
Pocos hubiesen imaginado que en agosto de 1966, tras escribir durante dieciocho meses el libro “Cien Años de Soledad”, Gabriel García Márquez no tenía dinero para enviarlo a Argentina a la Editorial Sudamericana de Buenos Aires y mucho menos que su máxima obra literaria se fue en dos partes por falta de recursos económicos.
Tampoco, que tras la muerte del Premio Nobel de Literatura en 1982 el pasado 17 de abril, miles de personas de diversos puntos del país acudirían al homenaje público en el Palacio de Bellas Artes de Ciudad de México, recinto que hasta ahora solamente había sido abierto a creadores mexicanos.
Ni el sol, el calor, la lluvia o las interminables filas, fueron impedimento para que los admiradores del escritor colombiano aguardaran por horas para estar unos segundos frente a sus cenizas colocadas en la plancha de mármol negro.
Desde temprano los alrededores del Palacio de Bellas Artes lucían abarrotados de seguidores del autor de “Amor en tiempos de cólera” y de representantes de medios de comunicación.
Con ramos de rosas amarillas y libros de García Márquez en mano, sus admiradores pasaban el tiempo leyendo y compartiendo opiniones sobre las obras de “Gabito”, fallecido a los 87 años.
La intención de las miles de personas, que permanecieron de cuatro a ocho horas haciendo fila, era honrar a su autor favorito o dejar un ramo de flores amarillas a un metro de la urna que guardaba sus restos.
Escoltados por policías y tránsitos, la familia de García Márquez arribó al Palacio de Bellas Artes pasadas las 16:00 horas de aquel inolvidable 21 de abril portando las cenizas del escritor colombiano para dar inicio al homenaje público.
Bajo las notas de la canción “Macondo” del cantautor mexicano Oscar Chávez (misma que era la favorita de Gabo), su esposa Mercedes Barcha, sus dos hijos Gonzalo y Rodrigo ingresaron al lugar acompañados de la directora del Instituto Nacional de Bellas Artes, María Cristina García Cepeda y Rafael Tovar y de Teresa, presidente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta).
La “Gaba”, como es conocida, sostenía la sencilla urna de madera color caoba que contenía las cenizas del escritor, misma que fue colocada en un pedestal de madera alfombrado por decenas de rosas amarillas, muy significativas para García Márquez, ya que aseguraba, le daban suerte.
Un clásico enviado en dos partes
Con dos minutos de aplausos y porras por parte de cientos de personas que abarrotaron el lobby del Palacio de Bellas Artes recibieron los restos del reconocido autor del “El coronel no tiene quien le escriba”, dando inicio el homenaje.
La comitiva integrada por su familia directa y los representantes de la cultura y las artes montaron la primera de las guardias de honor que se harían a lo largo del evento.
En el recinto una enorme fotografía del colombiano por nacimiento pero mexicano por adopción acompañada de la frase: “La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla” vigilaba a las más de 600 personalidades, entre familiares, amigos, escritores, intelectuales y políticos que ocuparon un lugar al interior del palacio adornado con cientos de rosas amarillas.
Durante horas, miles de mexicanos esperaron su turno bajo el sol y la lluvia, además de desfilar por los arcos metálicos como parte de la revisión de seguridad para poder pasar frente a las cenizas y demostrar sus respetos a los familiares del escritor de “Noticia de un secuestro”.
Una a una las guardias de honor se fueron realizando por personalidades del arte, las letras y el periodismo que portaban una rosa amarilla en la solapa, mientras se escuchaba música de cámara.
Además de las melodías de los violines, se interpretaron algunas piezas de vallenato que tanto gustaba a quien en vida fuera guionista, periodista, editor y escritor.
Miles de personas desfilaron durante tres horas para dejar una ofrenda floral frente a las cenizas de García Márquez.
A las 19:00 horas se cerraron las puertas del Palacio de Bellas Artes para recibir a los mandatarios de México y Colombia, mientras afuera continuaban cientos de admiradores del escritor que siguieron en la fila a pesar de la lluvia.
Hasta las 20:05 horas arribaron el presidente de México, Enrique Peña Nieto acompañado de su homólogo en Colombia, Juan Manuel Santos, ambos acompañados de sus esposas Angélica Rivera de Peña y María Clemencia Rodríguez de los Santos, respectivamente, quienes ofrecieron las condolencias a su viuda Mercedes, sus hijos y nietos.
En el evento protocolario el primero en tomar la palabra fue el presidente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), Rafael Tovar y de Teresa, quien expresó que Macondo es parte de la conversación cotidiana, de los sueños y esperanzas, parte de la cultura popular algo que sólo había logrado Cervantes con el “Quijote”.
Posteriormente el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos aseguró que daba su discurso en nombre de 47 millones de colombianos con el corazón adolorido.
“García Márquez deja un legado de esperanza. Un llamado con Macondo de poder, de amor, justicia, libertad y educación. ‘Gabo’ vivirá para siempre y con gloria eterna a quien más gloria nos ha dado” , refirió Santos.
De la misma forma el presidente de la República, Enrique Peña Nieto resaltó que
Gabo encontró en México su espacio para consagrarse a la literatura.
“Su recuerdo, su literatura y su inspiración estarán con millones de personas entre sus libros. Ha partido un grande pero se queda con nosotros su obra.
‘Gabo’ deja su vocación y guía para muchos escritores. Recibió en vida el amor y cariño sincero de sus lectores, el mayor reconocimiento”, señaló el mandatario ante los cientos de personas presentes en la ceremonia.
Después de leer sus discursos los mandatarios realizaron una guardia de honor junto a las cenizas de “Gabo”, ubicadas en la plancha de mármol negro del máximo recinto cultural de la República Mexicana.
Al exterior del Palacio de Bellas Artes y a pesar de la lluvia, más de mil personas esperaban todavía su turno para ingresar al recinto para ofrecer sus respetos al fallecido literato. Fue hasta después de una hora cuando se retiraron las autoridades, que los organizadores reactivaron el ingreso de los presentes al recinto.
Sin embargo, quienes pudieron entrar en horas de la noche se llevaron una gran decepción debido a que las cenizas de Gabriel García Márquez ya no estaban en el recinto, pues fueron retiradas tras el evento oficial.
Entre gritos y consignas a las 22:00 horas aún había personas afuera del Palacio de Bellas Artes esperando entrar, al tiempo que en la explanada volaron miles de mariposas de papel en color amarillo que lanzaron mediante dos enormes cañones de aire en memoria del grande de la literatura universal.
Un clásico enviado en dos partes
Discurso de Gabriel García Márquez durante el homenaje que recibió en el IV Congreso Internacional de la Lengua Española en el 2007 donde recuerda los problemas económicos que vivió y que lo obligaron a enviar en dos partes el manuscrito de su obra cumbre: “Cien Años de Soledad”.
“Cómo sobrevivimos Mercedes, yo y nuestros dos hijos en el tiempo que no gané ningún centavo. Ni siquiera se como hizo Mercedes durante esos meses para que no faltara la comida en la casa.
“Habíamos resistido a la tentación de los préstamos con interés hasta que nos amarramos el corazón y emprendimos nuestras primeras incursiones al Monte de Piedad después de los alivios efímeros con ciertas cosas menudas, hubo que apelar a las joyas que Mercedes había recibido de su familia a través de los años. El experto de el Monte de Piedad los examinó con un rigor de cirujano. Revisó con su ojo mágico los diamantes de los aretes, las esmeraldas del collar, los rubíes de las sortijas y al final nos gorgoreó con una larga verónica de novillero: todo esto es puro vidrio.
“Debíamos seis meses de renta pero el propietario confió en la palabra de Mercedes, quien le aseguró que en unos meses más nos iría bien y le pagaríamos.
“A principios de agosto de 1966 Mercedes y yo fuimos a la Oficina de Correos de la Ciudad de México para enviar a Buenos Aires, Argentina la edición terminada de “Cien años de soledad” un paquete de 590 cuartillas escritas a máquina a doble espacio y en papel ordinario, dirigidas a Francisco Porrúa, director literario de la Editorial Sudamericana.
“El empleado del correo puso el paquete en la balanza, hizo sus cálculos mentales y dijo: son 82 pesos. Mercedes contó los billetes y las monedas que le quedaban en la cartera y se enfrentó a la realidad sólo teníamos 53 pesos por lo que abrieron el paquete lo dividimos en dos partes iguales y mandamos una a Buenos Aires sin preguntar siquiera como íbamos a conseguir el dinero para mandar el resto.
“Después de un rato caímos en la cuenta de que no habíamos mandado la primera sino la segunda parte. Antes de que consiguiéramos el dinero para mandarla, Paco Porrúa ansioso de leer la primer mitad del libro nos anticipó dinero para que pudiéramos enviarlo”.