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Atrapada en el cuerpo de un niño

19 de junio de 2018 por Beatriz Flores

Aunque su cuerpo era el de un niño, en su interior algo le indicaba que era una niña y de la mano de su incansable madre, dejó atrás un largo y turtuoso camino de bullying y discriminación para alcanzar su sueño, que era el de verse como toda una fémina y mostrar al mundo con orgullo esa tan ansiada transformación donde a su corta edad se convirtió en un transgénero.

¿Cómo se sentiría si estuviera atrapado en un cuerpo que no es el suyo?, ¿cómo serían sus despertares cada mañana a través de los años con una vida en la que no es feliz? o ¿cómo aceptar un reflejo frente al espejo que no muestra su verdadera identidad?
Ni el futbol ni los carritos hacían feliz a Yahir y entre sus atuendos preferidos no estaban los zapatos deportivos, ni la ropa con escudos de súper héroes, la rudeza y el juego tosco de los niños no eran parte de su infancia.
El pequeño de delicados movimientos prefería colores pastel como el rosa o el melón, pantalones ajustados y shorts cortos y disfrutaba en grande, cuando la oportunidad lo permitía, jugar con las muñecas de sus vecinitas, peinarlas y maquillarlas.
María Ríos, madre de Yahir, mencionó que desde los tres años, notó que su hijo era diferente al resto y al final de cuentas, una madre nunca se equivoca.
“Recuerdo que lloraba demasiado, por todo, no le gustaba jugar con cosas de niño y mi hijo el más grande lo ponía a practicar futbol americano y yo notaba cómo agarraba la pelota y como que se lastimaba”, recordó ella.
Cuando iban de visita a casa de la vecina, amiga de María, el niño corría a la recámara de la pequeña y el tiempo transcurría entre muñecas y juegos de niñas, que él parecía disfrutar enormemente.
“En mi casa no se descaraba a jugar con juguetes de niñas porque no tenía y tampoco me pedía que le comprara, como que se reservaba, pero con ella no”, platicó.
El pequeño empezó a poner más atención en su madre y se convirtió en su asesor de modas: le recomendaba qué color usar, le sugería alguna blusa o la invitaba a ponerse un pantalón ajustado.
“Noté que él cómo que se obsesionaba conmigo, cómo que miraba en mí la forma en la que él se quería vestir”, expresó.
Su familia también notaba las singularidades de Yahir; su tío, le comentó a María, el haberlo visto jugar con niñas poniéndose un vestido y su mamá, creía que su comportamiento se debía a la sobreprotección que se le daba en casa.
“Mi mamá me decía que era porque estaba chiflado; una cosa es que esté chiflado un niño y otra cosa son sus movimientos delicados, para mí él era gay, yo nada más me quedaba seria cuando ellos se burlaban”, declaró.
Comentó que sentía que las personas esperaban que ella le llamara la atención a su hijo por su comportamiento, pero era algo que no podía hacer, porque era lo que él sentía.
“A veces sí le decía que no se moviera tan amanerado o ‘esto es de niño y esto es de niña’, para que él no sufriera el que le dijeran cosas en la escuela, lo hacía para protegerlo”, apuntó.
 
PESADILLA ESCOLAR
Yahir tenía siete años cuando la escuela se convirtió en un martirio, en una pesadilla constante, tanto para él, como para María.
Todas las mañanas salía de su casa como cualquier niño, dispuesto y preparado para empezar su jornada escolar, pero los regresos eran muy diferentes, siempre había largos silencios o llantos sin explicación.
En ocasiones le contaba a su madre cómo sus compañeros lo insultaban; su refugio era el baño, a donde se iba a llorar y con sus manos mojadas empapaba el espejo, tal vez para no ver reflejada su verdadera identidad.
En ese tiempo Yahir visitó a su primera consejera, a quien María le contó sus sospechas de que su hijo era homosexual, pero la experta le ordenó quitarse eso de la cabeza, pues era tan solo uno niño de siete años y fue diagnosticado con ansiedad depresiva.
El pequeño fue mandado a clases especiales, donde había aproximadamente 10 niños y tres maestros y a pesar del diagnóstico, con el que María no estaba conforme, la vida de Yahir parecía que cambiaría y llegó la tranquilidad.
“El tenía toda la atención, los niños que estaban ahí no lo lastimaban, ya no hubo ningún problema y los maestros pensaban que ya se había solucionado todo, incluso entró a danza y cuando bailaba yo miraba los movimientos de mi pequeña, yo miraba unos movimientos femeninos”, justificó María.
Yahir estaba por ingresar no solamente a un nuevo ciclo escolar, sino que también cambiaría de escuela y nivel educativo, iniciando la secundaria o high school y las vacaciones se convirtieron en un martirio para María, que no sabía como lo tratarían sus nuevos compañeros.
Y tenía razón en preocuparse; pasó poco tiempo cuando iniciaron los insultos, los señalamientos y hasta las agresiones físicas.
“Me lo empezaron a ver mal, me le decían cosas vulgares como ‘joto me das asco’, me lo golpearon, lo cachetearon; pasaron muchas cosas”, señaló.
Nuevamente fue mandado a otra escuela, lo que tenía hasta el hartazgo a María, pues ella sabía que esa no era la solución y que era muy probable que los ataques continuaran.
Consideraba que el problema no era la escuela, sino la educación que los padres le otorgan a sus hijos en casa, el no inculcarles valores desde pequeños.
La situación en la nueva escuela empeoró, y las agresiones físicas aumentaron de nivel y cruelmente le picaron las piernas con lápices y en uno de los bebederos lo golpearon tanto que, según palabras de su madre, terminó “bañado en sangre”.
El pequeño fue mandado a una escuela militar, donde la disciplina era muy rigurosa, pero lejos de representarle una carga o un castigo, Yahir se sentía a salvo en ese lugar.
“Tanto era el daño que le hacían a mi pequeña que decía ‘yo no me quiero ir a la escuela normal, amá déjame aquí yo me quiero quedar en esta escuela porque aquí no me lastiman, no me dicen nada, no me faltan al respeto’, pero yo quería que aprendiera a socializar con todo tipo de gente”, enunció.
Al salir de la escuela militar y regresar a su escuela normal, Yahir estaba tan cansado del bullying de sus compañeros que empezó a defenderse de las agresiones físicas de igual forma y fue catalogado como un alumno problema.
Había una niña que constantemente lo molestaba y un día le dijo: “hazte para allá pinche joto, me das asco”, su madre no recuerda cómo, pero sabe que en respuesta él la aventó o le pegó con una pelota.
Pero no solamente los alumnos molestaban a Yahir, un trabajador de su escuela le preguntó a su amiguita si “era jotito”, ella decía que no, pero él insistía en que sí y añadió que, en algunos años, vería cómo su amigo saldría “del closet”.
Esa fue una de las últimas situaciones, pues María sacó a su hijo de la escuela y no ingresó a ninguna otra.
 
EL VELO DE LA IGNORANCIA
María exclamó que a partir de ahí decidió dedicarse por completo a su hijo, por lo que luchó hasta que consiguió que el gobierno le asignara un profesor para impartirle estudios en su casa, algo que solamente sucede en casos muy especiales.
Ella trataba de entender qué era lo que le pasaba realmente a su hijo y entonces se dieron largas y profundas charlas, hasta que, en una de esas, Yahir se abrió.
Le preguntó si le gustaban las niñas y él dijo que no, pero cuando la cuestión fue si se sentía atraído hacia los niños, dijo que no sabía.
“Le dije ‘Yahir ya tienes 12 años, a tu edad yo ya sabía que me gustaban los niños’ se me quedó viendo y me dijo ‘mamá, es que yo soy gay’; me abrazó bien fuerte y lloró”, expusó María con una entrecortada voz.
A esa declaración siguió un largo abrazo y el compromiso de su madre de que no importara lo que él fuera o el rumbo que tomara su vida, ella estaría ahí para apoyarlo y juntos saldrían adelante.
Yahir visitó a una nueva consejera, a quien María le dijo que su hijo finalmente había confesado que era homosexual, por lo que sus problemas se habrían acabado, pues el ya estaba seguro de quién era y se aceptaba tal cual.
Al terminar la sesión, la experta se dirigió a ella para darle a conocer algo nuevo: Yahir no era gay, era transgénero.
María dijo que su respuesta fue: “¿¡qué!?, ¿y eso con qué se come?”, porque ella sólo había escuchado hablar sobre gays y lesbianas.
“Me empezó a explicar que mi hijo no toleraba la ropa de niño y que tenía que vestirlo de mujer; yo pensaba que si el era gay iba a vivir como tal a los 18 o 19 años, pero me dijo que empezara comprándole ropa interior y pijamas de niña para que los usara en casa”, precisó.
Eso no la tranquilizaba, pensaba que en lugar de ayudarle a su hijo lo perjudicaría, pues sería una libertad de la cual querría más y le daban terror las reacciones que provocaría en la sociedad.
“Pensaba en que lo fueran a agredir, pensaba en la familia, en mis hijos, en mi mamá, mis hermanos, mis amigos, pensaba que eso le iba a perjudicar y dije ¿qué hago?, el que va a pasar la vergüenza es él, al que van agredir es a él, pero yo como madre iba a sufrir”, sentenció.
Mary no siguió las indicaciones de la terapeuta y postergó una y otra vez la compra del nuevo guardarropa de Yahir y entró en depresión, al grado de casi no comer, no salir de su habitación durante tres meses y dormir muy pocas horas.
Recordó que en ese tiempo el niño tenía siempre una mirada perdida y surgió en ella el temor de que intentara atentar contra su vida.
La entrevistada no pudo contener más el llanto y finalmente se quebró: el recuerdo de la larga odisea que vivió junto a su hijo hizo brotar sus lágrimas.
“Me dijo que lo que quería era vestirse de mujer, que ya no quería salir a la calle con ropa de hombre porque él era una mujer, que si él se vistiera así sería feliz”, enfatizó.
Temerosa de lo que pudiera pasarle, le preguntó que si estaba seguro de poder soportar las burlas de la gente, porque si ya lo hacían estando vestido como hombre, lo que le esperaba luciendo como mujer era mucho peor.
Pero el pequeño de tan solo 12 años, con una gran madurez respondió firmemente que sí y que ya no le importaría porque al fin luciría como él quería.
Un día se acercó para enseñarle una canción que según una compañerita reflejaba su situación, se trataba de “No Tiene la Culpa”, de Romeo Santos.
Una y otra vez María la escuchó y sintió que algo dentro de ella se movió, se dio cuenta de que estaba actuando de forma egoísta y que como si no fuera suficiente las agresiones que vivía en la escuela y en la calle, ella también lo trataba cruelmente.
“Yo sentía que cuando él me pedía eso y yo me negaba era como negarle la vida a un hijo que yo había tenido, a alguien que había salido de mi vientre, como si le faltara un riñón y yo se lo pudiera dar y no lo hacía, le estaba quitando libertad y felicidad, por eso decidí apoyarlo”, aseveró.
 
‘PERDÍ UN HIJO,
PERO GANÉ UNA HIJA’

La terapeuta refirió a María y a Yahir a Houston, Texas, con unos especialistas en el tema transgénero y reafirmaron lo que ella ya les había dicho: que Yahir era una niña atrapada en el cuerpo de un niño.
Sin embargo el cambio no se limitaba solamente a usar ropa de niña, sino que Yahir iba a seguir un proceso para frenar su desarrollo masculino y posteriormente, al entrar en la pubertad, administrarle hormonas femeninas.
“Pero que tal si esa niña a los 15 o 16 años me decía que eso no era lo suyo o se enamoraba de una mujer, eran normales mis dudas”, dijo la confundida madre.
Además, no podía evitar sentir una gran tristeza, pues aunque ahora tendría una hija, sentía que perdería a su hijo y de nueva cuenta el llanto entrecortaba sus palabras.
“Llegando de Houston la llevé a comprar ropa interior, cuatro o cinco cambios, ropa de niña; yo veía en su rostro la alegría y felicidad, veía como sacaba una bolsa y otra y yo por dentro sentía que me moría, un gran dolor en mi pecho porque perdía a mi niño, ya no le iba a comprar sus tenis o su ropita interior de niño”, mencionó entre sollozos.
El nombre de Yahir quedó atrás para dar paso al de Kelsey, quien ya inició el tratamiento a base de hormonas femeninas y desde entonces luce más tranquila, liberada y segura de sí misma.
A punto de cumplir 14 años de edad, su cuerpo luce como el de una señorita: sus pechos se ven más prominentes, su cintura más acentuada y sus caderas más redondeadas.
Su madre dijo que si Kelsey va a algún lugar en donde no la conocen o no sepan de su vida pasada, ella es una niña como cualquier otra, incluso, cuando disfruta de alguna alberca, utiliza un traje de baño que la hace lucir como una mujer.
La relación entre madre e hija es muy buena según María, en ella impera la confianza y la buena comunicación, por lo que las pláticas profundas y orientadoras son una constante.
Han hablado sobre la realización de una cirugía de reasignación de sexo, mencionando Kelsey que sí le gustaría someterse a ella en un futuro.
“Hablé con la doctora que la atiende y me explicó que las cirugías que hacen son tan perfectas como una vagina normal, puede tener sus orgasmos como una mujer, si ella tuviera una crisis y dijera ‘ya no quiero este pene’ o entrara en depresión se la pueden hacer a los 15 años y si no, pues a los 18 o a los 21”, detalló.
María destacó que su mayor anhelo es que cuando cumpla los 18 años se haga la cirugía, se case con alguien y sea una mujer “al 100 por ciento”.
Indicó saber que ya está en una edad en la que le gustan los niños y aunque acepta que no le gustaría que tuviera relaciones sexuales aún, si las llega a tener es importante que se cuide siempre y que la persona que esté con ella use condón.
Tanto ella como Kelsey desean que su documentación oficial tenga su nuevo nombre, por lo que en los próximos días, María acudirá ante un juez para iniciar el trámite, sin embargo, dijo que tal vez no pueda hacerse ahora, sino hasta que cumpla los 18 o 21 años de edad.
 
¿QUÉ DICE LA FAMILIA?
La mamá de María, abuelita de Kelsey, dijo no entender porque tomó esa determinación, pero argumentó que es algo que ella siente y que le va a otorgar todo su apoyo.
Cuando fue con su hermano a comentarle la nueva situación, en vez de recibir apoyo su postura fue que “eran chiflazones” originadas por ser el hijo menor.
 “Uno no sabe de muchas cosas, yo ahora lo sé porque estoy metida con lo de ella, yo pensé que solo había la lesbiana y el gay, de hecho tengo una tía que es transgénero, pero la mirábamos como que era lesbiana y ahora que se lo de mi hija lo entiendo”, expuso.
No piensa que la condición de su tía y la cercanía con Kelsey haya influido en su cambio y según las palabras de su esposo “no es una gripa, no es algo que se pegue”.
La recomendación de María para todos los padres es que tengan una buena comunicación con sus hijos, que estén al pendiente de ellos y los escuchen.
“Que no les importe lo que diga la gente, la familia, primero son los hijos, yo voy a apoyar a mi Kelsey en todo lo que pueda, mientras yo viva siempre estaré con ella”, finalizó.
 
‘GAY’ O ‘TRANSEXUAL’
La página kidshealth.org, en su artículo “La Orientación Sexual”, menciona que una persona que siente atracción por alguien de su mismo sexo, es homosexual, si es hombre se le llama gay, y si es mujer, lesbiana.
Por otra parte, en el sitio de Planned Parenthood of America, donde se da información sobre servicios y recursos relacionados con la salud y los derechos reproductivos, se menciona que transgénero es cuando algunas personas sienten que “el sexo que se les asignó al nacer no coincide con su identidad de género o con el género que sienten que tienen en su interior”.
Agrega que, para expresar su identidad, pueden utilizar su vestimenta, movimientos y comportamiento y algunas personas, toman hormonas o recurren a cirugías para transformar su cuerpo para que coincida con su identidad de género.
Sus orientaciones sexuales son diversas, es decir las personas por las que sienten atracción.

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