
El esperado cierre de la saga de Crepúsculo llega en forma de un remate que establece paz y orden, después de la guerra y la revuelta.
Amanecer Parte 2 clausura una exitosa serie cinematográfica basada en la supervendida serie de novelas homónimas escritas por Stephenie Meyer que le dio a los jóvenes motivos para acercarse a la literatura y a ir más de una vez al cine a ver la misma cinta.
La aventura de la conflagración entre los chupasangre de distintas estirpes, con una manada de licántropos entrometida, terminó con esta película que es como un largo epílogo, que ata los cordones que quedaron sueltos a lo largo de la serie.
En realidad no había mucho que contar, pero la magia del cine hizo que una pequeña anécdota se prolongara hasta un infinito que llega a su fin.
Esta última entrega de Crepúsculo, que contiene una esperada infracción al orden, es la más famélica de todas, la menos ingeniosa y con un cierre decepcionante, próximo al fraude.
Toda la historia se concentró, de inicio, en un triángulo amoroso que no tenía solución. La frágil Bella (Stewart) sentía pulsaciones sensuales por su amigo lobo Jacob (Lautner), pero se sentía románticamente atraída por su compañero vampiro Edward (Robert Pattinson).
En el inter pasaron luchas intrascendentes con otros seres inmortales que le dieron pimienta y sustento a las escenas de acción, mayormente descafeinadas como los inexpresivos vampiros de la comuna.
El conflicto romántico de Bella se resolvió en la primera parte del cierre, llamado Amanecer Parte 1, al casarse Bella con Edward, lo que la convirtió en una hembra alfa e inmortal.
Esta segunda parte del Amanecer aporta muy poco a la ya de por si inflada trama. Si bien en la anterior había algunos toques eróticos que ponían a ensoñar al público adolescente al que va dirigido, principalmente chicas, en esta hay un sustento narrativo milimétrico que transcurre en un círculo de vampiros que no dejan de hablar.
La mayor parte de la historia transcurre en una cabaña en el bosque, un cuarto de guerra para la batalla final, donde hay una docena de vampiros parlanchines. En su compulsión por externar sus pensamientos y sus planes, hacen que el tiempo pase para preparar el gran final.
Bella y Edward se aman, en tanto, indiferentes a la infelicidad de Jacob. Mientras, los vampiros se reúnen y charlan sin fin para ir a la guerra.
Meyer destruyó el mito de los quirópteros humanoides para transformarlos en efebos cargados de hormonas y sedientos de sangre. Si bien se mantiene el tradicional tono erótico del personaje creado por Bram Stoker, ahora hay una digresión incómoda que puede gustar a los jóvenes, pero con aportaciones grotescas para los seguidores del mito en su hechura clásica.
Bella y Edward despojaron de seriedad al vampiro y le dieron un toque de heroísmo juvenil, pero heredado más bien de los cómics y no de Drácula. Así como los libros de Crepúsculo fueron concebidos para capturar a un público escandalizable, que babea con escenas románticas, la película se concentró en dar diversión mezclada con bellos toros desnudos y muchachos centenarios, muertos en vida, que no tienen nada en que pensar más que en las acechanzas de los enemigos Volturis.
La película soporífera en sus dos primeros actos se prolonga injustificadamente hasta la esperada confrontación final, que promete indemnizar por el tedio previo. El combate comienza y muestra la que es la escena mejor lograda de toda la saga.
Los bandos se enfrascan en una pelea a muerte bellamente coreografiada entre la nieve. El desenlace es extremadamente emotivo y violento, con escenas de doloroso sacrificio pero con una inquebrantable voluntad del bando de los justicieros Bella y Edward que se debaten con guapura frente a la amenaza de los malvados.
Ninguna fuerza será capaz de arrebatar la dicha a los enamorados.
Hasta que ocurre el gran timo.
Repentinamente, Condon osa dar un giro inesperadísimo en la historia, cerca del final, lo que provoca que todo el andamiaje se desmorone estrepitosamente. La guionista Melissa Rosemberg, que había escrito el libreto de las otras cuatro entregas, decidió resolver el conflicto de una manera indecente.
En el desenlace, el espectador queda como un tonto, por el giro tramposo de los acontecimientos.
El enredo tan emocionante se reduce a escombros y los personajes caminan de regreso a sus vidas.
Cinco películas después, queda la sensación de que no ocurrió nada en la taquillera franquicia, que encantó a los adolescentes y a espectadores complacientes pero que, en realidad, deja una terrible sensación de desencanto y vacío.
Amanecer Parte 2 es una clase de cine sobre cómo no debe ser escrito un desenlace.