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Ya va de la mano de D10s

1 de diciembre de 2020 por Alejandro Salas

D10S por siempre. Diego Armando Maradona, crack, astro, ícono; de los mejores en la historia del futbol. El mejor, para muchos. Sí, genio, deportista, majestuoso y eso el coloso de Santa Úrsula lo sabe, como lo avala Argentina, Nápoles, Italia, Sevilla… como lo sabe el mundo, que hoy lamenta su partida.
En efecto, un genio futbolista argentino que pudo contra todos, pero como todo humano, imperfecto, que como muchos que tocan la cima, pierde ante las adicciones. Pero al Pelusa -a quien le tenían su propia ‘Iglesia Maradoniana´- todo se le perdonó.
En Argentina, Italia, sobre todo y en algunos lares de España fue, es y será un referente de la cultura popular. Nació en cuna humilde (Villa Fiorito, provincia de Buenos Aires) y decidió incursionar en el futbol desde niño para obtener dinero y apoyar a sus viejos, pero naturalmente su vida era el futbol.
Apenas el 30 de octubre pasado el 10 de la selección de Argentina cumplió 60 años, y 26 días después falleció, la mañana del 25 de noviembre, sólo, en el cuarto de la residencia que habitaba en Buenos Aires, ya lejos de los suyos tras haber sido operado de un hematoma cerebral.
La noticia de su muerte -por un paro cardiorrespiratorio- conmocionó al mundo, fue de esas muertes que cimbran, ¿y cómo no? Si fue fenomenal en las canchas y marcó toda una época en el balompié del orbe. Y su vida, fuera de la cancha y del futbol, qué decir, todo un show, un melodrama.
TOCA EL CIELO A LOS 15 AÑOS
La tarde del 20 de octubre de 1976 (le faltaban 10 días para cumplir 16 años) Diego Armando Maradona jugó su primer partido profesional con el Argentinos Junior. Tan pronto entró de relevo en el segundo tiempo y empezó a hacer genialidades.
Una de ella fue hacerle un túnel a un jugador rival del Talleres, sin embargo, aquella final la perdió su equipo, pero ante la algarabía que causó en la hinchada local, dijo: “Toqué el cielo con las manos”.
Y aquella metáfora lo acompañaría por el resto de su vida. Dios, el cielo, la mano. Entonces el mediocamapista y delantero inició una carrera veloz y ascendente. A sus casi 16 ya tenía la mitad de su vida jugando, pues corrió, burló y metió goles en los llanos de su barriada desde pibe.
Para 1982 a sus 22 años Diego ya triunfaba en el Barcelona, al cual le dio dos copas. Por aquellos años probó la cocaína, y le gustó, al igual que las noches de copas en los bares.

LA GLORIA EN MEXICO 86
En 1984 inicia en el Nápoles, ciudad que se le entrega en cuerpo y alma, llegandole sobre todo a los pobres, con quienes siempre se identificó. Les dio lo que nunca habían tenido: copas de liga, la UEFA y la Súper Copa Italia.
En 1986 el albiceleste alcanza la gloria en el mundial celebrado en México. En cuartos de final hace dos emblemáticos e históricos goles en contra de Inglaterra, el llamado “Gol del Siglo”, por la grandeza que significó al burlar a cuatro adversarios y el previo, conocido como el “Gol de la mano de Dios”, pues al disputar de cabeza un balón con el portero rival, tocó el esférico con el puño y fue a dar a las redes.
El arbitró lo contó como gol legal. Posteriormente Argentina ganó su segunda copa mundial ante Alemania. De apoteosis.
En 1991 las adicciones de Diego Armando comenzaron a hacerse públicas, al resultar positivo en un control antidopaje en el futbol italiano, por lo que tiene que abandonar el Nápoli.
Por aquellos años Maradona disfrutaba la fama en todo su esplendor, y la mafia italiana que lo proveía de coca, lo placeaba con singular alegría, inaugurando discotecas, bares, restaurantes, negocios de mafiosos, y recibiendo a cambio lujosos regalos.
Obvio, fuera de la cancha y con los vicios a cuestas, Diego fue de más a menos como jugador. Pasó por el Sevilla y regresó a su Argentina, al Boca Jr. donde, una vez más al dar positivo en cocaína, dice adiós al futbol en 1997.
Fue entrenador de la Selección de Argentina entre 2008 y 2010, disputó el Mundial de Sudáfrica. Fue director técnico del Fujairah y Gimnasia y Esgrima La Plata y en México dirigió a Dorados de Sinaloa.
De fuerte temperamento el pelusa, polémico y amado por las masas, hizo televisión donde llegó a cantar, en Argentina, y fue comentarista deportivo en grandes cadenas televisivas.
El futbolista de origen humilde fue de izquierda. Admiró y tuvo amistad con Fidel Castro –tenía un tatuaje de él y del Che Guevara– con Hugo Chávez, con Nicolás Maduro, Lula, con Evo Morales, al igual que con los Kirchner. Se identificó con su paisano el papa Francisco.
Simpatizaba también con el actual presidente argentino, Alberto Fernández, quien luego de su deceso dijo: “le debemos muchos momentos felices” y decretó tres días de luto en ese país.
El número 10 ya es leyenda.

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