Seth Rogen vuelve a dar la nota aprobatoria con Malos Vecinos.
La comedia de humor adulto es una exhibición de situaciones incómodas, tensas y festivas, que mueven a reflexionar en el paso del tiempo y en los puntos de vista encontrados que hay entre los adultos y los jóvenes.
Los extremos se tocan. Rogen con Rose Byrne, un matrimonio joven que batalla para despegarse de sus antiguas costumbres adolescentes. Los esposos se resisten a crecer y, aunque tienen una bebé, se esmeran por mantener el trajín que llevaban de solteros.
Sufren la maldición de la madurez. Se encuentran atrapados en los deberes y deben sacrificar su propia diversión para mantener cohesionada a la familia.
En ese doloroso proceso se encuentran cuando un mal día, se muda a la casa de al lado una fraternidad estudiantil liderada por el cada vez más desinhibido y mejor actor Zac Efron, excelentemente seleccionado para el papel.
El joven, conocido por sus actuaciones de adolescente en dramas juveniles, y como cantante pop para niñas, ya creció, y aquí enfrenta uno de sus grandes retos en pantalla grande.
Rogen y Efron hacen una pareja genial como vecinos en disputa.
Luego de un intento de acercamiento, terminan distanciados y en pugna, lo que los mueve a sabotearse recíprocamente en una escalada que augura un desenlace funesto.
El tema es genuino y universalmente conocido. Todos en esta vida han tenido un vecino indeseable. La situación ha sido muy tratada en la ficción, pero estos tipos le aportan una dosis de pimienta extra. Los guionistas Andrew J. Cohen y Brendan O’Brien escriben una cinta que se ajusta a los cánones de Rogen, para que comande una historia que él mismo pudo haber creado.
Hay toneladas de chistes sexuales y de situaciones de adultos, con la necesaria dosis de humor escatológico, que parece una condición ineludible en las comedias del nuevo milenio.
Las situaciones incómodas se suceden en una seguida interminable. Los esposos visitan cada uno de los clichés de la pareja inmadura voluntaria y se muestran ante la cámara dolorosamente tontos. Son adultos, pero no entienden la dimensión de los actos, ni las consecuencias de sus atrevimientos. Suponen, como niños, que con el sólo hecho de verbalizar sus planes, expresándoselos mutuamente con acentos convincentes, podrán materializarlos en la realidad. Los hechos los contradicen y los fuerzan a madurar, a crecer y a evolucionar como personas.
Efron es brillante, como el jefe de la fraternidad. Es el líder de la manada, un hombre apuesto, inteligente y decidido, anhelante de inscribir sus parrandas en el salón de la fama de las fiestas universitarias.
Pero hay algo inquietante en él. Le declara la guerra al vecino y trata de fastidiarlo, pero sabiendo que, de alguna forma inconsciente, quisiera ser como él. Reflexiona que, tal vez, no es tan aburrido, tener un hogar.
El joven entiende, a través de un duro aprendizaje, que las francachelas universitarias son una mera ilusión. Que los jóvenes no pueden vivir en veladas sin fin de alcohol y enervantes. Que tienen qué estudiar y que no necesitan ser felices suponiendo que deben emular las hazañas imbéciles de sus predecesores, que hicieron festejos legendarios que deben ser superados.
Malos vecinos es una comedia llena de risas, pero con una atronadora enseñanza. Los adultos deben encontrar su lugar en el mundo y dejar con donaire el desenfreno juvenil, y los muchachos deben saber que si no se comprometen con la escuela y las obligaciones, si toman cerveza de más, pueden colocar su futuro en el cubo de la basura.