
El médico e investigador Jesús Sifuentes Guerrero, en su faceta como escritor y miembro de la Sociedad de Historia de Reynosa, trabaja en la edición de un libro sobre la vida de su abuelo materno, Sebastián Arroyo Cruz, quien en su autobiografía hace un compendio del acontecer bélico de la época; de su cambio de nombre –por la persecución del gobierno–, y cómo eran el estilo de vida, los refranes y chistes a finales de los años 20.
Como un tesoro en el que ha trabajado durante varios años, el anatomopatólogo de profesión y ensayista por afición, Jesús Sifuentes Guerrero, describirá en su más reciente trabajo una recopilación de vivencias cotidianas del México post-revolucionario contadas de primera mano por su abuelo materno, quien participó en la Guerra de los Cristeros, un conflicto armado que se prolongó desde el año 1926 a 1929 entre el gobierno del presidente Plutarco Elías Calles y las milicias de laicos religiosos.
La obra, que se encuentra a un tercio de ser completada, anticipa detalles muy concretos sobre este acontecimiento, del mismo modo que comparte detalles de la vida común de un cristero, Sebastián Arroyo Cruz, quien tuvo el tino de escribir sucesos, frases y anécdotas que hoy dan un mejor entendimiento acerca de los guerrilleros y su entorno, década de los años 20, cuando el país estaba sumergido en una época de agitación política, social, económica, religiosa y cultural.
Sifuentes Guerrero, quien es especialista en anatomía patológica por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y médico general por la Universidad Juárez del Estado de Durango, tiene en su haber varios libros y artículos de medicina e historia, entre los que destacan más de 40 trabajos publicados, pero el de los cristeros es el primero en su tipo en el que colabora.
Ha sido presidente y es el actual secretario de la Sociedad de Historia de Reynosa, donde ha tenido la oportunidad de divulgar parte de su literatura y ponencias.
Sentado frente a la computadora –donde manifiesta que tiene millones de archivos, entre documentos, textos, diapositivas y estudios– comparte algunas páginas del libro que llevará el nombre de “Un capitán cristero, arriero y varillero, Sebastián Arroyo Cruz, autobiografía”.
En su haber posee el escrito original en papel fino bond con las memorias de su abuelo, debidamente digitalizado, en cuya portada destaca una frase muy común de principios del siglo XX: “Si este libro se perdiere como suele suceder, le suplico al que lo encuentre que lo sepa devolver. Si es de uña larga y poco entendimiento, que se acuerde del séptimo mandamiento…”
REVIVIR RAiCES
El entrevistado enarbola la cercanía que tuvo con el hombre de quien hace referencia, muy aficionado como él a la escritura y la lectura, algo que considera es herencia familiar.
“A mi abuelo Sebastián Arroyo Cruz lo recuerdo por miles de cosas, y aquí hago la presentación con refranes del hablar mexicano en el Siglo XX. Mi bibliografía consta de 300 libros de lo que estoy escribiendo.
“Aquí está lo que él redactó y yo lo paleografié. Lo traduje por así decirlo entre comillas, con puntos y comas, porque antes en el lenguaje de hace 120 años a las personas les gustaba escribir muy seguido, párrafos de casi dos o tres páginas, sin signos de puntuación. A veces metían puntos y comas donde ellos querían y mayúsculas donde querían recalcar alguna cosa”, relata.
Llama la atención que las hojas originales poseen una presentación muy precisa y una bien ejecutada letra manuscrita que facilita su entendimiento. El documento comienza con una serie de refranes escritos en más de treinta páginas, con alrededor de 300 dichos, chistes y versos de esa época.
Y en la autobiografía vienen relatos bélicos y en todos los hechos en los que participó durante esos tres años de la primer guerra cristera. En la segunda ya no fue partícipe.
“Para que la gente sepa quién era mi abuelo y a qué se dedicaba, él nació en la hacienda de San Juan Capistrano, del Estado de Zacatecas el día 25 de febrero de 1890, a las seis de la mañana.
“Sus padres fueron don Anselmo Arroyo y doña María Francisca Cruz de Arroyo. Sus padrinos el señor cura, don Hermenegildo Trejo y la mamá de éste doña Gervasia”, expresa el doctor Sifuentes Guerrero.
Añade que su ancestro recibió el nombramiento de capitán cristero de un equipo conocido como Quintanar y del grupo de Aurelio Acevedo, que son prácticamente los que iniciaron en esa región (centro–poniente del país) el levantamiento.
“Antes de eso él se dedicaba al comercio y era arriero entre Huejuquilla El Alto y la región de los Altos de Jalisco; en Zacatecas y Nayarit.
“Después entró al levantamiento, durando toda la época de 1926 a 1929 y después, una vez que fueron hechos los pactos con el gobierno, pero a todos los cristeros sobresalientes los persiguieron por todo México, por lo que él tuvo que andar huyendo por muchas partes, hasta que eventualmente se fue a instalar a la Comarca Lagunera”, refiere.
Es ahí donde don Sebastián Arroyo Cruz, quien a causa de la diáspora se cambió el nombre al de Antonio Guerrero Cruz, comenzó a redactar su autobiografía y memorias, esto en 753 páginas de lo cual actualmente su nieto se encuentra haciendo un libro.
“Y también gracias a que un gran escritor, don Aurelio Acevedo, hizo lo que nosotros pudiéramos llamar como ‘la Biblia del movimiento cristero’ y eso está en ocho tomos publicados como ‘El David’, en relación a lo que era la lucha entre aquel famoso David y Goliat, considerado éste último como el gobierno, durante la época de Plutarco Elías Calles”, señala.
El libro ilustrará también los sucesos de la cruenta guerra en la que don Sebastián sobrevivió. Se calcula que el conflicto dejó alrededor de 250 mil personas muertas (entre civiles, fuerzas cristeras y el Ejército Mexicano), pero a pesar de la conflagración y las bajas implícitas, siempre había un tiempo para reflexionar y tener buen humor.
ALGUNAS FRASES
En la literatura que rescata Sifuentes Guerrero, se hace referencia a que México es una nación donde tradicionalmente se acostumbra contar chistes y en la que éstos son creados “con el mayor cuidado del mundo”, porque “Todos somos del mismo barro, que no es lo mismo bacín que jarra”. Treinta y tres páginas de puros versos, dichos y ocurrencias que reflejan las formas de pensar y las paradojas de los mexicanos en las primeras décadas del siglo XX.
En este resumen sobresalen refranes como: “Pollo que se moja, pollo que se muere”, “Santo que no es visto no es adorado”, “No hay santo con dinero”, “Más cáscaras tiene un higo”, “Hay chinchero, pachita cuánto llueve y no se quita”, El caballo que come nadie lo alcanza, el caballo que no come manos lo alcanzan”;
“No hay general que aguante un cañonazo de cincuenta mil pesos”, “La mucha conversación es causa de menosprecio”, “El que come y no da qué corazón tendrá”.
“El hombre es como el fuego que no se apaga con un dedo”, “No desaires a nadie porque no te volverán a dar”, “No comas elotes porque te salen granos”, “El que come y canta, feo se levanta”; “Fuiste por lana y viniste trasquilado”, son parte de muchos dichos más que aparecerán en la obra que podría publicarse en 2016.
“En este texto mi abuelo combina los hechos revolucionarios con la vida y el medio ambiente, que para mí es muy importante, escribir cómo vivían, cómo se desarrollaban, qué comían, cómo se trasladaban, ya que no había caminos en esa región; cómo era el comercio, etcétera.
“Pienso yo que es un trabajo por demás interesante. He revisado más de 300 libros relacionados y éste va aportar algo interesante, que si bien no es nuevo en relación con la cristiada, de la que ya se ha escrito, pero sí tendrá cosas que llamarán mucho la atención”, considera.
Mientras el doctor Sifuentes Guerrero se aboca a perfeccionar el último tramo de esta literatura, comparte una probada de lo que promete ser un texto diferente, como al mismo tiempo de tradicional y muy entretenido.