
Aunque entre Reynosa, Tamaulipas, y San Luis, Missouri, existe una distancia de más de mil 850 kilómetros, nunca ha existido un momento en el que Jaime García González se haya sentido más cerca de su hijo Jaime como el que vivió la tarde-noche del pasado 11 de julio.
Ese día, toda la familia estaba reunida alrededor de una televisión viendo el juego entre Los Cardenales de San Luis y los Piratas de Pittsburg con una esperanza en la mente: el debut del joven Jaime, quien apenas hace unas horas acababa de ser ascendido al primer equipo.
“Todos sabíamos que tenía posibilidades de aparecer y fue así”, aseguró el orgulloso padre del más reciente mexicano que logra jugar en la gran carpa del llamado ‘mejor béisbol del mundo’.
Finalmente, al cierre de la sexta entrada, las esperanzas se cumplieron y los alientos se contuvieron cuando todos los que estaban frente a ese televisor vieron cómo el joven Jaime ingresó al bull pen y comenzó a enviar lanzamientos de calentamiento.
Para todos los presentes en esa sala, pocos momentos han sido tan dulces como cuando, al cierre de la octava entrada, el orgullo de la familia saltó al campo y recibió de manos del manager, Tony La Russa, la pelota que representaba su primer aparición en Ligas Mayores.
Sin poder ocultar su orgullo, García González reconoció que pocas veces ha sentido tanta felicidad como cuando dos verdaderas estrellas del béisbol profesional se acercaron a su hijo para desearle suerte en su debut.
“Antes de su primer lanzamiento se juntan con él en la loma Albert Pojouls (primera base) y Yadier Molina (catcher) dándole consejos, tranquilizándolo”, sentenció.
Para este ingeniero civil, un fanático declarado del llamado “rey de los deportes”, resultó sorpresivo ver a su hijo de 22 años enfrentar la responsabilidad de un partido profesional completamente sereno.
“Iba muy tranquilo, cuando inicia la octava entrada lo vimos y estaba muy tranquilo, le dan su primer hit y luego poncha a su primer bateador, pero se le sigue viendo muy tranquilo. Es como si estuvieras viendo a una persona que ya tiene tiempo en el equipo, esa fue la impresión que nos dio”, aseguró.
TODA UNA VIDA DE PREPARACION
Jaime García González, quien ha alcanzado un reconocimiento en la sociedad reynosense gracias a sus labores como ingeniero civil y promotor del deporte, está completamente orgulloso de su hijo y no tiene intenciones de ocultarlo, basta oírlo hablar.
De hecho, el que Jaime haya logrado debutar en el equipo de Los Cardenales de San Luis es un sueño vuelto realidad pues, aseguró: “el béisbol lo traigo en la sangre”.
“Soy jugador fundador de la Liga Guadalupe Treviño Kelly hace 40 años, además me tocó jugar béisbol en la High School y en la universidad cuando estuve en Monterrey. Siempre el amor hacia este deporte ha sido tremendo”, dijo.
Tanta es su afición por este deporte, que se ha involucrado de lleno en el programa de Ligas Pequeñas de Béisbol primero como patrocinador de un equipo, después como manager y más recientemente como presidente de la liga.
“Es un programa formativo con un fin muy noble que es formar niños de bien para la comunidad”, aseguró.
Y aunque en su juventud jugó como primera base, la realidad es que nunca tuvo las aptitudes necesarias para siquiera soñar que un día iba a formar parte de la plantilla de un equipo profesional.
Por eso lo pone tan contento que hoy su hijo sea uno de los lanzadores en el equipo de los Cardenales, una ilusión que el joven había albergado durante toda su vida.
“Me siento muy contento por él porque es el que puso todo el empeño y dedicación desde que se inició en el béisbol profesional que fue a partir de los 18 años, aún cuando empezó a practicar este deporte desde los 3 años”, indicó.
Al recordar esos años, García González indicó que el primer contacto de su hijo con el llamado “rey de los deportes” fue cuando su mamá lo llevó a jugar en la categoría “hormiga” con el equipo de “Piratas de Juan Treviño”.
Según las reglas, los niños que participan en esta división apenas batean y fildean, pero desde ese entonces ya se veía que Jaime tenía aptitudes para el béisbol.
“Jaime empieza a descubrir sus aptitudes como pitcher a la edad de 7 años cuando empieza a jugar en la categoría de moyote, ahí lo empiezan a practicar como pitcher y empieza a funcionar, entonces empiezan a trabajarlo y mejora. A los 8 años empieza a reforzar su capacidad como pitcher y a partir de los 10 años fue cuando ya comenzó a despegar”, recordó.
Durante esos años, el apoyo que el pequeño lanzador recibió de personajes como Demetrio Castillo, Roberto Morales, Eusebio Elizalde, Oscar Rojo, Manuel Villa y Juan Treviño entre otros, fue fundamental para cimentar una carrera como pelotero profesional.
Conforme pasaron los años, el talento de Jaime fue tan evidente que no existía selección en la “Treviño Kelly” a la que no fuera seleccionado. Sin embargo, sus mayores logros llegaron cuando ya era un adolescente.
“A los 17 años es campeón latinoamericano en Puerto Rico, lanza un partido sin hit ni carrera y se va a la Serie Mundial. A los 18 años otra vez es campeón latinoamericano aquí en Reynosa y también le toca asistir a la Serie Mundial”, subrayó.
Incluso, su fuerza en el brazo lo llevó a vestir la camiseta de la Selección Mexicana.
“Jaime también asistió a las Olimpiadas nacionales, a los juegos panamericanos y a un premundial en Venezuela”, sentenció.
CAMINO A LAS GRANDES LIGAS
De acuerdo a los lineamientos del Programa de Ligas Pequeñas, la participación de los niños termina a los 18 años. Para ese entonces, Jaime tenía muy claro que su futuro estaba en el béisbol profesional.
Por ello sus padres lo enviaron a estudiar a Estados Unidos, donde jugaría en las ligas escolares que usualmente son monitoreadas por los buscadores de talento de los equipos profesionales.
“Le tocó jugar 3 años en el equipo de la escuela preparatoria de Sharyland donde implanta récords de más ponches, de más juegos perfectos, juegos sin hit ni carrera. Ahí es cuando empieza a llamar la atención de los scouts de las Ligas Mayores, pues llegó a ser el jugador más valioso del Valle de Texas y el jugador estrella del Estado de Tamaulipas”, apuntó.
Cuando terminó la preparatoria, Jaime ya estaba seguro que su vida iba a estar en el béisbol profesional, una decisión que sus padres entendieron… pero con reservas.
“La verdad fue algo difícil para nosotros en la familia pues no había terminado su escuela y no había entrado a estudiar una carrera universitaria. El béisbol es una carrera como todas, tienes que empezar desde abajo pero la intención de que se fuera a jugar a Estados Unidos es que empezar a pensar en el béisbol profesional pero allá en ese país”, recordó.
Sin embargo, contrario a lo que cualquier otros padres harían, García González y su esposa no sólo no intentaron disuadir a su hijo, sino que lo han apoyado en todo lo que ha estado en sus manos.
“Nunca hemos intentado disuadirlo. Desde el momento en que le dijimos que sí le hemos dado apoyo en todos los aspectos, le hemos dado muchos consejos pues si quiere agarrar la carrera del béisbol tiene que echarle muchas ganas y eso fue lo que siempre se le inculcó”, subrayó.
El padre de Jaime indicó que en lo personal nunca ha intentado convencer a su hijo de que busque un futuro diferente al de el béisbol pues sabe que este deporte es algo muy importante para él.
“Jaime tiene sed de béisbol, ganas de béisbol, es su sueño, es su ilusión estar en alguna organización de Estados Unidos y llegar a Ligas Mayores”, sentenció.
El camino para llegar a las Grandes Ligas llegó de la manera menos probable cuando en 2003 es contratado por el equipo de Los Naranjeros de Hermosillo de la Liga Mexicana del Pacífico, quienes un año antes ya habían intentado contratarlo pero el joven no pudo ir con ellos porque todavía estaba en la escuela.
Tras permanecer un mes en calidad de prueba con el equipo, finalmente recibe la invitación a quedarse en la plantilla de lanzadores. En este entonces Jaime tenía 18 años.
García González agregó que de pronto las ofertas comenzaron a llegar y el equipo de los Orioles de Baltimore firmó al joven lanzador que supo de golpe lo que es tener que vivir solo, con la responsabilidad de un empleo a miles de kilómetros de distancia de la casa de sus padres.
Para el padre de Jaime esta experiencia le sirvió mucho al lanzador, quien fue forjando una parte de su carácter que le ha ayudado a alcanzar sus metas.
“Se fue solo. La familia lo llevamos a Hermosillo pero a él le tocó quedarse solo por cuatro meses y viajar con el equipo, convivir con personas adultas mucho mayores que él, entonces sí era difícil pero gracias a Dios su meta la tiene muy definida, su mente está bien clara en que quiere llegar y ésas son pruebas para él”, aseguró.
Durante esos meses, la familia supo que Jaime estaba sufriendo por estar alejado de sus seres queridos, pero les tranquilizaba que el joven no iba a desistir en su sueño.
“El siempre estuvo claro de que quería quedarse, a veces se desesperaba porque sí es duro, se batalla, extrañas la comida de la casa, tienes que desayunar, comer y cenar béisbol, te levantas y tienes que estar en el campo a las 10 de la mañana cuando sales del estadio a las once de la noche, entonces es una rutina muy dura, fue pesado pero él supo sobrellevar todo esto y gracias a Dios aguantó”, indicó García González.
SU LLEGADA A LOS CARDENALES
Durante su paso por Naranjeros de Hermosillo, Jaime logró llamar la atención de la prensa especializada quien reconoció la velocidad de sus lanzamientos.
Sin embargo en este punto el sueño del pitcher reynosense parecía peligrar, pues no podía llegar a un acuerdo con los Orioles, que eran los dueños de su carta de jugador.
Finalmente en el año 2005 Baltimore decide dejar libre a Jaime quien entra al draft y es contratado por los Cardenales de San Luis. De pronto las cosas cambiaron radicalmente.
La organización de Los Cardenales envió a Jaime al Estado de Tenesse para participar en la llamada “Liga Rooki, de ahí pasó a la Liga Instruccional” en Florida, posteriormente jugó en la República Dominicana y finalmente lo envía a la Clase A Intermedia, la antesala a las Grandes Ligas.
El esfuerzo que el reynosense mostró en los entrenamientos, además de los números que obtuvo como lanzador en cada una de las categorías en las que participó fueron los que llamaron la atención de los directivos del equipo, quienes ya tenían planes para el joven lanzador.
Por ello, indicó García González, nadie de la familia se desesperaba con el hecho de que Jaime no debutaba en la gran carpa.
“Sabíamos que tenía que llegar el momento, pero por su edad sabíamos que el tiempo no lo tiene encima. En el caso de la organización de San Luis su intención es llevarlo lentamente, no meterlo al ruedo de inmediato, entonces por eso lo fueron llevando paso a paso”, señaló.
Incluso y de acuerdo a los directivos del equipo, los mejores años del beisbolista tamaulipeco apenas están por llegar.
“Se estima que Jaime pueda tener su mejor momento allá por el año 2009 o 2010, a sus 23, 24 años, cuando esté más maduro y más fuerte. Además él como que lo buscaba y no lo buscaba, o sea lo buscas porque estás ahí, pero no tan determinante como para decir si no llego me voy a desanimar”, expresó García González.
Ahora que la participación del joven en Ligas Mayores es una realidad e incluso ya inició su primer partido, Jaime espera cumplir con todas las expectativas que se han creado alrededor de él.
Y aunque cuenta con el talento y el temple para brillar como jugador profesional, apenas es un joven de 22 años quien no puede evitar sentirse nervioso cuando pisa un campo de las Ligas Mayores… como le confesó a su familia que le sucedió la tarde de su debut.
“Nos dijo que estaba nervioso… pero es normal pues de pronto te encuentras en un estadio de Ligas Mayores. Aunque hayas estado en el béisbol profesional en un estadio como el de Hermosillo o un estadio de Ligas Menores, Ligas Mayores son Ligas Mayores y el nombre impone, entonces nos dijo que no dejas de sentir ese nervio”, finalizó García González.