Esta es la historia del hombre que fue albañil, limpió letrinas y también se convirtió en el máximo ídolo de la música tropical mexicana. Un repaso de sus inicios, la cúspide de su carrera artística, pero también de la tragedia que lo persiguió –como la fama– hasta los últimos días.
Un varón que sería conocido como Rigo Tovar –y para su familia, Rigoberto Tovar García–, nació en el seno de un hogar humilde, con un padre de Matamoros, Tamaulipas, y una progenitora originaria del sur de Texas, en los Estados Unidos.
Aquel 29 de marzo de 1946 cayó en viernes. El entonces municipio fronterizo contaba apenas con 17 mil habitantes, la mayoría de sus calles eran lodosas y de terracería.
Los biógrafos todavía no se ponen de acuerdo sobre si el bebé, de piel morena y tupido cabello negro, vio por primera vez la luz en su casa de la colonia Industrial o en un sanatorio, pero lo que sí es un hecho es que a la postre, a la vuelta de unas décadas, se convertiría en una leyenda de fama internacional y en un símbolo de la cultura popular de la música cumbiera hispanoamericana.
Su niñez transcurrió de manera humilde, con más carencias que ostentaciones, a pesar de ser la madre de tierras estadounidenses. Pero el arraigo fue más bien mexicano para el pequeño Rigo y su educación también.
Durante la infancia –en la vivienda número 12 de la calle Primero de Mayo– el hambre se hizo muchas veces patente. Hubo noches que él y sus hermanos se fueron a dormir sin cenar. Eran doce de familia. Sus papás y diez hijos, pero al final del día, generalmente todos alcanzaban una ración de pan, tortillas, huevo y frijoles.
Los Tovar García fueron producto de la cultura del esfuerzo. El patriarca era albañil y carpintero, así pues hasta los más chicos aprendieron a realizar oficios.
Con todo eso la mayoría logró alcanzar la secundaria. Entre los últimos de la camada venía Rigo, que pasaba sus días en las clases de la primaria Junco de la Vega, en el trabajo vespertino con su padre y, a veces, entretenido en el juego de pelota con niños de su mismo vecindario o fantaseando con una vieja guitarra que había en la casa.
SUS INFLUENCIAS
La cercanía con el territorio ’gabacho’ permitió que la familia se hiciera de algunas mercancías americanas. Cruzar a los Estados Unidos era mucho menos complicado. Los residentes de Matamoros surcaban la frontera para abastecerse de algunos productos, enseres domésticos, comestibles y una que otra novedad o baratija.
Con el paso de los años se hicieron también de ropa abrigadora, de buen calzado y una radio, con la que disfrutaban los éxitos de Pedro Infante y también la música de las estaciones norteamericanas.
Ahí tuvo comienzo el momento mágico de principios de los cincuenta en esa humilde propiedad de la familia Tovar García, que con los años sería mejorada en su fachada y cuya calle Rigo mandaría a pavimentar.
Homófono, su papá, era afín a la música, tanto así que formó parte de la banda municipal. El oído del niño se fue educando, al menos el arte nunca estuvo prohibido en casa.
Simultáneamente, cuando ya era adolescente comenzó a trabajar en una farmacia. Era mensajero y en los ratos libres practicaba con los ruidosos aparatos de su padre.
Su mamá, también pensó que fue buena idea regalarle aquella vieja guitarra eléctrica. No se equivocó. Rigo se abrazó del desgastado instrumento y aprendió a tocarlo.
Antes de terminar de hacerse un adulto Rigoberto Tovar García comenzó a trabajar en las fábricas de Brownsville, cruzando el río Bravo y luego en Houston, Texas, donde pudo desempeñarse en diferentes oficios, tales como sellador de tanques de gas, albañil, redactor de etiquetas de productos de la marca Maybelline, barman en un club nocturno; aseador de letrinas en un campamento de ‘boy scouts’, todo un multiusos.
También fue cuidador de camellos en un zoológico, lijador en un taller de enderezado y pintura, ayudante en una botarga para un parque de diversiones, fabricante de pegamento artesanal, restaurador de billetes dañados y soldador.
Fue éste último oficio el que le provocó un daño irreversible a su vista, desarrollando con el paso de los años retinitis pigmentosa.
CAMINO AL ESTRELLATO
Pero cuando aún predominaban los días alegres, el 31 de diciembre de 1971 un inquieto joven Rigo recibió una invitación del Panamerican Night Club, donde le pedirían que demostrara su talento durante un sábado por la noche con un grupo musical llamado Blue Cornets.
Gracias a los trabajos que desempeñó era bilingüe. Aprendió inglés y lo fue perfeccionando.
En Texas escucharía música como Black Sabbath, Queen, Bee Gees, Villages People, Elton Jhon, Liberace, Liza Minnelli, Boney M y Kiss, aunque seguramente nunca se imaginó que él lograría congregar más personas en sus conciertos que los mismos artistas a los cuales admiraba.
Su tendencia al rock era tal que su forma de vestir también cambiaría para demostrar su pasión por la música, vistiendo pantalones de piel y jeans, llamativas chamarras; se dejó crecer el pelo, se puso arracadas, pulseras y se obsesionó con unas típicas gafas de aviador Ray-Ban.
Mientras laboraba como mesero se le ocurrió formar un conjunto denominado “Trío Recuerdo”, para amenizar a los asistentes de los centros nocturnos.
Fue tanto el éxito que Rigo y sus hermanos, Marco y Silvano, tuvieron que invitaron a Roberto Vázquez y a otros músicos a integrar el grupo tropical Costa Azul, en alusión a los paseos con su primer amor adolescente, Zuleima Sotelo Llamas, quien murió trágicamente en un accidente de tránsito en la ciudad de Tampico.
Se presentaban en el bar “Selva”, donde cada vez empezaron a gozar de mayor popularidad. Fue precisamente en Houston donde el cantante conoció a Juana Torres, la mujer que le dio sus primeros hijos Sarita, Verónica y Rigoberto, quienes forman parte de su lírica al componerle varias de sus canciones.
Además de ser invitada a tocar en fiestas y reuniones, la agrupación comenzó a obtener sus primeros contratos.
Con los ahorros que habían reunido y la venta de unos anillos Rigo Tovar rentó un estudio de grabación para inmortalizar las melodías Rosa Valencia y Río Rebelde.
Fue entonces cuando un visionario ejecutivo de la disquera Novavox (Gapoca), Gastón Ponce Castellanos, lo contrató, ya que le quiso dar una oportunidad para ver el potencial que poseía, cuando grabó su primer disco en 1971.
Ya en ese entonces el joven artista dominaba las interpretaciones de piano, requinto, bajo, acordeón, saxofón, guitarra, timbales, batería, tumbas y güiro, entre otros instrumentos musicales.
La inspiración de Rigoberto fue tal que hasta creó un nuevo ritmo en el que combinó la cumbia utilizando la guitarra eléctrica, el sintetizador y la batería eléctrica, algo que nunca antes se había visto, ya que esos instrumentos sólo eran usados en bandas de rock.
Por este estilo y su creciente popularidad lo titularían como “Hijo predilecto de Sam Houston” y se instituyó el 31 de agosto de 1980 como el “Día de Rigo Tovar” en esa ciudad, a la que años antes llegó necesitado, con una maleta llena de sueños y en busca de salir adelante.
VUELTA A MÉXICO
Costa Azul recibió su primer contrato para tocar en un fin de semana para las multitudes emocionadas de Nuevo Laredo, Tamaulipas y en Ciudad Acuña, Coahuila.
Parte de sus integrantes como Roberto “Beto” Vásquez, no deseaban separarse de Houston, su ciudad, por lo que tomaron la decisión de abandonar el grupo.
Ante eso Rigo, Silvano y Marcos se trasladaron a Matamoros en busca de más integrantes para la banda y no quedar en el olvido. Fue cuando finalmente llegaron Efrén Solís, Ricardo Antonio Rivera López y agregarían a uno de los hermanos menores de la dinastía Tovar, José Ángel “El Manish”.
Una vez añadidos los nuevos miembros, darían por inicio la grabación de su segundo disco “Como será la mujer”, el cual salió a la venta el primero de enero de 1973.
Los locutores Ángel Guadalupe Cárdenas y Austreberto García, de la estación de radio XEMS “Radio Mexicana de Matamoros, Tamaulipas”, fueron los primeros en difundir su legado musical.
Su primera oportunidad en televisión se la dio un conductor de la televisora KBOL. El señor Morales transmitió en un programa de aficionados todos los domingos, invitándolos a presentarse donde las multitudes los recibirían abiertamente.
La música de Rigoberto Tovar llegó a manos de un vendedor de Discos y Cartuchos de México (DCM), quien hizo llegar el material al director de la compañía, Ignacio Morales. Fue este último el que le dio el voto de confianza a su segunda producción y compró a Novavox los derechos de distribución en México de los discos.
En noviembre de 1974 emocionado, Rigo Tovar arribaría a la Ciudad de México, donde le dieron en sus manos su primer Disco de Oro por la venta de 300 mil ejemplares de “Lamento de Amor” y de “Cuando tu cariño” de su reciente álbum “En la cumbre”.
Sin embargo, bajo las circunstancias clínicas de una enfermedad terminal que le quitó la vida a la madre de la estrella musical de Matamoros, Rigo comenzó a proyectar melodías tristes por perder a la persona que más amaba, como “No te vayas”, “Todo por ti”, “Te Quiero Dijiste” y “Triste Navidad” en su quinto Long Play (LP) de su carrera.
Sarita García Barrón falleció el 7 de noviembre y su hijo más famoso quiso homenajearla pidiéndole a su compadre y al guitarrista de Costa Azul, César Alejandro Herrera, que le tatuara una mariposa en representación con una flor verde y amarillo que expresa el inicio de su carrera con la leyenda “Mamá Sarita, jamás te olvidaré XI-VII-MCMLXXIV”.
DE MATAMOROS A EUROPA
Pasaron los años y Rigo tenía más problemas de la vista. Por recomendación del médico viajó a Londres, Inglaterra, para buscar un tratamiento para la retinitis pigmentosa. Lo acompañaron los miembros de Costa Azul, César Alejandro Herrera, Efrén Solís, Max Salazar y Juan Puebla.
Durante ocho meses el vocalista principal se tuvo que someter a dolorosos procedimientos con piquetes de abeja, para intentar mejorar su condición clínica.
No todo fue tan malo, ya que estando ahí Rigoberto aprovechó la oportunidad de perfeccionar el idioma y para escribir las canciones “A caballo”, “En las estepas del Asia Central” y uno de sus famosos instrumentales “El Amanecer”.
En Inglaterra rentó un estudio de grabación, pero no sería uno cualquiera, sino el mismísimo histórico Abbey Road, donde los Beatles grabaron algunos de sus grandes éxitos. Ahí mismo Rigo hizo su séptimo disco “Dos tardes de mi vida”, producción que culminó en Los Ángeles, California.
Recibiendo en cada presentación el amor de sus fans el popular artista participó en numerosas giras y bailes, además de contar con el apoyo de la radio en México y los Estados Unidos, tanto que se convirtió en un fenómeno de ventas, con más de 30 millones de copias.
En la cumbre del éxito Rigo Tovar fue conocido como “Ídolo de las multitudes” y su fama se expandió por todo el continente.
Fue tan popular que en 1979 se esculpió un documental sobre el artista mexicano que fue llevado a la pantalla grande: “Rigo: una confesión total”, el cual fue estrenado a nivel nacional el 24 de mayo de ese año, pero no sólo fue eso, el cantante también se prestaría para filmar tres películas, “Vivir para amar”, “Rigo es amor” y “El gran triunfo”.
REUNIÓ MÁS GENTE QUE EL PAPA
En 1981 el artista matamorense rompió un récord de asistencia para una persona en la ciudad de Monterrey, Nuevo León.
Fue en la zona del río Santa Catarina donde reunió a más de 350 mil admiradores, que incluso se cree que eran 400 mil y hasta medio millón. Los periódicos influyentes de la entidad dijeron que el artista, de manera sorprendente, superó la cantidad de público que congregó el papa Juan Pablo II en el mismo lugar en 1979 y del festival de Rock y Ruedas de Avándaro.
En la cúspide de su carrera artística, y hasta con apariciones en el programa de Siempre en Domingo, estaba triunfando aquella misma persona que diez años antes conseguía dignamente trabajar en los suburbios de Houston por algunos centavos americanos, limpiando letrinas en los campamentos juveniles del movimiento ‘Boy Scouts’, cuyos valores (de ser cortés, social, amable, bondadoso, alegre, servicial y participativo) ya practicaba Rigo.
Ganó tanto dinero que podía darse prácticamente cualquier lujo, como comprarse un Rolls Royce, el cual se trajo desde Inglaterra a México. Desgraciadamente su fortuna económica no pudo anticipar el fallecimiento de sus seres queridos y el deterioro de su salud.
A mediados de los ochenta Rigo Tovar entró en decadencia y a eso se sumó su depresión.
La tragedia nuevamente le persiguió como la sombra de su fama, con la muerte de quien fue su hermano y representante Everardo, durante el terremoto de la Ciudad de México en 1985.
Por si fuera poco entró en adicción con las drogas, al mismo tiempo que fue progresivamente perdiendo la visión. Para colmo, empezó a sufrir de vitíligo, un mal que ataca al pigmento de la piel y también enfermó de la diabetes, por lo que se retiró de los escenarios en 1995.
Una década más tarde la noticia de la muerte de Rigo Tovar, el 27 de marzo de 2005 (dos días antes de su 59 aniversario), sacudió al público mexicano, pero también reunió a una sorprendente cantidad de mujeres con hijos reclamando una parte de su fortuna, que por aquel entonces se dijo era de 11 millones de dólares. El cantautor sufrió un paro cardiorrespiratorio, su cuerpo estaba muy estropeado.
Como última voluntad había pedido que sus cenizas fueran llevadas a una gira por México y después vertidas en la playa Bagdad de Matamoros.
Una estatua de Rigo Tovar fue erigida en su ciudad natal. Algunas pinturas y murales con la imagen del reconocido músico se encuentran también plasmadas en la infraestructura de la localidad fronteriza y con un museo, así como en nomenclaturas de calles y una colonia.
De su vida familiar se sabe que contrajo tres veces nupcias, aunque habría tenido 12 hijos, un número que supersticiosamente ha sido relacionado con el cantante.
Su polémica viuda, Isabel Martínez, cuya mano pidió cuando ella tenía 14 años, no fue la última de sus mujeres. En una entrevista con el periodista Gustavo Adolfo Infante declaró que Rigo Tovar procreó una niña fuera del matrimonio.
Ella misma confesó que lo descubrió con otra mujer en uno de sus apartamentos, pero era tan carismático que cuando regresó para pedirle el divorcio, la enamoró nuevamente y tuvieron a su hijo Carlo, el menor de todos.
Aún así su fama de mujeriego se queda corta comparada con el legado artístico con el que el intérprete matamorense se convirtió en el máximo ídolo de la música tropical y romántica.
De Rigo Tovar también se ha dicho que invirtió su dinero en bienes inmuebles y que fue filántropo.
Murió, pero sus canciones permanecen vigentes. De manera cotidiana siguen siendo sonadas ahora en plataformas digitales y en las tradicionales radiodifusoras en español de varios países.
Basta abordar cualquier ruta del transporte público para eventualmente escuchar melodías como Matamoros Querido, La Sirenita; Mi Amiga, Mi Esposa y Mi Amante; El Testamento, Que Gusto de Volverte a Ver y Rosa Valencia, entre otras. Han sido tantas que difícilmente podría saberse cuántas ocasiones se han sintonizado. Infinidad de veces.
Sin duda Rigo Tovar fue genio y figura, y aunque no hubo sepultura, ni mucho menos un mausoleo donde descansen sus restos, el ídolo tropical sigue en el ambiente.