
A estos Avengers les urge una renovación.
La nueva cinta de la exitosísima serie presenta una serie de situaciones ya conocidas desde el inicio de la franquicia. Cambian villanos, escenarios y algunos personajes, pero todo sigue siendo igual. La fórmula que alguna vez fue novedosa de la mano del genio Joss Whedon, ya se convirtió en un ciclo que parece no tener fin, pero que ya no aporta novedades.
Avengers: La Era de Ultron confirma el gran éxito de Marvel en la creación de gigantescas producciones cinematográficas de superhéroes. En este caso, vuelve la pandilla completa, con el elenco estelar, con Iron Man en el comando, seguido por otros fuertes personajes como Capitán América, Thor, Hulk, La Viuda Negra y, un poco más abajo, Hawkeye y The Falcon.
Pero la nueva odisea es una copia peligrosamente parecida no sólo a su predecesora de Los Vengadores, sino a las del universo Marvel con los personajes en solitario. Tiene mucho de Thor, Capitán América y de las tres historias de Iron Man.
En esta ocasión Tony Stark despierta un monstruo. Su ego lo mueve a crear un ser que supone que puede controlar, sin saber que esta creando algo que puede determinar el destino de la humanidad.
Cuando el plan sale de control, Los Avengers deben reunirse y acabar con la amenaza, pero a un precio muy elevado. ¿O no es, quizás, bastante el pago de la estupidez humana, en la forma de la arrogancia de un magnate, la destrucción de una ciudad entera?
Toda la historia es comandada por el hombre de hierro que le da el toque irónico y cómico a la aventura. Stark, siempre en control, ni siquiera asume el costo de su error y simplemente ignora la seguridad del planeta y la de sus propios cuates. Y los hace que se involucren en una guerra que desencadena, en la forma de Ultron, un nuevo ser todo poderoso, levitador, igual que él.
La era, a la que refiere el título, es la intención del humanoide por arrasar con la especie, para que haya un nuevo comienzo en la Tierra.
Whedon, que es un gran fabulador, en lugar de buscar nuevas ideas, regresa al interior del universo Avengers para esgrimir nuevos elementos que le den sustento a una trama ya conocida y que, lo que es peor, es muy esperada, pues los momentos más emocionantes, como ha sido la característica de la serie, es la destrucción de escenarios con violentas riñas de las que no resulta nada.
En esta ocasión, los supermachos y superhembras, enfrentan a un ejército de androides, versiones diluidas de Iron Man, también con poderes para volar y destruir, y que se presentan como una marabunta mecánica.
Para esta confrontación por la supremacía, se incorporan dos nuevos chicos: hermanos Quick Silver y la Bruja Scarlet, interpretados por Aaron Taylor-Johnson y Elizabeth Olsen, que le aportan algo de frescura a una trama que se convierte en densa, por su carencia de sorpresas.
El desenlace es como una orgíastica opera del bien contra el mal, con una pelea campal de la que surgen los esperados ganadores, pero mediante un torbellino de golpes y explosiones generados por computadora que sólo le aportan mucho movimiento y endulzamiento visual a la pantalla, pero sin general algo, un mínimo de tensión dramática.
Como es una demanda y firma de la serie, tiene que haber un desastre completo y una metrópoli entera debe ser destruida. En este caso, hay que tomar como gran aportación, el encanto malvado que hace que un conjunto habitacional entero de cientos de miles de personas vuele con lo que Marvel ya está preparando el terreno para su próxima entrega: Civil Wars.
Avengers ya se estancó como marca. Es necesario que tenga una gran variación, o que la escriba otro guionista que le aporte nuevas ideas.
De cualquier manera, es entretenida.