
Mortdecai: el artista del engaño, parece un error inexplicable y gigantesco de la caprichosa naturaleza de las preferencias cinematográficas. Cómo es que una gran película, con un extraordinario casting, naufrague terriblemente en medio de una borrasca que comienza con la primera escena y termina hundiendo el gran barco en la última.
Cómo es posible que resulte tan desastrosa una producción en la que estén juntos en pantalla Johnny Depp, Gyneth Paltrow y Ewan McGregor, entre muchos otros grandes actores que entran y salen en la desordenada cinta.
La enorme película visita numerosos países, da saltos entre los continentes, con una superproducción en la que luce durante todo el tiempo Depp en uno más de sus papeles cómicos. Como humorista, el gran actor norteamericano es genial, un derroche de talento y energía en pantalla, pero la historia lo hunde entre situaciones caóticas y desconectadas.
La cinta es una gran comedia con un look setentero y con situaciones que parecen hechas para el humor ingenuo de esa época. Pero se ve que únicamente se divierten en ella quienes participaron como actores.
La historia es sencilla: Depp es Mortdecai, un experto en arte que se involucra obligadamente en una trama para encontrar una valiosa pintura robada que guiará a quien la posea a descubrir un valioso secreto que se oculta en forma de clave en su interior.
La premisa, conocidísima, se vuelve en un pequeño pretexto para ver a Depp haciendo caras. Se comprueba que el actor es realmente formidable, lleno de espontaneidad. Su sola presencia provoca risa, pero sólo porque es él. La trama no le ayuda para nada.
Está a su lado Paltrow, como la glamorosa esposa que se siente asqueada del horrible bigote rococó de su marido y se lo demuestra de manera permanente. Paul Bettany quizás represente el mejor papel, como el protector de Depp, propenso a las relaciones intensas y breves, y con una fidelidad violenta de matón, al servicio de su amigo y jefe.
McGregor es el policía enamorado de Paltrow que obliga al estafador a meterse a la investigación pues, además de ser un rufián, sabe que es un gran conocedor del arte. Desde sus conocimientos de timador, nadie puede ayudar más a la ley.
La comedia falla miserablemente, pues ni una sola situación realmente divertida. El director David Koepp hace una cinta inaceptablemente sosa, en un universo colorido y lleno de glamour. Mortdecai hace mucha comedia física. Depp es como el pirata Jack Sparrow, pero en su variación de cínico socialité.
Hay intriga, persecuciones, acción balazos, con policías y ladrones de diversas nacionalidades y con acentos exóticos, pero toda la violencia y las gracejadas desfilan descontroladas en un torrente de imágenes que no se complementan y hacen que todo el discurso divertido se convierta en un gran amasijo deforme de inexistente sabor.
Así como es genial, el actor se apunta sonados fracasos de producciones mayúsculas, como El llanero solitario y El Turista.
Mortdecai es un enorme fiasco.