Al amanecer la Plaza de San Pedro se ha inundado de miles de fieles que cantan, rezan, juegan, ríen. Esperan pacientes. De repente se levantan cientos de banderas y se dibuja un mosaico integrado por hombres y mujeres de todo el mundo.
El tiempo pasa rápido. El inicio del Pontificado del Papa Francisco está cerca. Conforme repunta el sol se siente más frío. Sopla un viento fuerte que arrastra las nubes y limpia el cielo. Las banderas del mundo ondean. Poco a poco se llenan las sillas colocadas en la Plaza.
Los presidentes y jefes de Estado ocupan su lugar. Los latinoamericanos están al frente. El presidente Enrique Peña Nieto sale de la Basílica, lo acompañan su esposa Angélica Rivera, dos de sus hijas, el canciller José Antonio Meade y el secretario Luis Videgaray.
En ese momento los ceremonieros ultiman detalles. Suenan trompetas, prueban el sonido. Cardenales y obispos de todo el mundo –unos visten de dorado y los otros de púrpura– ocupan sus lugares. Mandatarios a la izquierda del lugar reservado para el Papa y los religiosos a la derecha.
Cientos de periodistas han sido colocados sobre la columnata de Carlo Magno, el brazo derecho de la Plaza, en otro brazo, el de San Pedro, no hay nadie, solo vigilancia que observa severa a la multitud.
En su camino el presidente saluda a Cristina Fernández, Rafael Correa, Sebastián Piñera. A su lugar lo ha ido a buscar el Príncipe Felipe. Lo espera un minuto y al no encontrar al mandatario mexicano regresa a su lugar.
Peña regresa y de inmediato busca al heredero español.
El reloj de la Basílica de San Pedro marca las 08:50 horas. Las campanas comienzan a repicar con alegría. En ese momento el Papa Francisco aparece en la Plaza, sube a un vehículo descubierto, sin blindaje. La gente estalla en un clamor. Otra vez, esas banderas se levantan.
El Papa dibuja una cruz en el aire, sonríe. La gente se le entrega. Las campanas de El Vaticano suenan durante 15 minutos. Al parar, la ciudad se encuentra en silencio. Solemnidad plena. La ceremonia dura casi tres horas. Termina. El Papa Francisco bendice a sus fieles.
El Pontífice entra a la Basílica. Ahí hay una larga fila de hombres y mujeres, son los líderes políticos de las naciones del mundo. Uno a uno felicitan al Santo Padre. Sebastián Piñera, luego Laura Chinchilla, momentos después el presidente Peña con su esposa y dos de sus hijas. Le regalan un solideo.
Afuera a las banderas del mundo se suma una del Club de Futbol de San Lorenzo que lleva la imagen del nuevo Papa. Ahí hay mexicanos. Todos festejan.
PIDE DEFENDER A LOS POBRES
El Papa Francisco, el primero de América Latina, celebró la misa de inicio de su pontificado con un mensaje en que llamó a la defensa de “los más pobres, los más débiles, los más pequeños” y pidió a los políticos ser guardianes del medio ambiente.
El Pontífice argentino expresó que no debe olvidarse “que el verdadero poder es el servicio”, especialmente “al hambriento, al sediento, al forastero, al desnudo, al enfermo, al encarcelado”.
Y con total convencimiento exclamó: “¡He aquí el servicio que el Obispo de Roma está llamado a desempeñar para hacer brillar la estrella de la esperanza!”.
Antes de la misa, el nuevo Papa rezó ante la tumba de San Pedro y telefónicamente saludó a los cientos de miles de argentinos que seguían el evento religioso en las megapantallas instaladas en la Plaza de Mayo de Buenos Aires.
Al hacer su aparición en la plaza, a bordo de un papamóvil descubierto y sin blindaje, el Papa Francisco fue recibido con un estruendoso aplauso de los casi 200 mil fieles presentes en la explanada vaticana los cuales, como una sola voz, gritaban una y otra vez: ¡Viva el Papa! ¡Viva el Papa!, ondeando banderas de varios países del mundo. Feliz y relajado por la gran acogida, el Papa argentino rompió por enésima vez el rígido protocolo vaticano al realizar un inusual y larguísimo recorrido en la plaza, durante el cual detuvo en diversas ocasiones el papamóvil para besar a niños y saludar a muchos de los fieles que a su paso le extendían la mano.
Luego, Francisco ocupó la Catedral de San Pedro donde el cardenal decano, Angelo Sodano, le entregó el anillo del pescador —uno de los símbolos de su ministerio, que en esta ocasión no fue de oro sino de plata dorada— y el protodiácono, cardenal Jean Louis Tauran, le impuso el palio, la estola que simboliza las ovejas descarriadas que el Papa deberá devolver al camino del bien.
Centrada en un pasaje evangélico que recuerda la función de custodio de José, marido de la Virgen, con el que el Papa quiso también recordar el onomástico de su predecesor, Joseph Ratzinger.
Francisco explicó que “custodiar el cuerpo místico de la Iglesia” era el especial sentido de esta labor de José. Pero esta vocación, siguió diciendo, “no sólo atañe a los cristianos, sino a todos”, porque significa “custodiar la creación, respetar a todas las criaturas de Dios, nuestro entorno, preocuparse por todos, especialmente por los niños, ancianos, los más frágiles que a menudo están en la periferia de nuestro corazón”.
Partiendo de esta premisa, Francisco pidió a quien ocupa “puestos de responsabilidad en lo económico, político o social, a todos los hombres y mujeres de buena voluntad ser custodios de la creación, de la naturaleza, del medio ambiente”. “No dejemos que los signos de destrucción y de muerte acompañen el camino de este mundo nuestro”.
Poco después, luego de implorar la intercesión de la Virgen, los apóstoles y San Francisco para que “el Espíritu Santo acompañe mi ministerio”, Francisco concluyó su homilía con estas palabras: “A todos vosotros os digo: Orad por mí. Amén”.
Entre los 132 jefes de Estado y de gobierno que estuvieron presentes en la misa de inauguración del pontificado de Francisco estuvieron el presidente mexicano Enrique Peña Nieto, la argentina Cristina Fernández De Kirchner, la brasileña Dilma Rousseff, el chileno Sebastián Piñera y el vicepresidente de Estados Unidos, Joe Biden. Benedicto XVI siguió el evento a través de la televisión.
JUBILO EN ARGENTINA
“Mandamos a un obispo y volvió un Papa”. Una gran foto del Santo Padre, saludando y sonriente cubre el frente de la Catedral Metropolitana, de donde partió hace poco más de 10 días con la intención de “volver rápido porque tengo que preparar la Semana Santa”. Para él habrá vía crucis y Pascua en Roma, mientras que esta histórica Plaza de Mayo se transformó en una extensión de la Plaza de San Pedro y escenario de una fiesta nacional.
Miles de jóvenes y creyentes de todas las edades, portando estandartes argentinos o vaticanos, fueron llegando desde temprano para arrancar la vigilia hasta que en Roma se iniciase la misa de entronización del “Papa del Nuevo Mundo”, como ya lo califican algunos.
Desde antes de que cayera la tarde, los primeros jóvenes con fotos del Papa Francisco habían comenzado a acampar en la histórica Plaza de Mayo. Esta vez no se trataba de un acto político, como es habitual, sino de esperar el momento histórico de la asunción del primer Sumo Pontífice latinoamericano y argentino.
Allí, frente a la Catedral Metropolitana, donde tantas veces el cardenal Jorge Bergoglio ofició misa, pronunció filosas homilías y fustigó a los gobiernos que se apartaban, por acción u omisión, de los más pobres, se fue poblando al caer la noche.
“Estamos muy emocionados y expectantes. Yo soy divorciado y espero que el Papa pueda aceptarnos en la Iglesia a pesar de que hemos rehecho nuestras vidas”, se esperanzaba un poco desinformado, Agustín Celio, 45 años.
Y es que justamente Bergoglio se opuso a aquellos curas que no aceptaban bautizar a los hijos de padres extramatrimoniales o casados en segundas nupcias.
Varias pantallas gigantes para seguir de cerca la ceremonia a la que asistirán cientos de jefes de Estado. La vigilia, según Federico Waltz, secretario de prensa del Episcopado, incluirá “una cruzada con la Red Solidaria y Hambre Cero”, dos ONG, que recolectarán alimentos no perecederos para los que más lo necesitan como una forma “de hacernos eco de lo que pidió el
Santo Padre”.
Para el padre Alejandro Russo, rector de la Catedral Metropolitana, el inicio del papado de Francisco “abre una perspectiva de una gran renovación del corazón, que es lo que seduce, por lo que el mundo entero se encuentra asombrado”.
Tanto Russo como otros integrantes de la curia local, no salían este lunes de su asombro ante la recepción de la noticia de que el Papa enviará a Buenos Aires el anillo cardenalicio como una donación a la diócesis porteña, “para que todos sientan el afecto y el amor del Santo Padre, por Buenos Aires”, ciudad que podría visitar en julio antes de ir a Río de Janeiro para participar en la Jornada de la Juventud.
LO INVITAN AL DF
El jefe de Gobierno del Distrito Federal, Miguel Angel Mancera, formalizó la invitación al Papa Francisco a que visite la Ciudad de México, en el marco de la celebración de los 200 años de la Catedral Metropolitana.
Durante su estadía en El Vaticano como invitado a la misa de investidura del Papa, Mancera Espinosa se reunió con el arzobispo primado de México, Norberto Rivera Carrera, a quien le entregó una invitación formal con la petición de que la hiciera llegar al Sumo Pontífice.
La invitación se hizo en el marco de la celebración de los 200 años de la sede de la Arquidiócesis Primada de México, cuya edificación estuvo a cargo de varios arquitectos, pero fue culminada por Manuel Tolsá en 1813.
(Agencia El Universal)