
Creed es la mejor historia de la franquicia de Rocky, desde que fue inaugurada en 1976. Aunque son muy parecidas y tienen la misma base argumental.
En el inicio, Stallone interpretó a un aspirante a boxeador que, por azar del destino, es elegido, como material sacrificable, para enfrentar al superestrella Apollo Creed, brillantemente interpretado por Carl Wheaters.
Más o menos es lo que sucede, 40 años después, con Adonis Creed, el hijo perdido de Apollo. Rocky ya no puede pelear, por eso, esta vez, solo aconseja. Ahora es el muchacho el que toma el control de la acción.
Entre sus numerosos aciertos, Creed le regresa la intensidad dramática a la serie, que se perdió, con el paso de los años, en una demostración consecutiva de aventuras de un personaje que se deformó monstruosamente. Rocky había nacido como la exaltación de la nobleza en una ocupación extremadamente ruda y destructiva, como es el pugilato. El boxeador de barrio, un perro apaleado por la vida, era un verdadero don nadie que tenía, como aspiración mayor, subirse al cuadrilátero para buscar el estrellato, que se veía lejanísimo.
Pero una afortunada jugarreta de la vida le dio una oportunidad en un millón, y la aprovechó. Pero luego siguieron sus aventuras en forma de bodrios, muchos de ellos dirigidos por el mismo Stallone, que se comercializaron bien, pero no le aportaron nada a la leyenda.
Ahora, Creed revive con un sentido renovado de lo que es la interpretación dramática, en un ambiente conocido, pero con nuevos y emocionantes retos. Sin embargo, entre todos ellos destaca el trabajo de Stallone, en su ya conocido papel.
El boxeador del título es interpretado fielmente por Michael B. Jordan. Adonis Creed es un chico que lo tiene todo, pero que siente en la sangre el llamado de la pelea. Pudiendo dedicarse a un trabajo de oficina, quema las naves y decide entrar en el complicado negocio de los ensogados. Y lo hace de la mano de quien fuera el mejor amigo de su fallecido padre.
Hay, aquí, mucho de Rocky I y Rocky III. Creed emerge de la nada y tiene su oportunidad por el apellido. Se auxilia de un legendario manager, que le transmite los consejos que lo llevaron a la gloria. Pero el preparador tiene sus propios dramas personales, enfrentando la vida tranquila, rodeado de fantasmas y con delicados achaques propios de la edad. La historia se recicla en algunos de sus pasajes.
Jordan hace una gran caracterización como el joven irascible que está esforzado a disciplinarse para entender las complejidades del boxeo, como una forma de arte letal. Stallone, por su parte, hace otro gran papel. Finalmente, luego de años interpretando el mismo rol, vuelve a hacer drama, como lució en el primer Rocky.
Ya veterano, el actor luce maltratado por la vida. Las cirugías rejuvenecedoras y los excesos de esteroides le han dejado marcas. Sin embargo, no ha olvidado los trucos frente a la cámara. Stallone se ve muy a gusto, como coach de esquina, enamorado de su propio personaje, invirtiendo su mejor esfuerzo por enaltecerlo.
Hay química, entre los dos, en esta relación de corte edípico, de la que salen muy buenos momentos cómicos y dramáticos.
El joven director y coguionista Ryan Coogler combina suavemente tradición con modernidad. La película tiene una sensación de antigüedad, con el viejo peleador atendiendo su restaurante, como un ser de bajísimo perfil que ni siquiera vive de sus glorias. Nunca fue un fanfarrón. Pero, en el otro lado, muestra a un joven gladiador, actualizado, yuppie, superatlético y formado en la generación de la TV de paga.
Como reto mayor de la pareja de peleadores, se encuentra un inglés, fabulosamente interpretado por Tony Bellew, un fajador de la vida real, que interpreta a Ricky Conlan, un brabucón y con talante de homicida, que cree que aniquilará al joven Creed. Aunque se llevará una sorpresa.
La banda sonora de Ludwig Goransson es muy efectiva. Mezcla lo que es el intento de fanfarrias inspiradoras con música de gangsta rap. De cualquiera manera, la música de Bill Conti sigue siendo insuperable.
Creed es un gran homenaje a la serie. Falta ver si la convierten en una marca propia, para hacer una nueva saga. Ojalá y no.