
En su debut detrás de cámara Russell Crowe se arriesgó con una producción grande y compleja.
En Esperanza de Vida, el laureado actor de Gladiador, decidió presentarse como protagonista en una historia épica ubicada en la Primera Guerra Mundial, durante la cruenta batalla de Gallipoli, Turquía.
Al homenajear a su pueblo y su gente, el australiano representó uno de los episodios más sanguinarios de los registros bélicos de la humanidad en el que miles de personas murieron en el nombre del rey y de Dios, en los bandos que buscaban expandir el imperio y los que pretendían defender su tierra.
El relato comienza con una escena de guerra, que luego continúa en un salto en el tiempo a miles de kilómetros de distancia.
Lo que parece ser un complejo rompecabezas separado por épocas, lentamente se va ensamblando en una historia conmovedora de un padre que ha perdido en la guerra a tres hijos varones y no sabe cómo consolar a su esposa de la terrible pérdida de los vástagos.
Las circunstancias llevan al hombre a no tener nada más en la vida qué perder, por lo que emprende una búsqueda que parece imposible: encontrar a los muchachos que aparentemente fueron echados en una fosa común, junto con millares de camaradas caídos años atrás.
El hombre tiene como oficio encontrar agua en el subsuelo del desierto con una varita por lo que su habilidad puede ayudarle en su descomunal propósito.
Como director, Crowe se ve diestro en el manejo de escenarios complicados, como es el de las grandes escenas. Ayudado por un equipo técnico experto, crea bellas imágenes de amaneceres y noches en la llanura. La cámara dramática hace acercamientos tímidos al rostro en los momentos de mayor tensión. El director comienza a desarrollar su estilo.
Desafortunadamente, el inicio fuerte se queda en un viaje trunco cuando la historia da un giro para incorporar una historia de amor que ocupa toda la atención y que adiciona algunos elementos de ligera cursilería cliché. Luego, comienza la búsqueda desesperada, que convierte, lo que es el viaje desgarrador de un padre que tiene destruida su familia, en una historia de aventuras.
El buen granjero mantiene una esperanza microscópica de encontrar a sus hijos, sin saber que una sorpresa mayor le espera en el camino. Pero Crowe elige el camino de la acción y las balas. Los personajes que son seres sin destino metidos en un escenario de guerra, pronto se vuelven personajes de acción, que sortean numerosos peligros para ayudar al noble y obstinado extranjero.
El director protagonista se ve muy a gusto frente a la cámara, haciendo un papel de pocas variantes, del hombre regordete y noble. Y mejor se siente cuando hay que soltar puñetazos y enfrentar a enemigos mortales.
La lección de historia y guerra se vuelve ocasión para que surjan las aventuras con lluvia de balas y héroes inesperados. Para completar los pedazos finales de la anécdota, se muestran episodios rápidos de escasa justificación, hasta un final satisfactorio, pero carente de emoción.
La dama de la historia es la bella Olga Kurylenko, una imposible dependienta de casa de huéspedes, afectada completamente por el recato, pero con una mirada seductora de casta pecadora, con poses de modelo en pasarela, aunque vista con sencilla ropa de diario.
Esperanza de Vida es un intento plausible de Russel Crowe detrás de cámara. Se agradece que haya presentado una cinta épica de digna factura.