
ParaNorman enternece y perturba.
Norman es un chico diferente. Sus compañeros de escuela le rehuyen y lo estigmatizan por que no es como todos ellos. En el fondo le temen porque tiene un poder que lo convierte en un apestado. Norman puede comunicarse con los muertos.
Sus padres lo tildan de loco y sus compañeros de pupitre sienten que es anormal.
En el fondo el niño sufre por ese poder maldito, que para cualquiera podría pasar como un don genial.
En su discurso, ParaNorman refleja los tiempos modernos marcados por la irracionalidad y por la sevicia. Un ligero aroma a originalidad es peligroso, cualquier intento por romper con los cánones debe ser inmediatamente sofocado.
Norman es un niño pacífico y quiere permanecer aislado, pero el mismo entorno se ocupa de involucrarlo en problemas que le son ajenos. No se siente cómodo con su peculiaridad.
ParaNorman – que en el título refiere lo paranormal- es un grito contra la discriminación. El chico vive en un pueblo pequeño, que puede ser la aldea global. Es víctima de la incomprensión en un pueblo que festeja anualmente la antigua ejecución de una bruja. Hay una celebración en torno a la pena capital que ejercieron sus antepasados. La inocencia suele ser origen de tragedias.
Hasta que el hechizo cobra vida y es el niño fenómeno el que debe salvar a todos. Los lugareños desconfiados y xenófobos son culpables de sus males. Repentinamente los muertos salen de sus tumbas y los zombies pueblan la tierra.
El cliché indica que los cadáveres ambulantes quieren aniquilar a los vivos. Pero aquí es necesario recapitular la leyenda, porque en una comunidad que se espanta cuando ve algo diferente, lo que es visualmente desagradable implica algo oscuro, incomprensible y reprochable. E repudia lo que no se conoce.
La cinta dirigida por Chris Butler y Sam Fell busca prevenir la discriminación y lo hace de una manera desapartada de la tradición. El modelo de animación es con representaciones tridimensionales asimétricas, con movimiento stop motion, muy alejadas del suntuoso despliegue técnico de Pixar o de DreamWorks, líderes del mercado.
Norman tiene las orejas cortadas a tijeretazos y las pupilas de borde irregular. Pero en los detalles, las intenciones y la historia, los personajes actúan como personas o, más que eso, como animaciones muy humanas.
Norman está rodeado de estereotipos: el muchacho bobo y atlético, la adolescente superficial, los padres distraídos, y el amigo obeso y fiel. Juntos generan un ambiente perfecto para denunciar la inoperancia del mundo rígido en el que se desenvuelve todo. La falta de ambiciones, la inmovilidad en las acciones y las ideas, pueden generar comodidad, pero nunca progreso.
Para liberarse de los atavismos, el muchacho debe enfrentar, primero, a todo el pueblo, y después a la acechanza que los a aterrorizado.
Los directores decidieron incluir un desenlace inquietante para las mentes infantiles. En la confrontación con las fuerzas del más allá, Norman encuentra un secreto cruel y angustioso, difícil de digerir para los niños.
En ese pasaje, se exponen elementos propios de discusión y análisis como el homicidio, la muerte prematura y hasta el linchamiento.
Al final, Norman da una lección de vida e invita al perdón como salida hacia la reconciliación. En el nombre de la religión y de la ley han sido cometidas numerosas injusticias. Pero aún sus perpetradores, merecen tolerancia cristiana.
ParaNorman es una cinta divertida e inteligente, pero puede resultar incómoda para los papás y amarga para los pequeños.
Este es el segundo film producido por la compañía Laika, después de la joya de animación Coraline.