
Una Aventura Extraordinaria brilla por todos lados.
A la propuesta ficcional insólita, hay que añadirle una técnica impecable, para hacer una pieza de orfebrería india, suntuosa y delicada.
Ang Lee sorprendió al mundo con una historia épica llena de magia, dividida en dos episodios que se van a los extremos, con un inicio dulce y un cierre atroz.
Pero lo hace con un relato que es como un cuento de hadas, un episodio mitológico y ancestral, que sin embargo, contiene elementos bastante reales, en lugares identificables de una época cercana.
Hay mucho de Lee en Una Aventura Extraordinaria. Lleva la acción a un escenario inusual y donde un grupo de personas, en este caso un humano y un animal, deben encontrar sus coincidencias para armonizar. Y en el trayecto, los involucrados deben pagar un precio muy elevado.
Hay mucho de efectos digitales en la hermosa producción, pero también hay mucho corazón interpretativo aportado por el debutante Suraj Sharma, en el papel de Pi adolescente enfrentando la más dura prueba de su vida.
El taiwanés ya había ingresado al mercado internacional desde hace muchos años, cuando hizo la laureada El Banquete de Bodas, la tierna Sensatez y Sentimientos, la asombrosa El Tigre y el Dragón, la hollywoodense fallida Hulk y la controversial Secreto en la Montaña.
Pero ahora se adentra en un nuevo territorio con la aventura de un niño, convertido en adolescente y después en hombre, que ha llevado una existencia excepcional.
Basada en la novela La Vida de Pi, de Yann Martel, la cinta relata los momentos más intensos en la vida de un chico integrante de una familia dedicada al cuidado de un zoológico de su propiedad.
Lee avanza durante el primer largo episodio por la vida infantil del chico, narrada en retrospectiva por él mismo, en su etapa adulta. Ya se sabe lo que va a ocurrir en medio. La publicidad, los anuncios, no lo ocultan. Pero Lee conduce la acción suavemente en espera de que ocurra el giro que llega ya avanzada la cinta. Pero no hay falla en ello.
Pi tiene que emprender con su familia un largo viaje por el Océano Pacífico, junto con los animales que venderán en Canadá. Hasta que ocurre un desastre en altamar y el muchacho queda atrapado en un bote salvavidas con un orangután, una cebra, una hiena y un enorme tigre de bengala.
La situación es insoportable y prácticamente infilmable. ¿Cómo puede hacer un cineasta, que puedan coexistir en una historia verosímil tales animales, dentro de un bote de cinco metros de calado?
Lee lo resolvió con un tigre digitalmente creado en la mayoría de las escenas, en las que tiene que interactuar con el atribulado jovenzuelo que no sólo enfrenta a la fiera, sino a toda la naturaleza desatada en poderosos tifones que una y otra vez amenazan con aniquilarlo.
El subtexto religioso, es necesario en una historia narrada por un hombre de fe, que está seguro que su tragedia es una prueba divina.
Pero más allá de la conceptualización filosófica, permanente en el cuento, está la sorprendente interpretación del joven atrapado en su miseria. Está solo en el mundo, o mejor dicho, en el océano. Tiene como compañero a un enorme felino que lo quiere devorar y allá en el fondo, yace lo que era su vida, siniestrada junto con el barco de su desventura.
Sharma es el dolor personificado, mezclado con una juvenil determinación para permanecer vivo, aferrado al bote salvador hasta el último aliento. Su angustiosa actuación es lo mejor que contiene la cinta.
Una Aventura extraordinaria es una película llena de aventuras, en el sentido más tradicional del género, pero con una historia que es ya un clásico moderno. Es tan atrevida la propuesta como su filmación. Lee consiguió meter en esa pequeña nave interpretaciones, geniales efectos digitales, una maravillosa fotografía y una tierna musicalización que acompaña a los náufragos en su insólita travesía.
Una Aventura Extraordinaria es una lección de cine: enseña que todo puede ser filmado si se invierte en ello gracia, talento e imaginación.
Y es para toda la familia.