
Pánico 5 Bravo es una producción impresentable. Carente del más básico nivel de calidad, no merece ser exhibida en pantalla grande.
En su debut como director y guionista, Kuno Becker comete un enorme fraude, al presentar un remedo de historia, protagonizada por él mismo, que lleva hasta el delirio una situación claustrofóbica inverosímil y absurda.
Becker, quien comanda las acciones, primero invita al espectador para que vea una cinta tensa, con un drama peliagudo de un grupo de paramédicos que se meten en problemas. Es lo que muestra el tráiler.
Sin embargo, lo que enseña es una cinta disparatada, por sus inconsistencias lógicas, que pretende ser seria, sombría y sangrienta, pero que termina por generar carcajadas e indignación, por el guión descoyunturado, con personajes planos que dialogan sin sentido, ni gracia. Y con el propósito aparente de darle nivel, Pánico 5 Bravo es hablada completamente en inglés.
Becker es un socorrista en Arizona que se encuentra de guardia en una de esas tantas noches, a un lado de la línea fronteriza. Están con él su compañero veterano, a punto del retiro, un joven novato y una chica dulce, que desempeña diligentemente el oficio de rescatista.
Repentinamente, en territorio mexicano, ven a un hombre desangrándose y, pese a los problemas diplomáticos y de seguridad que ello implica, deciden auxiliarlo y traerlo a Estados Unidos para su atención médica. ¿Por qué lo hicieron? Pues porque necesitaban ponerle diversión a la noche. Además, si no hubieran tomado esa tonta decisión, no habría película.
En el camino de regreso son interceptados por narcotraficantes que impactan la ambulancia y la dejan tirada.
Han transcurrido unos 20 minutos de película. A partir de ahí, toda la historia se desarrolla en el interior del vehículo averiado. No hay persecuciones, ni luchas. Sólo diálogo que se va apilando, palabra tras palabra, para sofocarlo todo.
En el exterior, los malvados les piden que salgan, como si no pudieran forzarlos a hacerlo. No pueden ingresar por una ventana, ni pueden amenazarlos con una pistola. No. Les ruegan para que dejen la ambulancia, negocian con ellos, reflexionan y bromean.
Los prisioneros, por su parte, comienzan a desesperarse. Hay intercambios rápidos de palabras. Surgen las relevaciones. Ella no es quien decía ser. De todos los heridos de bala de Sonora, ella rescató al que conocía su pasado.
Luego, los malos, con un sorprendente superpoder para hallar mágicamente domicilios en Estados Unidos, secuestrar personas, cruzarlas entre las fronteras, demuestran que pueden utilizar cualquier recurso mefistofélico para conseguir sus fines, en menos de 30 minutos.
En lo que parece ser el desenlace, la acción se vuelve una locura llena de balas, muerte y vísceras. El mafioso que los amenaza, el más imbécil de todos los de su clase, mete la mano a la ambulancia para que le entreguen una codiciada mercancía. La extremidad es retenida adentro y sus compinches desde afuera no pueden hacer nada para que su jefe la recupere.
La lógica está hecha añicos. Si los paramédicos levitaran no sería sorprendente, pues ya todo puede pasar en este presunto drama lleno de giros espectaculares que exigen, demandan, imploran complicidad. Si alguien en el cine, desde su asiento de espectador, pregunta por qué no, los mafiosos, simplemente abren la puerta para sacar a todos a punta de pistola, Becker, en su papel de guionista parece decir: “Silencio, tráguense todo lo que les estoy dando y no cuestionen nada”.
Hay una fotografía decente. Los encuadres y la iluminación fueron elaborados por un conocedor. Pero está pésimamente actuada, comenzando por el protagonista, que no consigue creer lo que está diciendo y experimenta una risible transformación del tipo bueno que salva vidas, al sicópata que se ubica a la altura de sus angustiadores.
El trabajo de maquillaje es deplorable. Con pastas de colorete en la cabeza y en las mejillas, los personajes muestran un aspecto salvaje. Pero la sangre se ve falsa como catsup.
Al final Becker se vuelve una especie de Travis Bickle. Igual que el Taxi Driver hace un rally sanguinario y se queda sentado en espera del juicio final. La cámara scorsesiana recorre el interior de la ambulancia para contemplar lentamente todo el desorden mortal, lleno de cuerpos despedazados, que dejó la aventura transfronteriza.
Pánico 5 Bravo representa un enorme retroceso para el cine mexicano. Su destino, por la calidad mostrada, era el mercado del videohome norteamericano. Pero Becker tuvo el valor y la desfachatez de venderla para su exhibición en cartelera comercial. Es esta una de las peores cintas mexicanas producidas en el nuevo milenio.