
En el juego de realidades disfrazadas, Perdida muestra una serie de personajes que parecen alejados de la realidad, extraviados, inmiscuidos en situaciones que los afectan mental y anímicamente, a niveles clínicos.
David Fincher demuestra que es capaz de enderezar y llevar con interés una producción que no implica efectos digitales. Aunque Ben Affleck es el que carga con la historia, su gran personaje es Rosamund Pike.
La pareja avanza a lo largo de un drama de superficie rosa, debajo de la cual hay una tenebrosa profundidad, con un secreto celosamente guardado. La única privacidad que existe actualmente está al interior de la cabeza, y ahí es donde residen las intenciones de los dos, que lentamente se van revelando.
Perdida es una tensa historia llena de giros que inicia con la presentación de un sueño hecho realidad. Una pareja de adultos
jóvenes apuestos, lleva una vida glamorosa de clase media alta. El es escritor, ella hija de padres autores también.
Un día como cualquier otro la mujer de-
saparece y el hombre es el principal sospechoso de esa ausencia. ¿La habrá matado? ¿Se deshizo del cadáver? ¿Qué ha ocurrido con la chica angelical?
Affleck, pasado de peso, como lo demanda el papel, es el marido afectado, que está al borde de la sospecha. Aunque es en sociedad un tipo modelo, guarda algunas culpas en el armario. La policía interviene y las evidencias se amontonan para incriminarlo en lo que parece ser, evidentemente, un crimen.
A la mitad de la historia, Fincher da un vuelco espectacular y coloca al mundo de cabeza. Hay una sacudida, un plan siniestro que puede ocurrir únicamente en la ficción, pero que está muy bien descrito y planeado con verosimilitud.
Hay que reconstruir la historia desde el inicio y recordar los detalles. El viaje es extenuante, pero recompensa. Las actuaciones impecables de la pareja ofrecen un espec-
táculo en sí. Pike, con su cara de ratón inocente, enfrenta el reto mayor de su carrera e impresiona como la esposa aparentemente feliz, que debe lidiar con el abismo que le depara una vida abúlica. O eso parece.
Perdida es un thriller glamoroso, pero también una queja panfletaria sobre los medios de comunicación, portadores de la basura que a diario inunda la televisión. El caso de la desaparición es nota nacional y la vida de Affleck se convierte un circo. Ridículamente, debe entrar a escondidas a su vivienda, para que los periodistas carroñeros no terminen por devorarlo.
Los noticiarios, talk shows, coberturas informativas y demás entes amorfos que impulsan la difusión de los eventos noticiosos, son un enorme cliché, en el que se ocupan de manipular obscenamente la verdad, en nombre del dios rating.
La música es excepcional. Los acordes, mitad score, mitad sonidos incidentales, generan una crispación incómoda. Trent Reznor y Atticus Ross se apuntan un campanazo genial con la ambientación, al mezclar tiernos acordes de cuento de hadas con entonaciones gruesas, pesadillezcas, en situaciones de violencia física y emocional.
Tal vez, el mayor pecado de Perdida, es que su gran giro ocurre a la mitad. Pero es, al mismo tiempo, su gran acierto, pues aunque parece que el drama se cae, se relanza con ímpetu hasta llegar a un final irónico, como una mascarada.
Los medios de comunicación terminan de despedazar, como jauría de hienas, a un grupo de personas que enfrentaron un problema desgarrador y que deben cerrar el círculo informativo con una grosera exhibición para deleite del público y negocio de las cadenas de TV.
Perdida es un drama serio y de temática amarga.