
Se ha vuelto muy popular el dicho : “Lo que pasa en Las Vegas se queda en Las Vegas” y quien haya inventado esta frase, sabía bien lo que quería expresar. Sólo basta con pisar esta ciudad estadounidense en medio del desierto de Nevada, para empezar a caer en los excesos que atormentan la paz espiritual del ser humano.
Caer en la tentación es cosa fácil, pero liberarse de ella, no. Un turista cualquiera ve en Las Vegas algo muy cercano al Paraíso Terrenal, aunque en el fondo se da cuenta que pagará cara la factura cuando regrese a casa, luego de haber visitado la autonombrada Sin City (Ciudad del Pecado).
No en balde ha obtenido esa “honrosa” distinción, ya que si se da un repaso a los siete pecados capitales, todos figuran sin excepción y hasta forman parte primordial de los atractivos que ofrece la que también podría ser la nueva versión de Sodoma y Gomorra.
LA AVARICIA
El deseo de tener más de lo necesario, de atesorar, de ganar dinero fácil, es la mejor motivación para caer en este peligroso pecado.
Los casinos por doquier, “las maquinitas”, las mesas de póker, las apuestas y el famoso black jack, son el pan de cada día en Las Vegas, así que se debe tener una fuerza de voluntad férrea para esquivar o ignorar a estos poderosos imanes que se convierten en la perdición de los jugadores empedernidos.
Llama la atención que desde temprana hora, una gran cantidad de ellos están sentados como autómatas frente a una de las cientos de máquinas esperando que las figuritas –ya muy variadas por cierto– empaten en las tres hileras para ser acreedores de miles de dólares, aunque para ello, depositen otra cantidad similar a la que esperaban ganar.
También, en las primeras horas del día, se observan personas desveladas con barajas en mano en los espacios exclusivos para jugar póker, casi siempre con una bebida alcohólica a su lado.
De vez en cuando la fortuna le sonríe a un fiel apostador, pero es conocido que hay miles de historias trágicas sobre personas que han perdido hasta sus zapatos con tal de hacer el último intento para dejar en manos del azar el sueño de convertirse en millonarios.
Todos los hoteles sin excepción, tienen un piso completo con equipo y personal para que el visitante reciba la mejor atención mientras juega en la mesa del póker con alguno de los croupier (empleados del casino) y por lo tanto, el cliente puede beber, fumar y comer lo que desee, para que no tenga el pretexto de abandorar el lugar.
LA GULA
Para aquellos que no son tan avariciosos, pero que sí les gusta caer en la irremediable tentación de la comida, los empresarios restauranteros de Las Vegas proveen a sus huéspedes los bufettes más variados y completos que incitan el apetito, aunque no se tenga hambre.
En el recorrido –obligado– por el bulevar Las Vegas, el turista es atraído por la amplia oferta gastrónomica que incluye cocina gourmet, o bien, puede realizar un itinerario por los platos típicos de diferentes partes del mundo: desde unos tacos mexicanos, moros con cristianos de Cuba, hasta un pato a la naranja preparado por un chef francés.
Al final de una larga degustación de manjares, un área de repostería fina está a disposición para los paladares más exigentes.
Los precios oscilan desde los 7.99 hasta los 25 dólares, pero el promedio es de 18 en la mayoría de los restaurantes que se ubican dentro de los lujosos hoteles como Bellagio, Caesar’s Palace, Mirage, The Venetian, Paris, Planet Hollywood, entre otros.
LA LUJURIA
Este sería probablemente el pecado más recurrente. La lujuria, que trae consigo todas las debilidades de la naturaleza sexual de los individuos, adquiere en Las Vegas un significado extra, pues también es sabido que quien busca los placeres del cuerpo, sabe que en Sin City encontrará un abanico de posibilidades en ese sentido.
Entre el caótico tráfico se distinguen automóviles cuyos anuncios ambulantes promocionan a ciertas “Hot Babes”, así como es inevitable que varios jóvenes de origen mexicano repartan tarjetitas con los números telefónicos y las fotos de sexoservidoras a los transeúntes.
Obviamente, el 90 por ciento de los turistas varones son asiduos consumidores de los diferentes servicios que proporcionan las prostitutas y frecuentes asistentes de los centros noctunos donde el atractivo principal son las bailarinas exóticas –teiboleras–, cuyo costo varia según la categoría del establecimiento.
LA ENVIDIA
Qué mejor ejemplo para representar la envida, que la propia zona turística de Las Vegas, pues con sólo ver la réplica de las construcciones de los famosos símbolos emblemáticos de todo el mundo, se percibe el deseo de poseer algo ajeno, más bien, de “presumir con sombrero ajeno”.
Como si fuera una Disneylandia para adultos, Las Vegas invita al turista a experimentar la sensación de que se encuentra en una o en muchas ciudades cosmopolitas, aunque sean producto de imitación o “piratas”.
Para quien sólo haya visto la Torre Eiffel de París o la Plaza de San Marcos en Venecia en postales o en pinturas, con poca imaginación y buena voluntad puede pretender que cruzó el océano y que al mostrar las fotos del viaje a sus amigos, no dudarán que pasó sus vacaciones en el viejo continente.
Y es que la reproducción de la Ciudad de los Canales (Venecia) donde miles de turistas se pasean por góndolas, está increíblemente bien lograda. Por eso, The Venetian es el hotel más popular.
Sin embargo, el Caesar’s Palace es toda una tradición y referencia inmediata para los visitantes, pues cuenta con el Coliseo (un teatro donde se presentan artistas de nivel internacional) y su centro comercial puede ser comparado con un museo.
Para no quedarse atrás y competir dignamente, los dueños del Bellagio, uno de los más lujosos de la zona, aprovecharon el uso de un lago para instalar enorme fuente danzarina, que sube y baja al ritmo de la música.
Este espectáculo es uno de los principales atractivos; y es que además de ser gratuito, es permanente ya que cada 30 ó 15 minutos las aguas “bailan” melodías como All that Jazz, New York, New York y los temas de películas más conocidos .
Pero, definitivamente, Las Vegas es una ciudad que carece de cultura propia; probablemente por ello, sus fundadores se dieron a la tarea de exportar lo mejor del mundo para crear un gran interés en el turismo internacional.
LA PEREZA
Así como se pueden pasar las noches en vela en esta ciudad que nunca duerme, existen diferentes formas de relajarse para recuperarse del cansancio, o simplemente descansar y flojear durante el día.
Casi todos los hoteles cuentan con Spa; por otro lado, para disminuir los tramos de largas caminatas callejeras a 44 grados bajo el sol en verano, se instalaron en diferentes puntos y avenidas escaleras y pasillos eléctricos para facilitar y evitar la fatiga de los peatones.
Todo está diseñado para que el turista tenga al alcance de la mano las necesidades básicas y no se preocupe por buscar buenos restaurantes, centros comerciales, sitios para divertirse y por supuesto, los casinos.
LA IRA
Después de todas esas bondades, hay una excepción de la regla: el sistema de transporte. Es deficiente e insuficiente, lo que puede provocar la ira de los usuarios primerizos que pagan cinco dólares por día, pero que después de subirse una vez prefieren seguir caminando.
Los autobuses de dos pisos tardan en pasar hasta 30 minutos, lo que genera la aglomeración de muchedumbre en las paradas, y cuando los choferes ya no pueden subir a los pasajeros se concretan a justificarse con un: “Como decimos aquí en Las Vegas: ‘casa llena’, lo siento” y cierran las puertas en la cara de los ya furiosos visitantes.
Los mexicanos repartidores de tarjetas de “callgirls”, también son culpables del enojo de las esposas o novias de aquellos que reciben esa “pecaminosa” propaganda debido a su falta de discreción y de tacto.
Otra, pero no menos importante buena razón para encolerizarse, es cuando en un solo día se pierde el dinero en las maquinitas que podría ser gastado para ir de compras, o asistir a uno de los espectáculos del Caesar’s Palace.
LA SOBERBIA
Finalmente, la soberbia, considerado el peor de los pecados capitales, es representado en este caso, por el poder y la ostentación que es evidente tanto en Las Vegas como en otras urbes del vecino país.
En apariencia, todo marcha sobre ruedas, pese a que Estados Unidos atraviesa por una recesión económica.
Pero, mientras la industria del entretenimiento siga produciendo y generando divisas, siempre estarán Hollywood, Disneylandia y Las Vegas al alcance para cumplir todo tipo de sueños… o pecados.