
Esta familia no celebra el nacimiento de Jesús, pero sí el de Noam Chomsky.
Capitán Fantástico es una interesante reflexión sobre la utopía como sistema de vida para encontrar la felicidad. Viggo Mortensen es el patriarca de una familia de seis integrantes, adolescente el mayor de ellos, que vive en los bosques para evitar la contaminación del mundo.
La comuna, con la madre ausente, convive en un entorno salvaje completamente hostil que, sin embargo, les proporciona una sensación que ellos consideran que es la felicidad, enclavados en la naturaleza, lejos de la comunidad, sin posibilidades de ser alcanzados por la maldad que, según les han enseñado, habita en la Tierra llena de males como el consumismo, el adoctrinamiento, la esclavitud consentida del trabajo.
¿Hasta cuándo puede sostenerse un paraíso tal, en un planeta globalizado?
Matt Ross escribe y dirige esta fábula contemporánea de aislamiento. La familia es armónica al interior de la casa, pero socialmente disfuncional. A excepción del padre, ninguno de sus integrantes sabe lo que es el comportamiento con otras personas.
Mortensen, como líder de la comuna es, al mismo tiempo, ingenuo y pernicioso. Le ha enseñado todo a los chicos, quienes se encuentran mejor preparados que cualquier alumno. Los ha instruido en varios idiomas, les enseña arte, cultura, deportes, reglas de sobrevivencia, combate personal, manejo de armas. En un toque de excentricidad hippie, todos se transportan en un autobús propio, habitado como una casa rodante.
Pero los ha convertido en unos discapacitados para la vida en la ciudad, a la que ven de lejos. Cuando tienen que salir a la tienda, saludan a todos, pero sin involucrarse.
La familia provoca, en iguales proporciones, envidia y tristeza. Los muchachos son unos completos salvajes que gozan de una salud de hierro, y viven en plenitud al aire libre. Pero no saben lo que son los pasatiempos, los juegos electrónicos, todo lo que hacen los demás seres humanos de sus edades. Su padre les ha enseñado que los placeres mundanos son veneno para el alma.
Hasta que un día, una tragedia familiar los obliga a salir de las cavernas para acceder a un destino inevitable: el encuentro con los otros.
La historia es sencilla, aunque mueve a numerosas reflexiones y, por supuesto, presenta conclusiones descorazonadoras. Es imposible vivir en el completo aislamiento. Las personas tienen una naturaleza gregaria, y huir de la sociedad genera problemas numerosos, además de tremendas incomodidades y la negación de goces proporcionados, vulgarmente, por la tecnología y sus derivados del progreso.
El mismo líder se encuentra imposibilitado de proteger a su familia de la influencia externa. La burbuja en la que habitan tiene que romperse. Es permanente la incomodidad que genera su ceguera. Mortensen se niega a ver que sus hijos son unos extraños para el resto y que son objeto de señalamientos. Avanzan por la vida como apestados, por el intento obcecado de su padre de mantenerlos puros, como si alguna vez no fueran a estar forzados a buscar un trabajo, relacionarse, encontrar una vida.
Hay momentos tremendamente dolorosos, ocasionados por el padre bien intencionado, que no se entera que ha excedido los límites de la prudencia y se ha convertido en un guía necio. Conduce a sus hijos a estados en los que se encuentran muy próximos a lastimarse. Él es el único que no percibe el daño que le está provocando a la familia, con el endeblemente fundamentado pretexto de mantenerlos a salvo de las acechanzas que existen allá a afuera.
Las actuaciones son conmovedoras. Mortensen, en otro de sus trabajos de excelencia, se debate en sus deberes de papá mesiánico, salvador, sobreprotector, y los esfuerzos de conciliación que debe tener con sus hijos que amenazan con liberarse.
George MacKey, en el papel de hijo mayor, se lleva los mejores elogios. Criado como una imitación de su padre, asume el control de la familia en su ausencia. Es como el lugarteniente del líder, aunque constantemente lucha con su deseo de expresar la propia independencia, continuar con su vida y ampliar sus horizontes.
Ross es malévolo en la resolución de la historia. Aunque muestra un desenlace disparatado, prácticamente imposible de realizar, va acumulando pistas falsas, como un engaño exquisito, para suponer que la familia adoptará un nuevo orden, otro estilo de vida alejado de sus primitivos hábitos.
Al final hay lecciones aprendidas y conceptualizaciones adaptadas a una nueva realidad que, sin embargo, hace suponer que la esencia de cada familia permanece, pese a la insistencia de la sociedad de incorporar cambios, variaciones, modificaciones para que pueda acoplarse al concierto universal del progreso.
Capitán fantástico es un gran drama, con una temática singular.