
El chiste, de inicio, es bueno: Drácula en persona construye un albergue para dar alojamiento exclusivamente a monstruos. En el Hotel Transilvania, que da nombre a la historia, todos los clásicos se refugian en el resort malvado, lleno de detalles y colores.
Para el resto, las criaturas horripilantes son una amenaza. Entre ellos, son una pandilla divertida.
La comedia de animación de Sony se mofa de los clichés de los monstruos que en el inicio del cine en blanco y negro fueron explotados por la Universal: Drácula, el Hombre Lobo, la Momia, Frankenstein, el Monstruo de la Laguna Negra, el Hombre Invisible.
Todo es dicha, hasta que un intruso amenaza el paraíso macabro.
Hotel Transilvania es una tierna fábula familiar sobre los riesgos de la xenofobia y el difícil proceso de crecer.
Hay una ligera alusión a la revolucionaria leyenda de Shrek por la destrucción de los mitos para convertirlos en cuentos de hadas espantosos y divertidos.
Drácula es un hombre bueno, pero vive alejado del mundo. Recela de toda la humanidad, aunque en verdad no conoce a los humanos. Evita el contacto con la gente y cría a su única hija advirtiéndole los peligros que encierra el contacto con las personas.
Pero llega el día en que la chica se convierte en una bella vampira adolescente, atrapada en el castillo y los prejuicios.
Hasta que, por error, entra en su vida un simpático joven excursionista de la ciudad que le cambia la vida a toda la comunidad de anormales, cuando él es considerado la anormalidad.
El chupasangre miente, esconde al nuevo inquilino, se falla a él mismo con el argumento de que busca proteger a su hija del mal. Llega al extremo de la deshonestidad porque busca impedir que su hija crezca y que la vida siga su curso. Incurre en el engaño para apartar a los chicos que se atraen.
En su desesperación por evitar que su hija descubra el mundo, el mismo conde se da cuenta de que ha permanecido ciego a la vida. Sus fobias hacia quienes no son como él lo habían mantenido alejado de todo. Hasta que llega un mocoso moderno a demostrarle lo equivocado que estaba.
La cinta es una larga reinvención de la mitología monstruosa: el lobo es un padre de familia cargado de una enorme prole de lobeznos latosos; el monstruo hecho de varias partes constantemente se desbarata; el hombre sin cuerpo sufre porque no puede expresarse con mímica.
El realizador de origen soviético, Genndy Tartakovsky hace aquí su debut en pantalla grande después de haber dirigido numerosos episodios de series como Star Wars: La Guerra de los Clones, El Laboratorio de Dexter y Samurai Jack
Desafortunadamente, Hotel Transilvania es una larga lección moral, con chistes e ironías, pero con muy escasa emoción. Sin un antagónico, los personajes nunca están en riesgo y nunca ocurre tensión dramática.
La mayor preocupación es por el aprendizaje de los protagonistas, no por alguna amenaza a su integridad, o a su estabilidad emocional, siquiera. Sin peligros, la adrenalina permanece estática.
Por lo menos Sony Pictures Animation se preocupa por presentar historias que intentan trascender y se ha montado en la carrera por liderar el género, al lado de fieros competidores como Dream Works, Disney y Pixar.
La película va dirigida a un público mayormente infantil y adolescente que entenderá muy bien las situaciones por las que pasan los personajes en su ruta de aprendizaje.
Los papás entenderá, aquí, que los hijos deben vivir sus propias vidas y que no podrán protegerlos del mundo, por más que se esfuercen.
Todos se divertirán.