De todos los personajes que desfilaron el año pasado en la pantalla, el mejor de todos fue el del asesino Antón Chigurh, interpretado por Javier Bardem.
En el drama de acción Sin lugar para los débiles (No country for old men), Antón aterrorizó las pantallas como la representación del mal omnipresente e indestructible, una mezcla de Hannibal Lecter y Terminator. Fue, la suya, una actuación portentosa, digna de su gloria.
La Academia le hizo justicia Bardem en la edición 80 del Oscar, celebrada en el Teatro Kodak de Los Angeles el pasado 24 de febrero.
El recio galán se convirtió en el primer español en ganar una estatuilla en el rubro histriónico al llevarse el premio como intérprete de reparto. Fue parte de la noche dorada de Sin Lugar para los Débiles, que se llevó los honores en la categoría mayor.
Por su parte, México pasó desapercibido. A diferencia del año pasado, cuando Babel y El laberinto del fauno llamaron la atención como producciones nacionales (que no lo eran), en esta ocasión el mariachi no fue requerido.
OSCAR, ENAMORADO DE EXTRANJEROS
La Academia no acostumbra premiar películas de violencia, pero en esta ocasión distinguió al film de los Hermanos Coen por ser el que más llamó la atención el año pasado.
Hubo en, Sin lugar para los débiles, una interesante mezcla de talentos. El cazador Josh Brolin encuentra un millonario botín abandonado en el desierto. Imprudente, regresa a la escena del crimen y es encontrado por los dueños del dinero.
Comienza la persecución. Bardem, como un psicópata despiadado e implacable, elimina hasta a las lagartijas que se cruzan en su camino. Tommy Lee Jones, como el cansado sheriff del pueblo, les sigue la pista, resignado a observar la sangre que será derramada por el dinero sucio.
Pero hubo una muy buena coordinación del esfuerzo histriónico. Ethan y Joel, quienes parecen entenderse a la perfección como siameses separados, se llevaron al alimón el trofeo de mejor director y mejor guión adaptado, por su trabajo sobre el libro No country for old men, de Cormak McCarthy.
Hubo otras dos cintas que amenazaban con ensombrecerla. Expiación, deseo y pecado reunía los requisitos para cantar victoria. Dirigida por Joe Wright, es una épica sobre un amor trágico en tiempos de guerra, con un reparto excepcional y suficiente sofisticación de producción para apuntarse como favorita.
La cinta es tan desgarradora como el peso de una culpa que se lleva por años. James McAvoy, el pobre criado de la casa enamorado de la chica rica, pasó penurias indecibles por el crimen que no cometió. Su acusadora, la pequeña Saorise Ronan, llevó la perversión infantil a niveles indecibles, gracias a los cuales se agenció una nominación.
Al final, Expiación, deseo y pecado se tuvo qué conformar con una bien ganada estatuilla, por música original de Dario Marianelli. Otra que también pujó fuerte fue Petróleo sangriento, de Paul Thomas Anderson. El director tiene cartas credenciales sólidas. Es, quizá, el único caso de un realizador con un récord invicto de películas. Todas han sido alabadas por la crítica.
Pero el cuento del gambusino americano que encontró petróleo por accidente no fue suficientemente atractivo. Quizás era una película demasiado siniestra para ser laureada.
Con justicia, Daniel Day-Lewis consiguió el galardón como protagónico. Representó con malicia efervescente la pasión por el triunfo aunada a la mezquindad y la inopia moral. El inglés obtuvo así su segundo galardón y derrotó a otro favorito, Johnny Depp, quien se candidateaba con Sweeney Todd, el Barbero demoniaco de la calle Fleet, un musical extravagante con etiqueta de Tim Burton.
Michael Clayton, el drama de abogados protagonizado por George Clooney, tuvo un tibio recibimiento del público pero entusiasta respaldo de la crítica. Una trama espesa, entre cabildeos y litigantes mezquinos, hizo de esta la cinta menos emotiva y candidata perdedora de inicio.
El honor de esta producción lo rescató la inglesa Tilda Swinton, con el Oscar femenino de reparto en el rol de la arpía en traje sastre dispuesta a absolutamente todo por el bien de la firma. Convenció al jurado en la escena del desenlace, cuando se le doblan las piernas y cae sentada en la alfombra, percibiendo, por vez primera el peso de sus atrocidades.
Juno: Crecer, correr y tropezar, cumplió con la cuota de las nominaciones independientes. A la Academia también le gusta sonreírle a las películas pequeñas a las que nunca les da el premio mayor, pero las consuela con otras categorías menos vistosas, como la de guión original.
La ex desnudista metida a libretista, Diablo Cody, hizo un gran trabajo con el drama de la adolescente embarazada que, en una muestra de madurez, decide regalar en adopción a su bebé. Juno, interpretada por Ellen Page, se vio simpática y consiguió su nominación por rol protagónico. Mereció aplausos y obtuvo sólo eso.
La desconocida Marion Cottillard fue una de las sorpresas de la noche. En la cinta La vida en rosa, la francesa interpretó la trágica vida de su compatriota Edith Piaff y se impuso a la favorita Cate Blanchett, que repitió nominación (y derrota) con Elizabeth: La edad de oro.
En la recientemente creada categoría de largometraje animado no hubo sorpresas. Ratatouille (en la noche de la premiación aprendimos que se pronuncia “Ratatuí”) fue la ganadora. La historia del chef parisino asesorado por una amistosa (y asquerosa) rata con sueños de grandeza, derrotó fácilmente a Los reyes de las olas y Persépolis.
Después de Sin lugar para los débiles, que obtuvo cuatro galardones, la segunda gran ganadora fue Bourne: El ultimátum. La Academia creó premios para logros técnicos como una manera de indemnizar al equipo de producción del anonimato al que está siempre condenado. La historia del superespía amnésico interpretado por Matt Damon, que vaga por el mundo en busca de su personalidad, fue reconocida por edición, edición de sonido y mezcla de sonido.
Hubo buenas películas en esta edición del Oscar, aunque no una triunfadora rotunda. Habrá que esperar al año que viene. Por ahí ya comienza a apuntarse, para llamar la atención de la Academia, Párpados azules, estelarizada por Cecilia Suárez. Habrá qué verla en el estreno.