le sigue generando millones de dólares por conceptos turísticos.
Luego del rodaje de Rocky III la estatua de 2.6 metros de altura fue donada al Museo de Arte, que la rechazó, por lo cual permaneció durante dos décadas a las afueras de un estadio al sur de la ciudad y luego en un almacén.
Pero el Departamento de Propiedad Pública de Philadelphia propuso que se reinstalara al menos junto a las famosas escalinatas, porque no sólo representa más visitas a la localidad, sino un gesto de motivación para personas desvalidas, enfermos y los pobres que tienen el sueño de triunfar sobre sus problemas.
Actualmente la plataforma principal que da acceso al museo tiene también grabadas las suelas de los simbólicos tenis estilo Chucky Taylor que Stallone llevó en sus películas, encontrando en este un lugar inmejorable para salir a la fama.
Así, para muchos, Philadelphia no sería igual sin Rocky y viceversa, por lo pronto estar ahí es un momento que vale la pena vivir en persona.