En el mismo día fueron asesinadas las víctimas y los victimarios, en uno de los sucesos más desafortunados que enseña el desbordamiento de la violencia imperante en el territorio brasileño.
Río de Janeiro, Brasil. Madrugada del jueves 5 de octubre. Tres hombres irrumpen violentamente en un establecimiento de comida. Uno más los espera a bordo de un vehículo SUV de color blanco. El estruendo de sus pistolas rompe con la tranquilidad del quiosco Barra da Tijuca, al oeste de la ciudad más turística del país sudamericano.
Cuatro médicos especialistas cenaban después de una larga jornada de preparación en el Congreso Internacional de Ortopedia. Fueron sorprendidos, no tuvieron oportunidad de escapar. Tres murieron y uno más se debate entre la vida y la muerte.
La noticia detonó por toda la región. Repudio total, llanto nacional y un país horrorizado. Entre los muertos estaba Diego Ralf de Souza Bomfim, hermano de la diputada federal Sâmia Bomfim del Partido Socialismo y Libertad (PSOL). Se pensó que era un crimen político, un ajuste de cuentas, venganza, pero no: los doctores habían sido confundidos.
Más tarde los mismos sicarios que produjeron estos brutales hechos aparecieron ejecutados. Cometieron un error y lo pagaron caro, con sus propias vidas. Los cadáveres fueron localizados en el interior de dos unidades de reciente modelo.
Dos de ellos fueron identificados como Philip Motta Pereira (que estaba prófugo) y Ryan Soares de Almeida, gatilleros y narcotraficantes en la zona de Río.
Según medios locales controlaban las favelas de Gardênia Azul, de Cidade de Deus y estaban tratando de apoderarse de la comunidad de Río das Pedras.
INVESTIGACIONES
El Ministerio de Justicia intenta determinar quién ordenó esta barbarie. La principal línea de investigación es una disputa de territorio por el tráfico de drogas.
Ese mismo día más de 200 millones de personas miraron en sus dispositivos móviles y noticiarios de televisión el crimen múltiple. Fueron las imágenes del circuito cerrado del restaurante las más vistas en las horas posteriores. Los asesinos dispararon con odio más de 20 veces, ya se marchaban y regresaron para rematar a sus víctimas.
De acuerdo con las averiguaciones la orden era acribillar a Taillón de Alcântara Pereira Barbos, cabecilla de un grupo paramilitar en Jacarepaguá, que recientemente había salido de prisión en libertad condicional.
Los otros médicos que perdieron la vida son Marcos de Andrade, director del Instituto de Ortopedia y Traumatología del Hospital de las Clínicas de la Facultad de Medicina de São Paulo y Ribeiro Almeida, ortopedista y traumatólogo especializado en cirugías de pie y tobillo.
Mientras tanto, en las redes circula la fotografía que los doctores se tomaron sonrientes antes de ser injustamente asesinados, destrozando sus hogares y poniendo en la mira otra vez al país verdeamarela, que no logra disminuir el índice de criminalidad. La comunidad médica condenó el ataque.
Los camareros del hotel frontal, donde los especialistas de la salud estaban alojados, no podían dar crédito de estos lamentables hechos. Otros comensales que también cenaban les vieron morir a unos metros. Eran personas inocentes. Brasil llora y se duele. v