
Como ocurre con otras cintas que son realitys, The Maze Runner: Corre o Muere, se esfuerza, desesperadamente, por darle un giro a una fórmula que tiene años agonizando, aunque todavía genera taquilla.
Igual que en Los juegos del hambre, Divergente, y otras cintas que explotan el ya cansado juego de los espectáculos de realidad, captados por morbosos voyeurs, éste involucra a un grupo de adolescentes adultos o adultos adolescentes que despiertan, un día, en medio de una fortaleza cerrada, de la que no deben escapar. Si lo intentan, perecen.
Los muchachos viven en una paz confortable, dentro de su resignado aislamiento, hasta que llega un nuevo inquilino a alterar sus vidas.
The Maze Runner se convierte en un cruce de El señor de las moscas y Divergente, donde los muchachos movidos por la necesidad de supervivencia y el miedo, se esmeran por sobrevivir mediante una férrea estructura de control interno.
Hay escalafones, asignación de tareas, mandos y subordinaciones. La estructura social con asignaciones políticas, es ejemplar.
Lo interesante es que los jóvenes llegan a ese lugar sin memoria y tienen que reconstruir su pasado en base a recuerdos que les llegan como ráfagas.
El novato es el que destruye todo, dándoles esperanza, pero a un precio muy alto.
Dylan O’Brien ofrece una aceptable interpretación como galán intrépido, aunque escurre vanidad en cada escena y, evidentemente, actúa para sus fans adolescentes. Los demás acompañantes son comparsas que tienen muy poca participación.
La cinta peca de repetitiva. No sólo clona la receta de otras predecesoras. Al interior se cicla en una serie de situaciones que le impiden avanzar. Hay una serie de situaciones de riesgo de los chicos, pero el drama permanece estático.
En los mejores momentos, los muchachos se adentran al laberinto y son acechados por presencias malvadas que les auguran muerte. Las persecuciones son emocionantes pero al terminar cada escena, las preguntas se van acumulando.
Lo que inicialmente parece una propuesta enigmática, pronto se vuelve una cansada sucesión de cacerías, que hacen sospechar de un final con más interrogantes.
Y los pronósticos se cumplen. Los muchachos por fin consiguen progresar en sus propósitos, pero conforme se aproxima la escena culminante, se acaba el tiempo para ofrecer respuestas. Aunque hay emocionantes secuencias de acción y violencia, no se sabe de qué se trata todo ese asunto del laberinto y los recuerdos.
Termina la historia y permanece un epílogo que mueve a la irritación, pues la película fue solamente un gancho para los incautos. Cuando apenas comienzan a ser revelados los misterios, se deja un mensaje de que la historia continuará.
The Maze Runner, en esta primera parte, queda a deber.