
Guatemala es como un hermoso jaguar dormido… nunca sabes en qué momento te va a tirar su zarpazo.
Esta tierra de profundas raíces mayas, descansa bajo el cobijo de sus cuatro volcanes –el de agua, el de fuego, el Acatenango y el Pacaya–, enormes colosos que, de cuando en cuando, salen de su serena vigilia para recordarnos el devastador poder de la naturaleza.
Quien recorre estos caminos se encuentra con una patria donde el color está en todas partes, adornando las blusas y faldas elaboradas a mano que muchas mujeres aún portan orgullosas, como no queriendo olvidar la tradición que sus madres, abuelas y bisabuelas les heredaron y que aprendieron a combinar con unos tacones altos o un teléfono Blackberry de pantalla táctil.
Aquí el color no sólo se ve, también se escucha en la docena de dialectos milenarios, que se resisten a morir con el embate del español y permiten mantener unidas a una generación de viejos que se rehusan a sucumbir al castellano y jóvenes que no quieren perder el contacto con sus antepasados.
Patria cañón de migrantes, que todos los días dispara a miles de personas a lo desconocido, con la única esperanza de que en el norte van a encontrar una mejor vida para ellos y sus familias.
Atrás dejan la exuberante selva que guarda tipo hermosos secretos, una combinación de todas las tonalidades de verde que nunca te va a dejar morir de hambre gracias al maíz y sus cientos de formas de prepararlo y que, además, esconde las ruinas de una civilización milenaria que aún observa desde el infinito cómo su cultura
sigue presente.
En Guatemala el pasado y el presente conviven armoniosamente. Una casona de varios siglos de historia está comunicada con Wi-Fi y las calles de piedra que antes sonaban con el armonioso paso de los cascos de un caballo jalando una carreta, hoy ronronean con los neumáticos de una camioneta todo terreno.
El color está en el paladar. Pepián de tres carnes, gallo en chicha, chojín de rábano, piloyada, puyaso y el infaltable kak ik, ofrecen al visitante una sinfonía de sabores que en pocos lugares se puede encontrar.
Este país es hermoso pero a la vez riesgoso. La muerte se esconde dentro del transporte urbano, donde negarse a entregar la cartera y el reloj puede significar un disparo asesino.
Quienes caminan por estas calles no pueden evitar jugar a la lotería de intentar adivinar qué hay detrás de la próxima esquina. Si la amable sonrisa de un chapín que no duda en abrirte las puertas de su casa o el filo de una navaja de un pandillero cuya única misión en la vida es incrementar las estadísticas de muertes violentas.
Guatemala tiene la belleza y el misterio de un jaguar dormido. No importa cuánto tiempo pases estudiándola, nunca sabrás cómo va a reaccionar.