
El sorprendente Hombre Araña está de vuelta con un paquete de aventuras que son nuevas, pero, al mismo tiempo, las mismas.
El giro que le ha dado el director Marc Webb, con una propuesta más estilizada y un personaje mucho más humorístico, ha proporcionado frescura a una serie que, con el paso de los años, ha demostrado su invulnerabilidad y sigue siendo un producto extremadamente rentable para Marvel Comics.
Aunque no haya variación sustancial, con respecto a sus predecesoras.
Esta secuela, de la enésima versión de Spiderman, el vigilante que vive conflictuado entre su mísera vida, los traumas de la niñez, ahora busca el amor en una relación tormentosa con Gwen Stacey, que suplió a su malograda ex Mary Jane Watson.
El romance es un delicioso dulce que proporciona toneladas de diversión, mediante una trama telenovelera bien elaborada.
Aunque hay nuevos villanos que acechan la ciudad y la seguridad del héroe, en SM2 lo que importa es el amor. Peter Parker no ha aprendido nada con el paso de los años, porque nunca ha crecido. Una y otra vez es presentado como un veinteañero que ha madurado en asuntos del corazón y termina, siempre, enredado en su propia telaraña de confusión.
Andrew Garfield es perfecto como Parker, como también lo fue, en el momento de resucitar la franquicia, Tobey Maguire. El nuevo arácnido es un tipo vulnerable, romántico y apocado, cuando circula como un civil y se encuentra con Gwen, interpretada por Emma Stone, la princesa del pop cinematográfico, que comienza a tener tanta exposición como la tuvo Julia Roberts, hace tres décadas.
Pero la serie es de acción y aventuras, así que es necesario incluir una colección de villanos sin brillo mayor, para hacer emoción en medio del romance.
Toca el turno, en la galería de malvados, a Jamie Foxx, que está adecuadamente seleccionado en su papel de Electro. El nuevo malvado es muy bueno en lo individual, porque, en lo colectivo, para ser enemigo de Spiderman 2, nació con fórceps.
Foxx es maravilloso. Representa a un apestoso resentido social, un ser anónimo que por accidente se convierte en un monstruo cargado de energía eléctrica. Con su poder recién adquirido pasa, en segundos, de ser un paria a convertirse en un engendro prepotente. Su venganza es contra el mundo que nunca se ocupó de él. La caricatura interpretada por Foxx es genial.
Hace equipo en la liga del mal con Harry Osborn, el joven magnate que mantiene una relación de amor odio en un nivel fraternal con su amigo Parker, a quien rechaza y necesita simultáneamente.
El personaje es ya conocido por los fans del cómic, quienes anticipan que se convertirá en el malvado Duende Verde, Némesis del arácnido.
Hay, como se espera, confrontaciones públicas que anticipan explosiones, caos, sobresaltos multitudinarios. Spider Man, pese a todo, es el que manda. El chico se transforma de Jeckyl a Hyde cuando se coloca el antifaz. Es otro, un ser egocéntrico, bromista, casi un payaso, confiado y fanfarrón por sus poderes sobrenaturales que lo protegen de la muerte.
SM2 es una proeza de efectos. Webb, surgido de las filas del video, hace una impresionante composición de imágenes. Con la magia digital recrea tomas subjetivas de la cámara Go Pro, que captan el movimiento vertiginoso del saltimbanqui en leotardo, que se balancea entre los edificios pendiente de una poderosa telaraña.
Pero, en un refinamiento mayor, en los momentos de tensión sublime, detiene la escena y hace movimientos de Bullet Time, para hacer una descripción detectivesca de una escena que implica movimientos rapidísimos. Se agradece el intento exitoso por aportarle mayor dulzura a una historia ya bastante conocida.
Y ya viene la tercera parte con Rino, interpretado por el maestro Paul Giamatti.
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