
Terminar la primaria, ver feliz a su familia y que alguna vez los toros de su ganadería se lidien en las mejores plazas del mundo, son sólo tres de las muchas metas que tiene Eloy Cavazos a partir del 17 de noviembre, el primer día de su “jubilación”.
A unos días de decir adiós a los ruedos tras mil 906 corridas, el diestro de Guadalupe se sincera y nos habla del niño, del hombre, del esposo y del torero.
A unos cuantos días de decir el adiós definitivo a la fiesta brava, ¿todavía se sienten mariposas en el estómago como hace 44 años?
Sí, ¿cómo no? Se siente una emoción muy grande porque voy a dejar parte de mi vida esa tarde y me da una emoción grandísima. Siempre sueñas con que sea algo muy bonito, yo quisiera retrasar el tiempo y poder estar con más facultades y más joven para poder dar una gran tarde.
¿Alguna vez has sentido que estás tocado por Dios, que Dios te eligió para la fiesta brava?
Yo creo que hay muchas cosas muy bonitas en mi vida, por ejemplo, toda la gente sabe que tuve un problema cerebral, quedé con parálisis de medio cuerpo, me afectó muy fuerte al cerebro. Unos animalitos que se llaman cisticercos y gracias a Dios pues me los pudieron quitar y volví a quedar bien.
Además, 20 cornadas y vuelvo a quedar bien, muchísimos accidentes de carretera y todo, entonces sientes que Dios te echa la mano y eso te hace reflexionar y querer ser mejor ser humano, mejor amigo, hermano, esposo, hijo, padre y yo creo que hay algo de eso.
Al principio de mi carrera yo no veía cómo poderle ganar la pelea a compañeros que iniciaron muy bien, con muchas más posibilidades que yo y Dios te favorece y sales adelante, es bonito.
Para muchas estrellas de la tauromaquia la carrera ha sido corta, pero ¿cómo hacer que una carrera exitosa dure tantos años?
Pues volvemos a hablar de esa mano divina que te toca, porque yo recuerdo a amigos como David Silvetti, cornadas que se veían muy sencillas pero que le afectaron sus rodillas y ya no podía torear, ya no podía ejercer su profesión. Espartaco, un torero buenísimo de España, igual se lastimó una rodilla y ya no volvió a torear.
Tú siempre te has mantenido en muy buena condición física, ¿cómo lo logras?
Con mucha disciplina en todo, desde dormirte temprano, levantarte temprano, una alimentación que no tenga mucha grasa, hacer ejercicio mañana y tarde, eso es muy importante; no tomar, no fumar, eso te tiene que dar resultados buenos al final.
Si tuvieras que elegir entre todas tus corridas, incluso entre tus novilladas, una que de repente en las noches regresa a tu memoria y la revives ¿cuál sería esa?
Gracias a Dios hay varias y eso es muy bonito. Aquí las corridas que te dejan huella son las que trascienden porque hay veces que tienes una gran tarde de toros en un lugar donde no había nadie, no había prensa, no había esos medios importantes para comunicar tu corrida.
No cabe duda que las salidas a hombros de Madrid me han dejado un recuerdo impresionante, esos ocho rabos de la Plaza México igual, entonces son satisfacciones que las sueñas, las vas soñando cada rato e inclusive son puntos de referencia para motivarte.
Pero si tuvieras que escoger una sola, ¿cuál sería?
Pues podría ser la del 8 de febrero de 1970, nosotros tuvimos un accidente en la carretera, se mataron dos amigos míos, casi hermanos, y eso fue el 2 de febrero y me ponen el día 8 de febrero en la Plaza México.
Me sale un toro de nombre “Jococón”, de la ganadería Torrecillas de Zacatecas, y le armé un faenón, yo me sentía en las nubes después del accidente, después de tantas cosas horribles que viví en ese accidente y salir en la Plaza México y cortarle las orejas y el rabo al toro y que el público te grite ¡torero, torero!
Además ese fue mi arranque como torero porque ya de ahí me llevaron a Madrid a confirmar la alternativa en 1971 gracias a esa corrida, entonces de ahí se despegó Eloy Cavazos a partir de esa corrida, el 8 de febrero de 1970.
Platícame de tus inicios, de cuando eras niño, ¿el toro te entró porque vivías en la plaza o por otras circunstancias?
Prácticamente porque vivía en la plaza, yo creo que si he nacido en una cancha de tenis pues me hubiera encantado jugar al tenis, pero no, prácticamente llegué de dos o tres añitos ahí a casa, mi hermano Vito llegó de brazos, dos hermanitos más nacieron ahí en la plaza de toros, ahí nacieron.
Ya cuándo empiezas a torear ¿tu familia qué dice, te da la oportunidad, te apoya? ¿cómo se dio ese inicio?
Más que todo mi papá y mi mamá veían que era un juego lo que yo hacía, entonces yo pienso que no le dieron importancia como cuando ves a tu hijo jugar al doctor o al bombero, no te imaginas que va a ser doctor o bombero, ahí está jugando, pos déjalo que juegue.
La única toalla que teníamos ahí en la casa la dejaba toda enterregada jugando al toro y mi mamá me regañaba: “juega con otro trapo, muchacho canijo”, pero un día me pasé a una corrida de toros y no sé por qué lo hice, iba a empezar la corrida y yo me puse a torear con un trapo y le caí a la gente en gracia y me empezó a aventar monedas ahí en la plaza de toros Guadalupe y llené una cachucha de beisbolista que me prestó un amigo.
Se la llevé a mi mamá y recuerdo que me pegó hasta que le contestara de dónde me había robado ese dinero y, pues, me lo gané toreando; total pues yo de ahí le saqué sabor al toro, le saqué sabor de que toreando se podía ganar un dinerito y así empezó todo hasta que un día en el año 58 vino la cuadrilla de niños toreros de Aguascalientes, se enteraron que había un niño aquí que le gustaba torear y me prestaron un trajecito de torero y nomás partí plaza con ellos.
Venían por dos tardes seguidas y partí plaza y todo me salió muy bien, pero al siguiente domingo que me dejaron pegarle unos capotazos a una becerra y no pude pegarle más que uno porque aventé el capote y salí corriendo… fue el miedo y a partir de ahí sentí el miedo, yo no lo conocía y sentí el miedo, sentí las burlas que me hacían mis amigos por haber corrido.
Eso lo harías a lo mejor por conseguir una moneda, pero ¿cuándo llega en ti el “clic” que dice: quiero ser torero?
Obviamente cuando empiezas a tener más uso de razón, pues a los ocho o nueve años lo mismo te da jugar a las canicas que al toro, pero yo siento que ya a los 14 años yo vi la necesidad de querer torear.
Yo le suplicaba a mis padres que no me pusieran obstáculos para torear y nunca los tuve, gracias a Dios. Fue en Nuevo Laredo, Tamaulipas, en donde toreé mi primera novillada y ahí ya nació todo y ya no paré de torear.
¿Cuándo te diste cuenta que ibas a ser un buen torero?
Pues se van dando cuenta las gentes que están con nosotros, te van llevando a plazas de más responsabilidad porque te van fogueando en pueblos, te van fogueando en placitas pequeñas con toros pequeños y el mismo apoderado, que fue don Rafael Báez, fue el que tuvo esa visión.
El decía “ya estás para plazas más importantes” y me empezaba a llevar a Monterrey, a León, a Chihuahua y me empezó a dar tardes con más responsabilidad, novillos ya más fuertes, con novilleros ya más importantes, ellos empezaron a ver mis posibilidades.
Yo nunca las veía, a mí siempre me daba miedo el novillo, había novillos que no podía torear muy bien, había otros novillos que no podía y eso hacía que mi pensamiento nunca fuera poder ser figura del toreo.
Cuando yo sentí que podía ser figura del toreo fue a partir de esas orejas y rabo que te estoy contando en 1970 en la Plaza México.
Pense que si podía con esa Plaza, si pude cortar las orejas y rabo, así las puedo cortar en cualquier parte del mundo.
Pero luego me pusieron otro reto más difícil en 1971, el 20 de mayo a confirmar a Madrid y ahí sí era impresionante porque era otro tamaño de toros, otra crítica, otro país para mí y pude con ese compromiso.
Me puse en las manos de Dios para no perder el juicio, no creerte que ya lo habías hecho todo porque en esta profesión puedes tener una gran tarde y al día siguiente fracasar y sientes que ya no puedes y vas pa´rriba y vas pa´bajo y es de muchos altibajos la profesión de los toreros.
Matador, viene la fama, ¿alguna vez en tu vida perdiste el piso?
No, las únicas veces que perdí el piso fue cuando me agarraban los toros, me pegaban un maromón y me sacaban del suelo, pero no, nunca lo perdí, inclusive nunca dejé mi gente, nunca dejé mis barrios, nunca dejé mi pueblo.
Lo primero que hice fue comprar un par de lotes en el panteón de aquí de Guadalupe, comprar mi casa en Guadalupe, ponerle su casa a mi mamá en Guadalupe; nunca soñé con irme a un lugar más bonito, a mí se me hacía hermosa mi tierra y yo creo que eso es no perder el piso, me seguía juntando con mis mismos cuates, mis mismas costumbres, mi misma forma de comer.
¿Qué tan importante fue la familia? el joven torero ya había triunfado pero había que buscar hacer una familia, ¿cómo fue tu boda y la llegada de tus hijos?
Pues para empezar siempre he toreado prácticamente impulsado por el amor de una mujer y mi primer amor pues fue mi madre, siempre tenía la ilusión de verla en su casa, que tuviera una casa, siempre nos estaban tocando para pagar la renta en la vecindad o ahí al lado de la panadería porque ya debíamos uno o dos meses de renta, todas esas cosas me daban un poquito de tristeza ¿pero, pues cómo le hago si no tengo?
Después gracias a Dios empecé a torear más seguido, le puse casa a mi mamá y luego me enamoré de doña Mary, mi esposa, mi única esposa, mi única novia, mi único todo y me enamoré de ella y nos casamos hace 35 años, un 3 de julio de 1973, y ha sido mi compañera de triunfos, de fracasos, de cornadas, de enfermedades, y para mí es lo máximo y si volviera a nacer y me volviera a casar con ella.
Es una mujer que nunca me exigió lujos, nunca me exigió otra casa, un coche diferente o joyas, siempre fue muy sencilla y yo creo que por eso sigo enamorado de ella. Luego vinieron mis hijos y acabaron de amarrar más nuestro compromiso, nuestro matrimonio.
Vino Eloy un 28 de diciembre de 1974, Día de los Inocentes, nos lo llevamos chiquitito a España, nosotros bien novatos allá sin conocidos ni nada, fuimos a torear mi tercera temporada, yo toreé el año 71, el 72 y el 75 ya fui con esposa, con hijo y toda la cosa.
Allá maduramos tantito y luego nació Jaime, yo le puse Jaime Manuel en homenaje y en honor a aquellos dos hermanos que se mataron en la carretera, nos volcamos y se mató Jaime Bravo y Manuel Silva, yo los quería mucho a los dos, pues le pusimos Jaime Manuel en honor a ellos.
Luego vino el piloncito, María Angeles, que nació un 23 de agosto y ya merito nacía el día de mi cumpleaños, el 25, son mis tres hijos, ahora ya me llenaron de nietos, ya tenemos 4 nietos y viene el quinto de la tarde de Jaime y dicen que no hay quinto malo, entonces vamos bien.
Cuando nacen los hijos varones, sobre todo, no piensa el matador de toros ¿me gustaría que fueran toreros o no me gustaría que fueran toreros?
Lo primero que pensé era en darles educación, que fueran al mejor colegio y aprendieran todos los idiomas que puedan porque yo no fui a la escuela y es uno de mis retos, ahora que me retire de los toros quisiera terminar la primaria, no la terminé y eso a mí me dolía mucho y era un complejo muy grande.
Cuando me pedían un autógrafo me preguntaba ¿oye, es con zeta, con hache, dónde va el acento, dónde va el punto?
Todas esas cosas no me las sé y sufro mucho cuando de repente medio se burlan. Me preocupan todas esas cosas y era la preocupación más grande con mis hijos, asegurarles el estudio, que estudiaran en grandes colegios de aquí de Monterrey. Ellos son ingenieros, es licenciada mi hija, total estoy muy contento con ellos.
¿Para qué es bueno Eloy Cavazos aparte del toro?
Me gusta mucho el campo, la vida del campo me gusta mucho, los caballos; tenemos un ranchito que es de Jaime, mi hijo, nos vamos y me gusta montar a caballo, me gusta inyectar a los toros, las vacas, desparasitarlos o bañarlos contra pulgas o garrapatas o lo que traigan.
No aprendí otra profesión y no me arrepiento porque gracias a Dios y al toro le pude comprar una casa a mi mamá, comemos tres veces al día con manteca, mis hijos estudiaron y eso a mí me da una satisfacción muy grande.
Cuando niño vendí chicles, boleé y me da mucho gusto haber podido saludar a presidentes, gobernadores, al Rey Juan Carlos, al Papa y todo gracias al toro porque el toro te va llevando a todas esas personalidades y me siento muy contento y si volviera a nacer le pediría a Dios la oportunidad de ser torero porque me enseñó a valorar la vida.
Si vieras qué bonito se siente poder ver a tu familia después de una cornada, poder salir del hospital caminando, comerte un plato de frijoles, le das valor a todo, ves todo muy bonito cuando sufres esos percances.
¿Podemos imaginarnos después de su retiro a Eloy Cavazos ganadero, a Eloy Cavazos apoderado? Porque yo creo que nunca se va a retirar de los toros.
Eso lo llevo ya bien clavadote, como si estuviera marcado ya, adoro la fiesta de los toros, pero también tenemos que comprender que la situación económica está muy difícil, si yo quisiera vivir de lo que tengo me lo acabaría rapidísimo y lo lamentaría, yo tengo que seguir trabajando, tengo que seguir luchando.
Si me quito de los toros es porque ya no puedo, por mí seguiría toreando para seguir ahorrando y seguir cuidando el futuro de mi familia, pero ya no puedo, deseo trabajar, deseo ganarle un peso al campo o en la calle o en el trabajo o apoderando un torero o en la corrida, yo creo que hay muchas formas de ganarse uno la vida con orgullo y humildemente.
Eloy, mucha gente te admira pero ¿a quién admiras tú?
Admiro mucho a Dios, admiro a mis padres, admiro a mis hijos, yo admiro a mucha gente.
Hace unos días se entregaron 600 sillas de ruedas de una meta de 5 mil que se trazó en 1999, ¿qué se siente cuando se cumplen esas metas y cuando mucha gente como la que vimos en el Club de Leones ese día, que tienen la vida limitada por su enfermedad y se van felices, qué siente el matador cuando se cumple una meta que a lo mejor no estaba muy trazada al principio y que se dio?
Se siente una emoción bien bonita cuando ves una madre que trae un niño enfermo y que se pueda mover ella con su criatura y poderle dar a alguien que traiga una sillita ya toda chueca, se siente muy bonito haberte jugado la vida para ayudar una vida sientes precioso.
Yo he toreado para el Hospital Universitario, he toreado para el Club de Leones Monterrey poniente y colinas para juntar sillas de ruedas; llegamos a juntar en nueve festejos 5 mil sillas, eso a mí me dio una emoción grandísima y pues para el Hospital Universitario pues igual, poder servir a mí me da un chorro de gusto.
Su primer negocio, el beisbol
Eloy Cavazos tiene muchas anécdotas, pero una que pocos conocen tiene que ver con el béisbol.
“Cuando había béisbol ahí en los llanos de la plaza de toros, el home estaba atrás de los corrales de La Pastora, cuando caía un foulecito pues caía adentro de los toros.
“Llegaban los muchachos a buscar la bola y decíamos: pues, mira dónde está la bola, en medio de los toros, pues ¿cómo la sacas?
“Se iban y nosotros con un palito sacábamos las bolas y al siguiente sábado se las vendíamos y nos ganábamos una lanita”, dice Eloy, quien como buen deportista que es también participó en equipos de softbol, donde bateaba a la zurda y se defendía bien con el guante.